sábado, 24 de mayo de 2008
Ritos napolitanos
Nápoles rinde por estos días un pagano homenaje a su dios tutelar, el volcán Vesubio que desde 1944 mantiene cerrado su ojo de cíclope. Los habitantes de sus barriadas encienden hogueras de basura en las esquinas y reciben a piedra a los bomberos que pretenden apagar las ofrendas para el monstruo que destruyó Pompeya y Herculano.
La prensa habla de las mafias que manejan los vertederos de basura y de las promesas del impecable y perfumado Silvio Berlusconi: "Volverán las flores", ha dicho Il Cavalieri mientras miraba entre sonrisas a Rosa Russo, la alcaldesa napolitana. Pero nadie dice que las 82 flamas inmundas que se encendieron en la ciudad el fin de semana pasado son un halago para quien duerme bajo la lava del volcán. Es posible que la Camorra pueda mover letargos geológicos.
Lo peor es que los distraídos fieles napolitanos no se conforman con los sacrificios fáciles de la basura. También les ha dado por quemar las casas de cartón y madera de los gitanos llegados de Rumania. Les parece que esas paredes y esos techos improvisados también son basura, al igual que sus habitantes y sus carretillas. Pronto quemarán algunos gitanos y será el momento para que el Vesubio intente sus juegos de purificación. La sangre de San Genaro, patrono de la ciudad, perderá su duelo con la lava vesubiana.
En otros tiempos los habitantes de la ciudad de las 500 iglesias tenían rituales más inocentes y metafísicos. En el cementerio de Fontanelle, en un barrio de grutas, callejones y Camorra, los napolitanos mantenían conversaciones tiernas con un cráneo; cuchicheos y secretos con una calavera que respondía con una mueca cavilosa. La ceremonia de la Capuzelle convertía a Nápoles en un reino apto para innumerables versiones de Hamlet. Mussolini prohibió la representación, le parecía macabra, y más tarde el trajín hizo olvidar esa plegaria delirante de cara a la muerte y afianzó las liturgias napolitanas de ruido y mugre.
Liturgias viejas según la libreta de apuntes de José A. Gaviria, un viajero antioqueño, escritor y publicista, que visitó Nápoles en 1906 con la nariz arrugada y encontró lo mismo que hoy se advierte en sus aceras. Dice su bitácora en tono de injuria: "No digo que sea Nápoles la ciudad más sucia del mundo, porque sé que existen Constantinopla y otras inmundicias orientales…Nápoles es, probablemente, la cantera, el riquísimo yacimiento de donde se extrae la suciedumbre que está proporcionalmente repartida en toda Italia…Los perros, flacos cual conviene a tales dueños, escarban en los montones de basura, donde algún burro viejo toma, sin escoger, su pienso de papeles y de escorias".
Gaviria quiere gritarles puercos a todos los napolitanos y partir rumbo a los embrujos de Roma o Venecia. Pero se contiene y decide subir a la colina de Pisillipo y desde arriba decide perdonar a su anfitriona. Desde lo alto las ciudades siempre inspiran compasión: "Pero si hubiera partido como consecuencia de mi primera impresión, me habría privado de admirar, desde lo alto del antiguo convento de San Martín, el panorama más hermoso que sea fácil imaginarse. Desde aquella altura, en el punto con razón llamado Bevedere, no se huele Nápoles, pero en cambio se le ve en su conjunto y se llega a comprender lo que vale el dicho popular 'Vedi Napoli e poi mori'. Ese panorama de la ciudad y sus alrededores, con el Vesubio siempre humeante, que alza su mole oscura sobre el golfo, es sorprendente y grandioso". Sin embargo el volcán decidió que era momento para una pequeña función de limpieza y meses después del regreso del viajero convirtió su penacho de humo en lava. Es momento propicio para una nueva erupción. Sólo los huesos de Virgilio y Leopardi, sus calaveras que miran desde otra colina Napolitana, podrán convencer al Vesubio de mantener su calma. Rosa Russo tiene una cita para conversar con esas dos ilustres cabezas.
La verdadera inmundicia estuvo presente esta semana al declarar como delito la inmigración ilegal. Si, hablo de berlusca y sus delirios mussolinescos, precisamente en dicha ciudad como escenario. Lástima por la Italia pobre, la mirada por encima del hombro, la asociada siempre con criminalidad, lástima por la ciudad del dialecto incomprensible, la mejor comida, la de las sábanas colgadas en sus balcones adornando sus callejones.
ResponderEliminarLa diferencia entre la Italia del norte, la de Berlucsconi, Ferrari, la que se viste de Prada; contrasta con la precariedad del sur.
ResponderEliminarYo he sido mas bien poco viajado, puedo dar testimonio de San Andres en decameron y pare de contar.
ResponderEliminarLo que se de la Italia del sur lo vi en la pelicula "de amor y soledad", excelente cinta que es de cierta manera una pelicula de carretera por el sur de Italia.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar