martes, 28 de febrero de 2012

Bocatto di cardinale





Se ha vuelto a hablar de un posible asesinato al interior de El Vaticano. Un rumor fascinante para los vendedores de libros. Algunos dicen, señalando la vieja colección de traiciones en los alrededores de la Basílica de San Pedro, que el nombre del periódico que prendió las alarmas sería un excelente titular para la noticia: Il Fatto Quotidiano. Los maledicientes han repetido siempre que una jaula de 44 hectáreas es muy pequeña para 500 funcionarios y 40 cardenales, y que son inevitables los trinos sotto voce y el alpiste envenenado. Sobre todo cuando el guardián de la celda de mármol no castiga ni con palo ni con rejo.
No importa que la versión de un posible complot contra Benedicto XVI haya venido de un cardenal colombiano. Pensemos que Darío Castrillón es el hombre de contrainteligencia en la Santa Sede y sigamos adelante. Según las reglas de protocolo el asesinato en El Vaticano solo se admite por el silencioso y prudente camino que proporcionan los venenos. No comulgan con otro método. Mucho se ha hablado de la muerte de Juan Pablo I luego de un último brindis con el Cardenal Jean Villot. De modo que la comida de los Papas ha sido siempre un halago y un riesgo terrenal.
Hace unos días me encontré una curiosa noticia sobre la pérdida de apetito de Juan XXIII un año antes de su muerte. El Papa se aburría en el comedor vaticano y le rogaba a su jardinero que lo acompañara a disfrutar las “pastas rellenas de angulas y espolvoreadas con caviar”. La tiranía de sus ángeles en la tierra le obligaba a ser el único en la mesa: “Me gusta comer, pero no solo. Con todo, las disposiciones del Vaticano insisten en que debo comer solo bajo la mirada fija de un miembro de mi servicio. Esto me quita el apetito”.
Parece que los guardianes del Santo Padre se dieron cuenta que el celo extremo en las comidas también era una sutil manera de envenenar y flexibilizaron los modales de mesa. Resulta paradójico que la cocina más exquisita y una de las más innovadoras de este valle de lágrimas sea servida según un régimen carcelario. De modo que muchas de las delicias y extravagancias que han inspirado la cocina de los reyes y sibaritas del mundo fueron probadas primero por el paladar amargo de un comensal aburrido. Pero algunos no tenían remilgos con eso de que el come solo, muere solo. Un Papa ya lejano se comía 4 perdices al desayuno para entretener sus tristezas y uno más se inventó los huevos sobre una cama de bacalao para combatir el tedio de las mañanas.
A Juan Pablo II le tocó un mundo mejor. Al ver su banquete de coronación dijo como cualquier turista polaco que se habría contentado con pizza y pasta. Y ya lograba la compañía de algunos de sus hombres cercanos. Incluso luego de la suerte de su antecesor le había perdido el miedo al vino. De algo nos tenemos que morir, habrá pensado. Y alargaba las charlas del café hasta que una campanada monumental lo llevaba de nuevo al mundo de sus obligaciones celestiales. La comida polaca que tiene fama de ser una sencilla colección de potajes se volvió regla en las noches vaticanas. En esos casos no lo acompañaba ni su jardinero.
Benedicto XVI tuvo madre cocinera así que no se deja engañar con facilidad. Arroces, pescados y mariscos son su plato fuerte al almuerzo y una sopa de sémola o un yogurt con frutas es su sencilla comida. Su debilidad son los helados italianos. Y en la mesa solo lo acompaña su hermano o su secretario privado. Un pequeño ritual marca 15 minutos de ventaja para su comensal de turno. Sabe lo que hace. Por algo hace unos años se negó a ir a una comida que le brindaba Bush.

