miércoles, 31 de agosto de 2011

Entre odios y lealtades




Viví en Bogotá en los tiempos de la aparición política de Antanas Mockus. Me tocaron los primeros entusiasmos por un candidato extraño: dubitativo en sus respuestas, sincero hasta causar risa, original respecto a sus propósitos. Hice parte de los jóvenes hipnotizados ante su discurso y sus maneras. Fue emocionante. Creí en la política y en el liderazgo ejercido desde un palacio de gobierno; cosa que no es fácil de inspirar, mucho menos en los jóvenes que tienen a los edificios públicos como blanco para una indignación “programada” cada diez años.
Luego, ya con ciertas vacunas de escepticismo, me sumé a la ola verde como una posibilidad de superar ocho años de énfasis en el odio, las obsesiones ideológicas y los acuerdos burocráticos. Unos amigos apolíticos, de los que no tienen en su diccionario ni la sigla JAL ni la palabra umbral, me convencieron de poner unos pesos para imprimir unos afiches desteñidos con un vamos por el candidato verde. Pegué uno en la ventana de mi casa. De nada sirvió: me llamaban a preguntar si estábamos vendiendo el apartamento, se leía “Vende” donde decía “Verde”. Todo terminó como ya sabemos.
Ahora Mockus está de nuevo en las encuestas y más que entusiasmo me surge un interrogante sobre sus motivaciones. De algún modo su renuncia al Partido Verde fue una ruptura de lealtades personales y partidistas. Hacía apenas unos meses había terminado una campaña donde Peñalosa, Garzón y Fajardo se jugaron a fondo con el estilo y el liderazgo de Antanas: cantaron sus estribillos, hicieron sus experimentos lúdicos y se tragaron el sapo de algunos visionarios radicales. Esa pequeña iglesia mockusiana que tiene sede en Quinta Paredes. Sin embargo su decisión fue mas que respetable. Si un político no quiere participar en una campaña por alergia a algunos los apoyos que considera indeseables, tiene todo el derecho a bajarse de la tarima.
Al momento de salir del partido Mockus dijo estar de luto: “En estas circunstancias, lo primero es conservar al máximo la lealtad. Esta fue una experiencia única. Es una lealtad no tanto a las personas como a las construcciones colectivas, las organizaciones (...) por lo pronto, tenemos que hacer un duelo, algo doloroso ha ocurrido hoy y es deber nuestro procesar internamente pera no abordarlo con sentimientos equivocados”. Pero la política no da tregua y el duelo fue muy corto. Ahora Mockus luce el penacho de la ASI y su lealtad parece responder a un propósito muy claro: evitar el triunfo de Enrique Peñalosa en las elecciones de octubre próximo. Es triste que el candidato que siempre representó las propuestas en positivo, que el individualista a ultranza y el hombre que siempre jugaba bola a bola y nunca a tres bandas, termine haciendo política con miras en la derrota ajena.
Es difícil negarlo. La alianza con Gustavo Petro parece simple cuestión de tiempo. En la campaña presidencial, Mockus usó una expresión para revelar los acercamientos con Petro: “juntos pero no revueltos”. La política da vueltas y revueltas. Según un senador de la ASI, se habló de esa alianza desde antes que Antanas recibiera el aval del partido. Parece muy difícil que Mockus esté por encima de Petro en las posibilidades de triunfo, llegó para ser su “fórmula” y castigar al partido Verde por su unión con la U. Las frustraciones personales y el odio siguen siendo el motor de la política. Incluso de la política con aura inmaculada.



