lunes, 5 de abril de 2010

El álbum de los Vallejo



Una nota de los tiempos de El desbarrancadero cuando el personaje y el escritor se señalaban en una foto de infancia

Creo que todos hemos sentido alguna vez la extrañeza que produce ver una foto de infancia de alguien a quien conocimos cuando ya recorría tiempos menos febriles. No es fácil encontrar siquiera un gesto que se superponga entre quien se busca con el álbum en la mano y quien, siendo un niño retratado, miraba ignorante ante la muerte que trae cada segundo. Pueden no haber quedado rastros, es posible que todas las huellas se hayan borrado. La diferencia, más allá de los estragos del tiempo sobre el cuerpo, puede estar en una frase que brinca en medio de la perorata enardecida y la taxonomía de hijueputas de Fernando Vallejo en El desbarrancadero: “De niño uno cree que el mundo es de uno; viviendo aprende que no.”
Volver a ese pequeño emperador que cree poseerlo todo y que logra dar un brillo especial a los loros que cruzan alborotando, a los ríos que bajan atropellando y a las casas húmedas que acogen las horas ociosas, parece ser el gran anhelo de Fernando. En algún momento se refiere entre un paréntesis, dando respiro a las enfermedades que carcomen, al tiempo que corroe y al plomo y la lengua que no dejan títere con cabeza, a “los tiempos idílicos de la niñez remota...”; tiempos que se fueron sin avisar: “¡Y qué hace que éramos niños!”.
Sin embargo Vallejo no nos permite los acosos de la nostalgia ni las blanduras de los anhelos y más tarde dirá, como quien se burla de sus propios ataques de sentimentalismo, que “todo tiempo pasado fue más fresco”. Claro, el presente es el infierno y las llamas aparecen donde quiera que Vallejo voltee la vista. Si en algún momento dejó entrever la existencia de un paraíso infantil que se puede visitar reblujando entre recuerdos, es sólo para preparar un ataque furibundo demostrando la descomposición de ese reino, la inexistencia de ese edén de pacotilla: “Los recuerdos son una carga necia, doctor, un fardo estúpido”. Basura en el “coconut”. Y los niños de antes, a los que la loca, la bestia, la reina zángana o la mamá para que me entiendan, llama hermanitos, son sólo “unas piltrafas de viejos”, unos fantasmas moribundos de sida o desencanto.
Por si las palabras no fueran suficientes para ilustrar el desbarajuste y algún lector bíblico buscase aquello de ver para creer, Vallejo nos entrega la portada del libro. Una foto en la que Darío, el hermano a quien el sida desapareció, es abrazado por Fernando en los idos años en la infancia. La portada deja de ser simple empaque y el polvo de la novela cae sobre ella mientras el lector la observa como si hubiera sido invitado a ojear el álbum de recuerdos de los Vallejo, eso sí, sin tinto y con la mesa de centro empolvada porque en la casa de la loca no había ni café ni quien sacudiera. Y el autor nos comenta haciéndose el bobo, con la intención de que abramos la boca al cerrar el libro y mirar la carátula: “Darío fue el segundo, mi primer hermano. Queda uno foto de él conmigo, de niños, que mi tío Argemiro tomó. Él de bucles rubios y con un abrigo; yo de pelo lacio caído sobre la frente y con una camisa a rayas, abrazándolo. (...) Han llovido los años sobre esa foto y ahora mi hermano se está muriendo.” Es delicioso poder ver a ese par de angelitos que la novela nos mostrará como sacrílegos consumados, un placer similar al de haber asistido a la primera comunión de los Borgia. Ya desde Chapolas negras anunciaba Vallejo esa descomposición propia de hombres y papeles fotográficos, esa identidad que dejan de compartir los niños de los viejos retratos y los viejos que ahora los miran en las páginas de un álbum, buscándose donde ya no están. Hablando de algún retrato de Elvira Silva llega Vallejo a los propios, a los de su infancia: “Todavía hasta hace poco las fotos en Colombia se llamaban retratos, y la cámara que las tomaba máquina de retratar. Con una de esas a mí en mi infancia me tomaron muchas, aunque ahora ya ni creo que el que salía en ellas fuera yo: era un pobre niño aprendiz de fantasma”.
Toda esa evidencia que proporcionan la portada, las hazañas pantagruélicas de los “hermanitos” y la muerte sórdida que asoma en cada página, me llevan derechito a un poema de Boukowski traducido como Pensión de mala muerte. Allí apestan los mismos olores con que lidiaban los Vallejo como caseros en una covacha de heroinómanos en Nueva York, se respira la misma desesperanza de ronquidos sordos y nos asalta el mismo asombro ante esas caritas inocentes que gritan todas las blasfemias y aspiran todos los humos como personajes de El desbarrancadero, asombro que hace decir a Boukowski en el final de su poema:

