sábado, 9 de febrero de 2008
Verdades insoportables
Los familiares de los secuestrados por las FARC se han convertido en los personajes del año en Colombia, bien sea por sus caminadas o por sus llantos lúcidos y conmovedores, por sus visitas papales o su proverbial desconcierto. Han terminado por encarnar el sentimiento de culpa que el país ha ido cultivando con esmero. Además, el drama será siempre un espectáculo vendedor, una posibilidad perfecta para vestir a la curiosidad con el manto de la consideración. No digo que eso esté mal: no mirarlos sería mezquindad, no oír sus desgracias sería indolencia.
Sin embargo, cuando la voz de las personas sometidas al chantaje se vuelve ley, cuando sus palabras comienzan a intimidar, no son ellos quienes están ejerciendo poder sino los delincuentes a quienes están sometidos. Ellos, agazapados en un dolor que se encargan de manipular con gotas esporádicas de esperanza, hablan por medio de las súplicas y las necesidades de sus víctimas. Por tanto las voces de los familiares de los secuestrados deben oírse con cautela, encierran el más humano de los sentimientos y hablan de una urgencia que no admite consideraciones. Pero no siempre esas voces están cercanas a la verdad, están obligadas a mirar un único objetivo y una única posibilidad. Y muchas veces terminan coincidiendo con las cartas oscuras de los victimarios.
Las declaraciones de Yolanda Pulecio y de Astrid Betancourt en contra de la convocatoria del pasado 4 de febrero son una muestra paradójica. “En Colombia no asistimos a la marcha porque tememos que haya sido realizada por otros intereses”, dice la mamá de Ingrid. Para su hermana el asunto es aún más claro: “Incluso los paramilitares, que son tan terroristas como las Farc, han impulsado ir a las manifestaciones que atizan la rabia y la incomprensión, y justifican la guerra.” Nos hemos cansado de oír la acusación de indolencia de la sociedad civil, y ahora resulta que cuando el azar, la novela de fin de año con Emmanuel preclaro, la novelería, el hastío, las ganas de hacer parte de un acto político multitudinario y otras muchas razones se juntan y logran empujar a millones de personas a la calle a rechazar al secuestro y sus autores, los antes indolentes se convierten en cizañeros sospechosos, en instigadores desalmados. La lógica de un país rechazando a los secuestradores mientras sus víctimas se duelen de ese rechazo, de un relativo consenso civil que se encargan de romper las víctimas y los victimarios parece inexplicable.
Tal vez los relatos y las reflexiones de Primo Levi, el más lúcido de los sobrevivientes de los campos de concentración nazis, puede dar algunas claves acerca de la paradoja. Según Levi era una constante que los familiares de los prisioneros albergaran esperanzas más allá de toda evidencia y construyeran complejas ficciones acerca de la bondad de los alemanes y las condiciones de sus familiares. Con fines defensivos la realidad puede ser distorsionada no sólo en el recuerdo sino también en el presente. No digo que los familiares de los secuestrados no deban mantener sus esperanzas y luchar por hacerlas realidad. Pero la confianza que muestran frente a las razones de las Farc y a su voluntad de paz deja ver algo de las alucinaciones que impone el deseo y el dolor. Es lógico que los familiares piensen que es más fácil empujar al gobierno que a los jefes guerrilleros, pero en su empeño no deben graduar de enemigos a los enemigos de los secuestradores. Por lo pronto nosotros debemos seguir oyendo a las víctimas, intentando comprender los trastornos de su lógica sin que esto implique rechazar las verdades insoportables.
No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos qué forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el Tiempo.
ResponderEliminarSi una herejía cristiana, no importa cuál, hubiese triunfado, no se habría perdido en matices. Más temeraria que la Iglesia, hubiese sido también más intolerante, puesto que más convencida. No hay duda posible: victoriosos, los Cátaros hubieran sobrepujado a los Inquisidores.
ResponderEliminarTengamos por toda víctima, por noble que sea, una piedad sin ilusiones.
Febrero 10 de 2008
ResponderEliminarsi notan alguna coincidencia con la marcha del 6 en este relato favor responder.
Del machete al púlpito
Dios y el diablo han sido los guías de Joshua Milton Blahyi, un hombre que confesó ante la Comisión Nacional por la Verdad y la Reconciliación de Liberia, haber asesinado a 20.000 aldeanos en forma salvaje. Blahyi se convirtió y hoy es pastor evangélico.