martes, 23 de agosto de 2011

Maestro de ceremonias





Las dificultades al comprar un tapete para la Casa de Nariño le demostraron al presidente Juan Manuel Santos que el Estado es una mula resabiada y altanera: se mueve a su ritmo y en la dirección menos pensada, entre más le zumbe la fusta más se planta y se burla con corcoveos de las buenas intenciones de su montador. Para señalar el problema Santos prefirió una figura menos montañera -por obvias razones- y dijo que lo tenía preocupado el “Estado paquidérmico”. Parece que luego de resolver ese pequeño inconveniente de decoración, el presidente escogió su rumbo: el ornamento, la pompa, el aliño como una de las pocas posibilidades de gobierno. La consigna parece clara: si es imposible mover al Estado, se hace necesario ponerlo a posar.
Santos ha demostrado ser un especialista en las declaraciones de principios, la corrección política y el viejo truco de llevarle la corriente a eso que llaman la opinión publicada. Del gobierno anterior se decía que marcaba la agenda de los medios, de este se puede decir que se mueve -es decir se pronuncia- según el rumbo que marquen las agujas de los periódicos, las emisoras y los noticieros. Mockus utilizó tristemente los estribillos para su campaña; Santos los utiliza para su gobierno.
Vale la pena mirar unos cuantos botones bien lustrados en la chaqueta impecable del maestro de ceremonias. Hace 11 meses se entregaron en Urabá 34 títulos de propiedad como un acto simbólico que anunciaba la gran estrategia de reparación a las víctimas y restitución a los despojados. El pasado lunes El Colombiano publicó una noticia según la cual el Incoder está intentando revocar las adjudicaciones que marcaron el primer hito de aplausos del gobierno. Los beneficiados eran invasores que lograron engañar a las instituciones encargadas de aplicar la ley de víctimas. Un campanazo de alerta para antes de comenzar.
La diplomacia ha sido otro de los grandes lances del gobierno. Solo encuentra enemigos en los antichavistas enfermizos. Pero hasta ahora solo se ha pasado de los gritos a los gestos de amistad fingida. Solo hemos ganado en silencio. Las exportaciones a Venezuela disminuyeron en el primer semestre del año y el Comandante de las Fuerzas Militares admitió que las posiciones de la guerrilla en Venezuela se mantienen. En el tema del medio amiente Santos entregó un nombre vendedor para lo que sería un renovado ministerio. En el último año, tal vez como nunca antes, el país ha asistido a grandes polémicas ambientales gracias a la llegada de las grandes empresas mineras. Pero ni el ministerio ni la señora a su cargo lograron aparecer. Hace unos días un foro en Boyacá sobre un polémico proyecto de Ecopetrol en Sutamarchán, tuvo como único ausente a un representante del gobierno. Parece que la señora Bessudo sigue trabajando en fundaciones bajo el mar.
En el tema de la salud, luego de un año de estudios, escándalos y vueltas en el sistema de fichos en los hospitales, el gobierno salió con un acto solemne para repetir los principios de la Constitución: “la salud no es un negocio sino un derecho, habrá cubrimiento universal”. Lo más triste es que los médicos se tragaron el placebo. Y los pueblos del Atlántico siguen inundados a pesar de que Jorge Londoño ha girado la plata a municipios y departamentos. Algo va de Colombia a Bancolombia.
Pero en algo ha sido eficaz y expedita la administración Santos, sin rodeos ni grandes palabras logró la salida del Bolillo Gómez de la selección Colombia. Ojalá no nombre un alto consejero para la clasificación a Brasil 2014.