martes, 21 de febrero de 2012

Caguanadas




Tal vez sea culpa del destino o de los demonios paradójicos de la guerra o del Dios de los conservadores que resultó más cruel que el de los liberales. El caso es que Belisario Betancur y Andrés Pastrana están pagando sus fracasados intentos de paz con explicaciones repetidas, imposibles, a destiempo. Cometieron pecados de ingenuidad y creyeron que la buena voluntad de la banda presidencial haría el milagro, pero las bandas de la contraparte estaban pensando en otra cosa. Belisario pagó su culpa con declaraciones juradas, impotencia probada y una tragedia natural que sepultó al Palacio de Justicia bajo una palabrota: holocausto.
Con Andrés Pastrana la cosa es a otro precio. Porque no tuvo dos días de mando dudoso para terminar su experimento de paz sino tres años largos de cháchara, fotos e intenciones firmadas. Pastrana convirtió al Caguán en un foro de generalidades y buenos propósitos que recuerda el tedio de Naciones Unidas. Con un ingrediente novedoso, además de ser inútil era dirigido por hombres armados que se dedicaban al asesinato, el secuestro y otras artes. Nadie le puede negar que el país pedía con desespero un nuevo intento de negociación: Serpa, Navarro, Noemí Sanín, Luis E. Garzón y hasta Luis Guillermo Giraldo firmaron el acuerdo de Caquetania que tenía 7 puntos y 7 palabras perfectas -reconciliación, justicia social, transformaciones económicas, comisión de acompañamiento- para una repetida y costosa ronda infantil. Lo que nadie le dijo a Pastrana fue que alargara esa ilusión nacional hasta convertirla en burla. Por culpa de la intuición personal o la necesidad de reconocimiento internacional.
Del Caguán quedaron 10 cuartillas con 4 acuerdos firmados entre Marulanda y Pastrana. En todos se dice exactamente lo mismo. En algunos simplemente se amplían las dificultades, crecen los invitados a debatir, aumentan los temas a tratar. Leer esos acuerdos hoy en día es un reto a la paciencia. Se leen en 10 minutos y la redundancia marea un poco. Por momentos recuerdan algunas piezas humorísticas. La verdad es que las conversaciones nunca comenzaron. Mejor dicho, se dialogó sobre los diálogos. Las Farc asumieron una única obligación concreta: “las FARC- EP se compromete de inmediato a ratificar las instrucciones a todos sus integrantes de no realizar las llamadas pescas milagrosas.” Y cumplieron: secuestraron un avión.
Entonces se entiende por qué hoy en día Fabio Valencia dice que el gobierno llegó sin agenda al Caguán y que los 100 puntos para el acuerdo fueron la tarea de última hora de Víctor G. Ricardo, un alumno dudoso. Y se descubre cuál era el as bajo la manga que guardaba el presidente Pastrana: una medallita bendecida por Juan Pablo II dejada en la mano de Marulanda. Tenía una leyenda en latín: “La paz se construye con la verdad”. Pero Marulanda la empuñó sin mirarla. Y no sabía latín.
Ahora Pastrana aprovecha la mala hora de Luis Carlos Restrepo para tapar los recuerdos negros del Caguán y dice que sus diálogos fueron más transparentes. Le gusta más Caño Cristales que Ralito. Su defensa podría resumirse en una frase: Lo hicimos tan bien, que salió mal. Por supuesto que los paras inflaron sus filas. Es parte del costo de una negociación a ciegas en un Estado que no logra ni contar los alumnos en los colegios. Pero no queda más que recordarle que Restrepo, independiente de sus últimas tonterías de sedicioso, sacó a muchos hombres de la guerra. Algunos miles más que los que las Farc reclutaron mientras se negociaba lo imposible en el sur.

