miércoles, 27 de julio de 2022

Política ancestral

 

Una mega muestra analiza la influencia del muralismo mexicano en Estados  Unidos

El conocimiento ancestral, las figuras y las reivindicaciones afro e indígenas, las luchas sociales en tierras de resguardos y consejos comunitarios terminaron siendo una inspiración clave para el triunfo del Pacto Histórico. Miles de jóvenes en las ciudades salieron a votar por Francia Márquez antes que por Gustavo Petro, y el nombramiento de Leonor Zalabata, reconocida lideresa arhuaca, ha sido uno de los más celebrados del nuevo gobierno. En treinta años las figuras de Lorenzo Muelas y Francisco Rojas Birry, constituyentes en 1991, pasaron del color local al poder electoral. La fuga citadina hacia las selvas sigue siendo un sueño, un llamado… al menos a las urnas.

Ese llamado, esa especie de invocación profunda, tiene una historia larga en América Latina. Hace un poco más de cien años los poetas y los presidentes, los pensadores y los políticos, muchas veces combinando sus roles, estaban hablando de esa raza despreciada que ahora debía hacer orgulloso al continente. Lo que hoy parece un despertar, una novedad cantada por Café Tacuba y Los Aterciopelados hace más de una década, es en realidad la musa de los cantos y los murales de hace un siglo. La política electoral más nueva puede ser solo un fragmento de los poemas más olvidados.

Rubén Darío, quien fue definido muchas veces con una negación: “No es el poeta de América”, empezó a buscar esos orígenes de manera tímida, acoplando las fuerzas indígenas a la sangre española. Y aunque él mismo escribió en alguna carta que pensaba en francés, Unamuno intentó insultarlo diciéndole que las plumas del indio se le veían bajo el sombrero. Pero las plumas americanas estaban por llegar en poemas y manifiestos variados. A comienzos del siglo XX Santos Chocano en Perú y Leopoldo Lugones en Argentina cantaron esas épicas de la fuerte “raza de cobre”. Ambos buscaban el alma de américa en los Incas o en la tradición de los gauchos.

En su libro Delirio Americano, Carlos Granés hace un extenso recorrido por esos tiempos de hazañas sobre el papel. Granés entrega una ruta que bien podría seguirse hasta hoy y que muy pronto pasa de los poetas a los muralistas y a los revolucionarios en México. Todo estaba marcado por el antiimperialismo y la necesidad de una receta propia para manejar la política, o para imponerla mejor dicho. Porque los creadores indigenistas y nacionalistas apoyaron a dictadores con la convicción de que la democracia era una receta extranjera. Los desatinos no fueron pocos. Para José Vasconcelos América tenía el destino de “moldear el alma de la futura gran raza”. En su Raza cósmica, América Latina el lugar preciso para una nueva civilización. Fue Vasconcelos como secretario de educación pública quien entregó los muros de los edificios públicos a los artistas para su misión entrañable: “La simpatía unirá las conciencias, y la pasión amorosa romperá las barreras políticas”. Hace cien años, en septiembre de 1922, llegaron David Siqueiros y Amado de la Cueva a terminar La Creación en los muros de la Escuela Nacional Preparatoria. Unos años antes Haya de la Torre había corregido eso de América Latina para comenzar a hablar de Indoamérica. El indio y el mestizo se contraponían a la élite blanca y ya no se hablaba de un asunto racial sino de una larga exclusión social: “Nuestra lucha por el indígena peruano y americano, es pues, lucha contra el latifundio…”

Han pasado cien años y las causas, los colores, los atuendos y las figuras indígenas siguen marcando la política. Qué viejos parecen esos cantos y que actuales son en la política y en la violencia de nuestros días.