martes, 16 de agosto de 2011

Farcrim






Todo parece indicar que Juan Manuel Santos tiene una peligrosa obsesión con los manuales de historia que están por escribirse. Su retórica tiene siempre la ambición de las grandes transformaciones, las rupturas, los cambios de dirección. Quiere ser un hito en la línea que trazan los historiadores. Uno podría asegurar que cuando se le pierde la mirada en medio de los bazares para la prosperidad, está pensando más en sus memorias que en las quejas del concejal de turno. Los pragmáticos que aspiran a la grandeza suelen tropezar con múltiples paradojas. Pero nadie le puede negar a un político las aspiraciones de estadista. Solo se puede desconfiar.
El presidente Santos ha dicho que la sola aplicación de la ley de víctimas justificaría su llegada a la presidencia. Y la verdad es que el reto planteado y las expectativas creadas son tan grandes, que bien podría gastarse su primer periodo en hacer realidad ese catálogo de buenas intenciones firmado entre aplausos casi unánimes. Pero Santos ha dado muestras de no conformarse con los cambios en las oficinas de registro y los desembolsos de Acción Social. En su entrevista a propósito del primer año de gobierno dejó caer lo que parece su nueva gran ambición: “todos los gobernantes de los últimos tiempos han soñado con dejar el país en paz. Ojalá a mí se me den las circunstancias para lograrla”. En sus discursos siguientes ha mencionado el tema y aunque siempre pone sus reservas por delante, por los lados se trabaja en las condiciones de un diálogo: una comisión del Congreso plantea herramientas para una posible negociación con las FARC, el vicepresidente habla de hechos de paz como condición para volver a plantar la mesa y los profesionales de la palabrita vuelven a colgar la quimera al alcance de la opinión pública.
Ya se ha dicho que fue Santos el primero en plantear una zona de despeje con las FARC, algunos meses antes de que Víctor G. Ricardo dejará sellado el compromiso entre el futuro gobierno de Pastrana y el Secretariado. Su carta de 1997 hablaba incluso de una Asamblea Nacional Constituyente que se conformaría de común acuerdo con la insurgencia. Parece increíble que de nuevo algunos expertos en la paz planteen la posibilidad de que el país discuta su modelo económico o sus instituciones con la guerrilla. Santos ha echado mano del refranero al decir que “al perro no lo capan dos veces”, pero al mismo tiempo ha dejado abierta la rendija y brilla con gusto la llave que dice tener en su bolsillo: “la oportunidad, el momento y las condiciones tienen que ser indicadas para ser exitosos”.
Así que podemos estar a unas cuantas liberaciones y varios comunicados con compromisos y membretes de las FARC- EP del inicio de un nuevo proceso de paz y su consiguiente avalancha política. Desconcentrar al país entero para entregarnos, otra vez, a una supuesta voluntad de paz de las FARC sería el peor de los errores. Volveríamos a girar en torno a los dogmas guerrilleros y su fárrago de sociedad civil y poderes populares. La guerrilla no tiene ni seguidores ni discurso discutible en el país de hoy, sería un premio muy grande por su resistencia en los cambuches del sur y en los páramos andinos.
El ejemplo de la farsa del Caguán es elocuente. Pero tal vez sea mejor apelar a las lecciones de Ralito. En el mejor de los casos se le encontraría un papel político a Cano y a sus compañeros de mesa. De maestros de guerra a gestores de paz, por ejemplo. El grueso de los guerrilleros se filaría al momento de la firma del tratado, con Ban Ki-moon a bordo. En seis meses estaríamos hablando de las Farcrim y su poder en algunas regiones del país. Y Santos pasaría a la historia… de las FARC.





martes, 9 de agosto de 2011

Guerra en el Nuevo México





Poco a poco la guerra contra el narco, como se la llama en México, va llegando a algunas ciudades polvorientas del sur de los Estados Unidos. La ola ha ido subiendo desde las costas de Suramérica, ha cubierto al centro del continente, tiene a México con el agua al cuello y comienza a tocar los tobillos de los gringos. La coca no es lo único que logra pasar las barreras entre los países: también cruzan las mañas de los capos, la carnada para los policías, las formas de intimidación de los traficantes. Hace unos meses el presidente Obama aprobó una partida de emergencia para mantener firmes a los 1.200 policías que refuerzan la frontera con México. La presión para sostenerlos hasta el 30 de septiembre vino sobre todo de parte de los gobernadores de Texas y Arizona. La violencia en Tamaulipas y Chihuahua ha comenzado a mostrarse como un espejo perturbador.
Los casos de corrupción y de redes mafiosas en el territorio del país que encabeza la cruzada contra las drogas son cada vez más frecuentes. Hace apenas un mes el alcalde de Columbus, Nuevo México, aceptó cargos por tráfico de armas y otros delitos que lo relacionan con los narcos del municipio de Palomas, un nombre perfecto para la mensajería de coca y armas a través de la frontera. Y los capos norteamericanos, La Barbie, por citar uno bien presentado, ya comienzan a tener juego en los negocios grandes. Cada vez el sur de Norteamérica se puede parecer más al viejo oeste y al “nuevo México”.
Una reciente operación de inteligencia planeada desde Estados Unidos explica bien hacia dónde va la participación gringa, tanto de policías como de traficantes, en la lucha contra las drogas en sus orillas. En 2009 la oficina norteamericana de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego planeó, en compañía de la DEA, poner una carnada de fusiles para capturar traficantes de armas en Phoenix. Ante la tontería de los agentes gringos, que cada vez pensaban en un pez más grande, aparecieron traficantes medianos, se tragaron lo que pudieron y terminaron comercializando más de 2000 fusiles de asalto con los narcos de El Paso, San Antonio y otras ciudades mexicanas. Algunos hablan de sencilla torpeza de los agentes del norte y otros piensan que la corrupción pudo jugar un papel en el descalabro que ha llegado hasta el Congreso de los EE.UU. Es seguro que los agentes gringos no hubieran dejado circular las armas si eso significaba un riesgo para sus ciudadanos. Hasta ahora se han cometido 38 asesinatos con las armas compradas legalmente en tiendas de Phoenix. Para ponerle gracia al cuento vale decir que la operación se llamó Rápido y furioso.
Ahora la noticia es que por primera vez agentes de la CIA y empleados civiles del Pentágono estarán actuando desde una base mexicana para acompañar al ejército en la guerra contra las drogas. Se seguirá el modelo Afganistán, incluyendo sobrevuelos con aviones no tripulados. Durante 4 años Estados Unidos ha venido rebajando sus aportes al Plan Colombia. Sin duda hay nuevas prioridades, más cercanas y más amenazadoras. A comienzos de 2011 la muerte del agente estadounidense Jaime Zapata desató la captura de 600 narcos mexicanos en diferentes ciudades norteamericanas. El entierro de un uniformado desenterró la organización mafiosa agachada bajo unas normas de “convivencia” y “tolerancia”.
Tal vez ahora que la guerra se acerca de manera inevitable a su frontera, el gobierno y los ciudadanos del norte puedan tener una idea más clara de qué se gana y qué se pierde en medio de ese absurdo círculo vicioso.