Sin ropa, sin nada encima salvo los zapatos, casi siempre un par de tenis, y un machete en la mano, Joshua Milton Blahyi irrumpía en las aldeas pobres de Liberia. Su presencia, a pesar de su delgadez y juventud, era la señal de que el horror estaba a punto de desatarse. Había llegado el 'General del trasero desnudo'.
Tras él, un comando de jóvenes -entre los 11 y los 15 años, en su mayoría-, con los ojos desorbitados, tomaban el control de la aldea. Dividían en grupos a la población: los hombres de un lado, las mujeres y los niños del otro. A los primeros les cercenaban la cabeza con los machetes; a las mujeres las violaban antes de matarlas, mientras que los niños se convertían en sus trofeos. Usaban sus cuerpos para ofrendar sacrificios al diablo, su dios.
Escenas como estas se volvieron comunes a lo largo y ancho de Liberia durante casi una década y forman parte de los relatos del hoy converso pastor evangélico Joshua M. Blahyi ante la Comisión Nacional por la Verdad y la Reconciliación (CVR).
Esta comisión entró en su última fase el 18 de enero y escucha los crímenes cometidos en ese país durante la primera y la segunda guerra civil (1979-2003), antes y después de la dictadura de Charles Taylor, actualmente juzgado en La Haya por genocidio.
Blahyi, tratando de expiar sus culpas en busca de la redención, se ha propuesto contar una y otra vez cómo con su grupo Movimiento Unido de la Liberación por la Democracia mató de manera descarnada a miles en su país -20.000 solo Blahyi-, aunque con ello no desate entre quienes lo escuchan sentimientos distintos al desprecio o el repudio.
Él se presentó a la Comisión por voluntad propia con el fin de pedir perdón y cuando los miembros de la CVR le preguntaron, luego de contar las atrocidades que había cometido, si esperaba un perdón de sus víctimas, exclamó: "quiero que ellos decidan sinceramente si me pueden perdonar o no".
La iniciación
En su autobiografía titulada 'Las Confesiones del General del trasero desnudo' (The Confessions of General Butt Naked), publicada en el 2006, Blahyi relata que su inicio en esta "corte de la muerte" se dio en la niñez.
"A los 11 años, el diablo me hizo una llamada telefónica y me pidió que le sirviera como paje de sus excesos dentro de la tribu Krahn", la misma de la que era oriundo Samuel Doe, un sanguinario sargento que después se convirtió en dictador de Liberia (1980-1990), tras derrocar al presidente William Tolbert.
"Dentro de los Krahn me convertí en gran sacerdote, en el ser de máxima adoración y, en consecuencia, en el mentor espiritual de Doe", cuenta Blahyi, quien explica en su libro que en su etnia los sacerdotes son elegidos más por sus destrezas físicas que por su linaje.
Y fue precisamente en ese ritual donde Blahyi demostró hasta dónde era capaz de llegar. "Se trataba de una lucha en la que no había límites, en la que los elegidos competíamos por nuestras vidas. La única arma con la que contábamos era un machete. Se permitía la mutilación y, por supuesto, el asesinato. El último en salir con vida era elegido sacerdote y uno de los máximos jefes de la tribu, y ese fui yo. Lo logré a los 13 años".
Al ser sumo sacerdote de su etnia, Blahyi también se convirtió en el protegido de Nyanbe-a weh, una de las deidades de la tribu, a la que debía ofrecer sacrificios humanos y a la que él pronto reemplazó por su nuevo dios: el diablo.
La crueldad de sus métodos lo hizo conocido en Liberia. Precisamente de esta crueldad se valió Doe para despejar su camino de figuras incómodas, mientras preparaba el golpe de Estado contra Tolbert y su gabinete, a los que ordenó ejecutar frente a las playas de Monrovia, capital de Liberia, y exhibir sus cadáveres.
Con los años, no solo el modus operandi de Blahyi fue adquiriendo un cariz más sanguinario, sino también su ritual antes de cometer las masacres en las aldeas liberianas. Sus armas también cambiaron. Reemplazaron los machetes por rifles, aunque no dejaron de decapitar a los hombres cuyas cabezas les servían a su grupo, a menudo, como pelotas para jugar fútbol.