 

 

 

 

miércoles, 20 de julio de 2022

Fábula del capo

 Rafael Caro Quintero, histórico capo mexicano, fue capturado

Caro Quintero: a cuánto asciende la fortuna del “narco de narcos” - Infobae


La historia de la guerra contra las drogas puede leerse cada día de una manera distinta: una fábula, una novela negra, una tragedia, un cuento de horror, una historieta de humor. El pasado viernes fue capturado en México, a 350 kilómetros de su pueblo natal en las sierras de Sinaloa, Rafael Caro Quintero, el llamado Narco de Narcos, el último de los grandes capos de los ochenta, el fundador del Cartel de Guadalajara, la leyenda de las series de Netflix, el hombre por el que la DEA todavía ofrecía veinte millones de dólares de recompensa. Patrón de ‘El Chapo’ Guzmán y ‘El Mayo’ Zambada en los primeros años. Lo encontró entre los matorrales un perro de la marina llamado Max.

Caro Quintero es el paradigma del narco de familia numerosa, doce hijos, dedicada a la agricultura de subsistencia de maíz y frijol, rodeada de polvo y pobreza. En una entrevista de 2016, estando prófugo, dijo que todo empezó cuando tenía 14 años y murió su padre: “hacía mis siembritas de marihuana nada más, la vendía aquí en la sierra…” Pero la realidad muestra el ascenso de un joven con quinto de primaria que logró innovar en cultivos y comercialización. “Domésticó” la marihuana sin semilla que ya se movía en California, levantó los primeros invernaderos y tuvo una finca con más de seiscientas hectáreas sembradas de marihuana y cuatro mil campesinos a sus órdenes. La bonanza marimbera colombiana se vino abajo cuando Caro Quintero refinó la mala hierba mexicana, con fama de ser simple maleza, para convertirla en una flor competitiva frente a la Golden llevada desde la Guajira y el Magdalena.

En noviembre de 1984 se hizo el más grande decomiso de la historia de la guerra contra las drogas: seis mil toneladas de marihuana fueron incautadas en el rancho El Búfalo, en el estado de Chihuahua. Era la hierba de Caro Quintero. Los cultivos habían sido delatados por el ojo de las avionetas antinarcóticos de Estados Unidos. Solo dos meses después fue asesinado Enrique Camarena, agente de la DEA, junto con un piloto particular que servía a sus investigaciones. Hace unos años agentes de la CIA retirados dijeron que la agencia de inteligencia tuvo que ver con ese asesinato: Camarena había descubierto cruces de dinero narco camino a la Contra nicaragüense. Muchos guerreros contra las drogas terminan encontrándose con los narcos en las rutas del tráfico y no en las persecuciones.

Caro Quintero fue acusado del asesinato, condenado a cuarenta años de prisión en México y capturado en 1985 en su refugio de amor en Costa Rica. Había huido con una menor de diecisiete años, sobrina de un exgobernador de Jalisco. Porque muchas familias políticas terminan emparentadas con los narcos en medio de campañas y otras fiestas. El capo hizo tránsito de veintiocho años por seis cárceles y salió libre en 2013 tras el fallo que estimó que su condena no fue dictada por su juez natural. El Narco de Narcos volvió a sus dominios y formó muy pronto una guardia de mil hombres para guardar su espalda: “Llevo 31 años luchando hasta dormido y mire como ando todavía…”, dijo en la entrevista de 2016 a la revista Proceso.

Rafael Caro Quintero es una enciclopedia de la guerra contra las drogas, una antología de sus momentos culminantes, sus desvaríos, sus caricaturas y sus fracasos. Ahora está en la cárcel de máxima seguridad de donde se voló por última vez ‘El Chapo’ Guzmán. Estados Unidos lo pide en extradición y López Obrador enrostra su captura a los gringos. Todo empezó hace cuarenta años con la hierba que hoy genera ingresos por veinte mil millones de dólares al año en Estados Unidos. La leyenda sigue en los desiertos de Sinaloa mientras las noticias de la marihuana hacen parte de los indicadores de la bolsa en las oficinas en Nueva York.