miércoles, 3 de agosto de 2011

Camaradería electoral




Los pesimistas dirán que las elecciones regionales son el espacio ideal para la promiscuidad. Se borran las fronteras ideológicas, se flexibilizan las morales y se olvidan las rencillas partidistas. La necesidad del abrazo de campaña arregla contubernios imposibles. Como prueba del libertinaje pueden exhibir la bandera de campaña de Enrique Peñalosa: después del verde riguroso de las elecciones presidenciales pasó a lucir casi todos los colores, hasta parecerse a la insignia del orgullo gay.
Pero valdría la pena mirar toda esa confusión de logos, con casos de triple militancia y nuevos mejores amigos en todas las comarcas, con ojos optimistas, como un ejemplo de reconciliación. Antes las elecciones encendían los odios de partido y las matazones, ahora alientan un hambre y un miedo a la orfandad de los palacios municipales que las grescas se han convertido en sobadera. Esta política pequeña, que depende las listas de profesores, de las planillas de acción comunal o de la mejor manera de cepillar a un líder de barrio, hace necesarios unos consorcios entre las micro empresas electorales. Aquí ya no importan las afinidades sino las facilidades. Y la contabilidad impone sus leyes sobre los discursos y los folletos programáticos.
La campaña electoral que está comenzando en Medellín ha mostrado un edificante escenario de renovación de amistades. Componendas según las palabras de los desconfiados. Por ejemplo: los conservadores que no se quieren ni entre ellos, están apoyando a dos candidatos con credenciales liberales. Juan Gómez Martínez lució una corbata roja, que hasta hace poco consideraba una soga, para sellar su apoyo a Aníbal Gaviria. Por supuesto llevó de la mano a Fabio Valencia Cossio, godo de siempre recién convertido a la U y ahora compañero de tarima de los liberales.
Sin embargo esa ecuación es más sencilla que la del otro candidato con pasado rojo. Luis Pérez, ahijado de César Pérez y otros peligrosos dinosaurios, repudiado por todos los partidos por encima de la mesa, ha recogido apoyo de todos los directorios por debajo de ella. Como es su costumbre. Lo acompañan las varonesas conservadoras Liliana Rendón y Olga Suárez Mira, políticas de oficio, o politiqueras que también se les dice. Y la gente de Cambio Radical, que denuncia el purismo ético de la dirigencia nacional del partido: “claro, es muy fácil jugar a la pulcritud cuando la papa ajena es lo que está en juego”, dicen los radicales. Y algunos liberales que saben que en la mesa de Pérez se come bien. Lo más gracioso del asunto es que Luis Pérez termina avalado por un grupo significativo de ciudadanos, una figura creada para que los candidatos sin filiación partidista ni maquinaria pudieran competir. De modo que al candidato independiente solo lo acompañan un grupo significativo de políticos y sus rebaños.
Y no es solo Medellín. En Santa Marta, por ejemplo, se da el mismo caso. Luis Miguel “El Mello” Cotes se lanzará por firmas con el apoyo de todos los políticos tradicionales. Bien sea que estén en la cárcel o en libertad. Apareció una puerta para paliar el reciente pudor de los partidos. Y en Barranquilla, Elsa Noguera, la candidata que representa la tecnocracia, lleva detrás a tres casas de tecnócratas electorales: Char, Name y Gerlein. No será nada fácil marcar el tarjetón frente a semejante ambiente de camaradería entre viejos enemigos políticos. Tal vez un examen minucioso a la foto de tarima sea la clave.