martes, 14 de febrero de 2012

Enfermedad vaticana





Tal vez sea imposible encontrar a alguien más burdo a la hora de los prejuicios sexuales que Álvaro González Alzate. Su ignorancia y sus pesadillas sirvieron para alimentar la risa y la rabia durante una semana. Lo suyo es la caricatura involuntaria, el desparpajo de un contertulio de cafeterías en la orilla del fútbol aficionado. Pero hay hombres con majestades que pueden ir un paso más allá. Han aparecido las declaraciones de los Monseñores y uno se da cuenta que hay personajes más cínicos y más perversos que el presidente de la Difútbol. Porque una cosa son los disparates de lesa estupidez, y otra los sermones en causa propia que buscan discriminar y al mismo tiempo exculpar los delitos de miles de sacerdotes.
El Vaticano acaba de reconocer las culpas de su rebaño en 4000 casos de pederastia que las víctimas se atrevieron a denunciar en los últimos 10 años. Y reconoció también que intentó tapar bajo el velo oscuro de la confesión lo que eran delitos graves. Siempre han preferido llamar pecadores a los violadores con sotana. El largo escándalo de abusos por parte de sacerdotes y laicos vinculados a la iglesia debería suscitar un necesario Mea Culpa: no estaría mal que la jerarquía católica se impusiera un silencio (y un cilicio), una especie de inhabilidad para hacer recomendaciones públicas respecto a temas de orientación y derechos sexuales. Que intenten expiar sus pecados en los claustros, los colegios y las iglesias antes de pontificar y rezar por una sociedad que consideran mundana. Es difícil buscar la santidad con los retorcimientos de El Bosco como telón a la espalda.
Hace unos meses Monseñor Juan Vicente Córdoba dijo, respecto de la adopción de dos niños colombianos por parte de un homosexual gringo, que eso era tan peligroso como poner a diabético a vivir en una dulcería. Una muestra de que las obsesiones sexuales de los sacerdotes han llegado muy lejos y necesitan tratamiento. Ellos mismo lo saben y eso se les aplaude: el reconocimiento de los 4000 casos de pederastia se da en el marco de un simposio en la Pontificia Universidad Gregoriana llamado “Hacia la curación y la renovación”.
Pero Monseñor Córdoba no ha sido el único. Hace unos días le siguió los malos pasos Monseñor Rubén Salazar, Presidente de la Conferencia episcopal colombiana. Sus declaraciones iban en contra de las clases en colegios bogotanos que intentan mostrar la diversidad sexual como algo natural que no debe generar asco ni rechazo. La idea es tan simple como que los homosexuales no deben ser crucificados. Hace unos años dos adolescentes lesbianas en Manizales fueron señaladas por la rectora y chifladas por todo el colegio en una especie de sacramento de crueldad. A Monseñor Salazar le parece que erradicar los prejuicios y alejar el miedo puede “inculcar” valores malsanos en los jóvenes. Según su cátedra la homosexualidad no es contagiosa pero su práctica se alienta al levantar los estigmas que le ha colgado la sociedad.
Y sin embargo uno debe condolerse de los sacerdotes y su fragilidad. Ellos son víctimas de un mundo perverso que los incita al pecado. Le preguntan a Monseñor sobre la dificultad de los hombres de sotana para mantenerse castos y dice que no es fácil, que antes se respiraba un ambiente más sano y que la sociedad de hoy los “incita al sexo”. El mundo “erotizado” enferma a los curas. Solo falta que no solo haya que perdonarlos sino pedirles perdón. Definitivamente prefiero tomar gaseosa con González Alzate que comulgar con Monseñor Salazar.

martes, 7 de febrero de 2012

Jueces emplazados




El lenguaje de los jueces es por naturaleza engolado. Busca hacer honor a las togas por medio del regodeo y el adorno. Se hace enfático a partir de reiteraciones y solemnidades. Digamos que es una costumbre aceptada a pesar de lo ilegible y soporífera. No se le puede exigir austeridad al juez cuando habla desde su silla levantada unos centímetros sobre el escenario de las audiencias. Sus verdaderas obligaciones de ascetismo consisten en utilizar su voz exclusivamente para responder a los procesos, para hablar cuando se le hace una pregunta según las fórmulas aceptadas.
Cuando los jueces deciden salirse de su teatro casi siempre suenan estridentes, impostados, oportunistas. En los últimos años hemos tenido ejemplos varios con magistrados de la Corte Constitucional. Jaime Araujo fue tal vez el más triste de los casos. Ya en el tribunal era una voz disonante. En la política hizo las veces de bufón. Fue candidato presidencial avalado por las comunidades negras y aunque no marcaba en las encuestas decía ser un perseguido. La pareja entre una ex campeona olímpica de pesas, que le dio el aval, y un ex magistrado paranoico, resultó lamentable.
Otros de sus compañeros lo han hecho en voz baja y con mayor prudencia, como Alejandro Martínez que ha sido dos veces concejal de Bogotá por el Polo Demócratico. No deja de ser inoportuno y deprimente saltar del tribunal supremo al cabildo. José Gregorio Hernández también hizo lo suyo como fórmula vicepresidencial de Horacio Serpa. Como le quedaba difícil competir en vibrato se dedicó a exhibir una sentencia sobre los deudores hipotecarios como su credencial de campaña. Bueno para él y malo para la Corte. Carlos Gaviria fue quien mejores resultados obtuvo en la balanza electoral. Y se podría decir que enalteció algunas campañas presidenciales, pero al alto precio de empequeñecer a la Corte Constitucional.
Hasta ahí el asunto no pasaba de ser un salto dudoso de jueces que en muchos casos se encargaron de definir inversiones públicas, imposibilidades políticas y énfasis estatales desde sus sentencias. Porque está bien que la Corte hable de políticas públicas, pero no que sus magistrados se conviertan en políticos ávidos de público. Solo la gresca entre el gobierno anterior y la Corte Suprema vino a dar una idea de lo peligrosas que pueden ser las aventuras políticas de los jueces. Ahora no se trataba de una simple acusación de indelicadeza judicial, sino de una batalla que ponía en cuestión la integridad de la Corte Suprema para cumplir con sus funciones. Y las planillas electorales de algunos miembros de la Corte como políticos fracasados no ayudan mucho: Jaime Arrubla candidato derrotado a la alcaldía de Medellín, Augusto Ibáñez candidato sin curul en el senado, Yesid Ramírez animador de reuniones políticas en Neiva. No es justo descalificar a la Corte por los arrebatos electorales de algunos de sus miembros, pero se hace más difícil su defensa.
Y el color se pone más turbio cuando aparece el logo de los partidos en medio de los procesos más sonados de los últimos días: A Germán Pabón, que fue fiscal del caso Nule, le sacaron a relucir unas elecciones de 1991 con el M-19. Tal vez suene exagerado, pero todos los procesos penales tienen algo de excesos. Y ahora resulta que uno de los magistrados del tribunal que falló contra Plazas Vega, Alberto Poveda, tuvo sus 2264 votos aspirando a la Cámara por el Huila en 2002. Con un movimiento de la entraña del Polo. Problemas de ese ir y venir de la tarima al juzgado o del juzgado a la tarima.