“(...)Todos esos hombres
fueron
niños
una vez.
¿Qué
les ha
pasado?

¿Y qué me
ha pasado a mí?

Está oscuro
y hace frío
ahí afuera.”

6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Pascual,

    Muy buenas las dos notas sobre Vallejo; la primera sobre el que conversa 162 páginas con su Muerte en el Parque de Bolívar, y esta sobre las fotos de su infancia de días azules. Me pregunto sin embargo si Vallejo habrá dejado de ser un niño, y si no será de ahí justamente -de serlo cada vez más, mientras más envejece- que proviene su genialidad.

    El video de Irak es, efectivamente, impresionante. Pensaba que en no pocos órdenes estamos en manos de ludópatas: en la bolsa y en las guerras, por ejemplo, todo parece funcionar como en un juego de póker o como en un videojuego.

    Saludos pascuales

    ResponderEliminar
  3. Pascual felicitaciones por este artículo de Vallejo, por el texto que publicaste en la última edición de Universocentro "Crimen y Castigo", y gracias por compartirnos el link del video de la muerte de los periodistas de Reuters. Al verlo recordé "Territorio Comanche".

    ResponderEliminar
  4. Pablo me gustó eso de Vallejo como un niño reblandecido. Una especie de anciano terrible.

    Sobre los tripulantes del helicóptero y los videojuegos. Eso fue exactamente lo que dijo el director de la ONG que difundió el vídeo de los Apaches.

    ResponderEliminar
  5. Arrestan a Nina de 12 anitos en New York City por dibujar en el pupitre

    Varias cositas: con el perdon de Pascual esto es para Hilario que quiere un poco de candela ahi le tengo unos temitas para alegrar el Blog:

    Lo de la nina para que salga aqui la barras bravas y me digan que es un estado totalitario ahi le dejo la perla de la nina.

    Yair klein: dijo que si le hacian efectiva su extradición a Colombia se declararia en huelga de hambre porque en Colombia se violan los derechos Humanos le seguirian Rasguno, Mancuso, Don berna

    La mala noticias para estos "senores" que estan en las prisiones americanas es que en EEUU esta prohibida la huelga de hambre,(Como iniciativa propia no por si usted se queda sin trabajo, o en banca rota se puede morir involuntariamente asi si) si se le s ocurre esta aventura politica se le puede complicar su situacion juridica y les pueden hasta doblar las penas, aqui por la fuerza le darian la comida por via intravenosa, en otros paises al menos hay mas libertad pues pueden decidir que hacer, pero aqui no, y no pueden el estado les prohibe morirse de hambre.

    De Lula 75% de aprobacion en Brasil sin precedentes en la historia del gigante brasilero, palo por que si palo porque no

    de lo del helicóptero me dio fue una risa como tratan el tema asociandolo a los juegos de PS3y la caja XBOX, dice Carlos mario Cano que le recordo las peliculas de territorio apache, que pena pero esto no es un videojuego ni un reality de los americanos es el diario vivir de Iraq y Afganistan pascual impresionado a lo mejor ahora si se animara a comprar la consola de sony (es mas barata en el tesoro tengo un amigo que las trae a buen precio) y despues de ver el video y quien sabe a lo mejor le va mejor que los americanos.(pero en el video juego)

    De Ricky Martin creo que Hilario y del Casal debieran pronunciarse esperando a Chinasky que a lo mejor tiene algo mas intrigante que comentar del tema

    ResponderEliminar