domingo, 8 de noviembre de 2009

Talleres Robledo





A lo largo de las carreteras que conducen a Medellín,
desde el norte y desde el sur se alinean grandes y
modernas fábricas que impresionan por sus dimensiones
y su aspecto limpio y presentable…
Hasta sus plantas industriales lucen atractivas.

David.W. Coombs 1951


Un horno eléctrico de 500 kilos reunió a su alrededor a los más importantes fieles del novedoso culto al hierro en los alrededores de la finca Las playas, en las curvas secas y los pantanos que regalaba el río. El fuego eterno de la siderúrgica, sus moldes y su pequeño taller de engranajes merecían el trazo de los mismos arquitectos encargados de los palacios y las iglesias. Y necesitaban los mismos arcos monumentales.
Desde lo alto, los edificios industriales parecen piezas de una misma máquina, ensambladas a lado y lado de las líneas que trazan los rieles y las autopistas, como si siguieran un pequeño plano de instrucciones sobre papel. El edificio de Talleres Robledo fue uno de los primeros perfiles de la máquina que se fue construyendo como orgullo industrial en el centro de la ciudad. Una pieza bien cortada con encargos variados: desde el mecanismo sutil de los volantes para los relojes de iglesia hasta los pisones de las minas y las ruedas ásperas de las trilladoras de café.
En octubre de 1939 el edificio de Talleres Robledo era ya una factoría con los resplandores rojizos del gran horno sobre las tejas de barro del techo. La siderúrgica de Medellín S.A. (SIMESA) había acogido al taller como sede de las primeras alquimias reveladas por un ingeniero alemán encargado de encender el horno eléctrico. Cuando no estaban ocupados con las grandes bolas de los molinos minerales o las ruedas del ferrocarril o los lingotes de hierro gris, los habitantes del taller se dedicaban a la fabricación de las piezas rotas de la propia máquina, una orfebrería indispensable de arandelas, tornillos y bielas sobre medida. El pabellón de Talleres Robledo era entonces la sede de los grandes hervores y de las habilidades más delicadas. Así que no importaba que su gran competidor exhibiera el nombre de Talleres Apolo.
Más tarde el edificio perdió el protagonismo que le entregaba su gran caldera y fue acondicionado como sede administrativa y carpa de dormitorios para algunos obreros. La casa de prostitución y los bares cercanos al taller no impidieron que sus obreros siguieran siendo los “afiladores” de las piezas gastadas de Simesa. No les hicieron perder el pulso. El mismo año en que el horno dejó el edificio del taller aparecieron las letras amarillas bajo el ojo único de su fachada. Letras que una forja especial ha logrado conservar durante 65 años. Al final un nuevo edificio acoge también los taladros de maquinado, la grúa, el torno Cincinati…, y Talleres Robledo se convierte en una simple bodega, “el edificio del viejo taller”.
Cuando caminamos por las calles negras de aceite de un barrio de talleres es normal que una pieza olvidada, todavía con su contramarca visible, nos llame la atención por su firmeza, por el brillo que deja ver un piñón roto, por la uniformidad como se han gastado sus surcos. Talleres Robledo es uno de esos extraños rodamientos que nos animamos a recoger del suelo, una carcasa que guarda en su memoria palas manuales, prensas hidráulicas, turbinas Pelton, masas para trapiches, campanas de iglesia, relojes de torre, puntillas, ruedas de ferrocarril…
Ha llegado el momento para las marcas más sutiles; para que el giro monótono del molino aluda a la veleta, a la aguja del reloj, al torno; ahora el punzón deberá marcar con una diferencia las piezas en serie y la fragua podrá dedicarse a sacar hilos inútiles, un nudo, un dibujo indescifrable. Las letras de Talleres Robledo son ahora una memoria y una alegoría al forjador como un profeta despreciado, un experto en artificios, un artista.
En el Distrito 798, en el noreste de Pekín, en medio de los edificios abandonados de la industria militar y electrónica que levantaron los alemanes a mediados del siglo XX, una pequeña librería de arte y el taller de un escultor fueron la piedra encargada de marcar el centro en el movido estanque del nuevo arte chino. Se instalaron en los edificios de hormigón, dejaron intactas en las paredes las consignas de Mao para los antiguos trabajadores, y fueron creando las ondas circulares que hoy señalan al barrio Dashanzi como uno de los referentes del arte contemporáneo. Talleres Robledo aspira a generar sus propias olas desde su sitio en la orilla del río Medellín, más tenues sin duda, pero ojala suficientes para rebosar el valle que nos sirve de estanque.

9 comentarios:

  1. Una página escrita por encargo para la inaguración del MAMM. (Museo de arte moderno de Medellín.)

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  2. "El valle que nos sirve de estanque"... la mejor forma de decirlo que he leido. ¿Osea que este es el texto inaugural?, ¿Osea también que además de este habrá otra entrada para el martes-miercoles? Ahhh! esta semana como que voy a estar muy de buenas.
    Gracias, como siempre, Pascual.
    PS: Hey si podés date una pasadita por mi blog: http://unaestafa.blogspot.com

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  3. Lula, sobre la tentación de un tercer periodo:

    With elections to take place next October, Mr Lula da Silva has avoided the temptation of seeking a third consecutive term, a move that would involve changing the constitution. Other Latin American leaders, notably in Colombia and Venezuela, are either considering or actively pushing for such changes to prolong their hold on power. But the president says it never occurred to him to become another caudillo.

    “I was even afraid to run for a second term, remembering what happened to Fernando Henrique Cardoso [whose second period in office was much less successful than his first],” he says.

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  4. Un datico sobre el tema religioso que se ha tratado en los últimos días:

    "Otros datos arrojados por la encuesta son que Francia se mantiene como el país más secular de todos los sondeados. Sólo uno de cada diez de sus habitantes considera la religión como algo muy importante en sus vidas, y el 60% de ellos afirma no rezar nunca."

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  5. Pascual con quién me contacto para exhibir mis pinturas hechas en Nueva York: 20 años de trabajo, para un total de 30 seleccionadas.

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