domingo, 5 de febrero de 2012

Una mirada al caso UNE en la Contraloría

Leí con calma y con tedio un resumen de los supuestos hallazgos, o mejor, las señales que según la Contraloría deben mirarse con cuidado en busca de un detrimento patrimonial.

El primero es una bonificación entregada por la junta de Emtelsa a su Gerente por el éxito comercial y la “participación en nuevos mercados”. El bono, como lo llaman en el sector privado, consiste en un Nissan avaluado en 33’000.000 de pesos y una cifra igual en efectivo.
Cuando las empresas del Estado entran a buscar mercados no les queda más que conseguir gerentes con capacidad de ganar las peleas comerciales. Para eso deben emular los incentivos de sus competidores o condenarse a tener supernumerarios muy baratos que llevan a quiebras muy caras. Habrá que preguntar si el señor Fernando Montoya Salazar hizo méritos, demostrados en el balance de su empresa, para merecer las bonificaciones. Pero en principio no veo nada extraño.

Lo segundo que encuentro, con sorpresa, por el ruido ha hecho el presidente de Concejo que ya habla de corrupción y despilfarro, es una frase contundente de la Contraloría: “…se realizó un estudio especializado de los documentos que soportan legal, técnica, financiera y contablemente las operaciones realizadas por UNE EPM durante el año 2010….verificando el manejo correcto de los fondos y bienes y el cumplimiento de los principios de gestión fiscal de economía, eficiencia, eficacia y valoración ambiental.”

Luego la Contraloría hace unas salvedades a esa calificación sin tacha. La primera tiene que ver con la posible negligencia al cobrar los seguros de buen funcionamiento de 35 motos 125 c.c. La segunda por el pago de multas e intereses de mora.
Creo que estas dos son dudas menores. Las multas son casi imposibles de evitar y si constituyeran corrupción pues las Superintendencias de una vez librarían la orden de arresto a los directivos. Que se deben corregir administrativamente no hay duda, pero que constituyan corrupción tal vez no. Sobre el cobro de los intereses de mora se puede predicar más o menos lo mismo. Y si la cuantía no es desmesurada hacen parte del flujo normal de los negocios y en algún momento de estrategias para la defensa judicial.

El tercer pero es tal vez el más importante. Por la cuantía y por algunas palabras de Contraloría. Se habla de pagos irregulares en bonificaciones y planes de retiro voluntario y en algún momento la Contraloría califica esos pagos como “donaciones”. El monto es de 1955.666.630 millones.

Sobre las bonificaciones ya dije algo. Hay que mirar los 900 millones largos girados a tres ex funcionarios. Una directora de ventas y mercadeo, una vicepresidente de mercadeo y una gerente regional. Es bueno aclarar que esos documentos de terminación de contrato por mutuo acuerdo hacen parte del código sustantivo del trabajo y en este caso obedecían a las necesidades de reacomodo luego de la fusión entre Orbitel y EPM telecomunicaciones. Es lógico que se superpusieran algunos cargos.

Creo que lo único que habría que preguntar en este caso es cuánto vale una indemnización de un empleado de ese nivel al momento de un despido. Es bueno recordar que las demandas por esa vía se convierten en una cuenta larga que suma salarios y otras arandelas hasta el momento del fallo 5, 6 o 7 años más tarde. Tal vez sea más cómodo firmar el despido y que la cuenta la pague otro en un periodo posterior, pero sin duda puede ser más barato para la empresa.

Para cerrar creo que vale la pena mostrar un argumento clave. La comparación a UNE con ETB y la Empresa de Teléfonos de Cali. Cuál vale más, cuál se ha manejado mejor. UNE es el primer prestador de Internet en Colombia y el segundo en Televisión.
¿Será que ha sido manejada con las patas del despilfarro? En ocasiones jugar al vengador anticorrupción no deja más que el traje del superhéroe sin poderes.