Una de las caracteristicas de estas tropas satánicas era que iban armados de fusiles, subametralladoras, lanzagranadas, lanzacohetes y ametralladoras pesadas, ataviados con pelucas y vestidos de mujeres, porque el diablo les habia dicho que aquello los haria inmunes a las balas enemigas
"Yo tenía poderes especiales, podía ser invisible gracias a mis habituales conversaciones con el diablo, que mantuve hasta los 25 años. Por eso era la avanzada de mi tropa. Antes de la batalla, nos emborrachábamos, nos drogábamos y ofrecíamos un sacrificio humano -en lo posible un niño-, del que bebíamos su sangre y comíamos su corazón porque eso nos daba más fortaleza. Luego nos desnudábamos, porque la desnudez nos protegía de las balas (por esto recibió el apodo del 'General del trasero desnudo', General Butt Naked). Nos poníamos pelucas de colores y zapatos, generalmente tenis, o alguna prenda de mujer, e iniciábamos una orgía de sangre y muerte... Matamos a tantos que perdí la cuenta", contó Blahyi al diario surafricano Star.
Cambio de vida
Tan peculiar como fue su pacto con el diablo, fue su arrepentimiento y conversión religiosa, que ocurrió una mañana antes de una nueva matanza.
Blahyi, hoy de 37 años, relata en su biografía que el día de su conversión ocurrió a finales de 1996, cuando una mujer de su tribu le entregó a su hijo para uno de sus habituales sacrificios. Luego de su atroz ritual de siempre, asesinar al niño y comer su corazón, Jesús se le apareció y le pidió que "dejara de ser un esclavo del diablo". "Esa revelación -confiesa Blahyi- me motivó a buscar mi redención".
Así, a los 25 años, de manera clandestina, cruzó la frontera hasta que halló un lugar seguro: el campamento de refugiados de Buduburam, en la vecina Ghana. Allí le confesó sus pecados a un sacerdote, se convirtió y se ordenó pastor. Hoy, es el presidente del End Time Train Evangelistic Ministries Inc., cuya sede central está en Liberia.
Relatar sus crímenes, incluso frente a las familias de sus víctimas, se ha convertido en la manera de expiar sus culpas.
Por eso, actualmente se enfrenta a la CVR, a sabiendas de que puede ser condenado a muerte si esa comisión recomienda que sea procesado por crímenes contra la humanidad.
La Comisión Nacional por la Verdad y la Reconciliación. CVR, instalada el 21 de febrero del 2006 y cuyas funciones concluyen el próximo mes de julio, ha recogido cerca de 24.000 testimonios de víctimas y perpetradores en Liberia y recomendará el procesamiento judicial de las personas reconocidas como responsables de las violaciones más graves contra los derechos humanos, entre las que se encuentra el converso pastor Blahyi.
"Predico en contra de los asesinatos y de los sacrificios humanos. Algunos me felicitan y otros dicen que no debería sentirme orgulloso de andar con la frente en alto por las calles de Monrovia. Sé que podrían electrocutarme o ahorcarme, pero creo que el camino correcto es la reconciliación. Me dijeron que la CVR podría ofrecerme un indulto o procesarme. Estoy listo a ir ante un tribunal si es preciso y allí voy a repetirlo todo", aseguró Blahyi al cineasta libero-americano Gerald Barclay, quien rodó un documental sobre su vida.
Sin embargo, para los familiares de las víctimas, las frases del pastor Blahyi no significan nada. Para ellos no son más que las palabras del cruel 'General del trasero desnudo'.
"Yo tenía poderes especiales, podía ser invisible gracias a mis habituales conversaciones con el diablo, que mantuve hasta los 25 años. Por eso era la avanzada de mi tropa. Antes de la batalla, nos drogábamos'".
Joshua Milton Blahyi, asesino de Liberia.
Ay, yo la compadezco y no quisiera estar en sus zapatos y deseo que pronto entreguen a su hija, pero estoy hasta aquí de Yolanda Pulecio.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo Pascual y agrego que los representantes más visibles de los familiares de los secuestrados, la mamá de Ingrid, su hermana y el profesor caminante,entre otros, han echado mano a un discurso político que considero que en nada la ayuda a la liberación de los secuestrados.
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