martes, 10 de abril de 2012

Momento cumbre




En 1990 se reunieron en Londres los representantes de 112 países para intentar una declaración común escrita en una hoja con el siguiente encabezado: “Conferencia Mundial para la Reducción del Consumo de Drogas”. Han volado muchos aviones sobre las fronteras, han caído muchas mulas, han viajado rasantes miles de las lanchas rápidas, han aparecido los narco submarinos. Ha corrido mucha coca y otras especies debajo de los cercos. Y parece que tanto fracasar no ha sido en vano. Hoy se pueden decir cosas que hace 20 años eran herejías propias de economistas libertinos. El gran avance de la declaración de Londres consistió en una mención tímida a la reposición de “jeringuillas” que algunos países de Europa estaban implementando para evitar el contagio de enfermedades entre sus adictos. Estados Unidos peleó durante toda la noche hasta que al fin se resignó a firmar el texto con esa sucia experiencia de entregar jeringas limpias a los drogadictos.
Colombia estaba en una posición similar a la que enfrenta el México de Felipe Calderón: una guerra cruenta en la que los exportadores de coca buscan una parte del poder del Estado por la vía de la intimidación y el soborno. Era lógico, entonces, que el presidente Barco escribiera cosas como estas unos meses luego de la Cumbre: “Las propuestas de legalización son una respuesta fácil y simplista a un problema complejo y difícil. Llevar las teorías del mercado libre y del sálvese quien pueda a un asunto en el cual, por definición, hay cientos de millones de personas desprotegidas y que, por razones obvias, pueden sucumbir al paraíso artificial que ofrecen las drogas, es renunciar a la lucha para preservar la vida comunitaria.” El cambio de paradigma consistía en entregarle algo de responsabilidad a los países consumidores: debían perseguir a sus adictos, evitar el tráfico de precursores químicos, combatir el lavado de activos y entregar algunos dólares para los ejércitos antidrogas en América latina. Era necesario replantear la guerra.
Hoy en día la discusión parece estar en un nivel distinto. El gobierno de Estados Unidos sigue empeñado en la misma lógica aunque con mejores modales: dice estar dispuesto al debate pero descartando que la discusión pueda producir cambios. William Brownfield, un humorista muy templado, hace las veces de embajador de la lucha antidrogas en el mundo. El hombre se movió rápido para sabotear una posible posición conjunta de Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Costa Rica, que se discutiría días antes de la cumbre en Cartagena. Para algo tiene que servir el Subsecretario para Asuntos de Narcotráfico Internacional y Aplicación de la Ley.
Pero los cambios que harán imposible que Estados Unidos nos recomiende medidas como las de hace 20 años en Londres, llamados a la familia y a los vecindarios a sumarse a la lucha antidrogas, están en la propia opinión pública gringa. Mientras el gobierno quiere mostrarse inflexible la sociedad parece dar los primeros pasos hacia fórmulas distintas. En noviembre se votarán referendos para legalizar la marihuana -su uso medicinal y recreativo- en los estados de Washington y Colorado. Los primeros sondeos les dan ventaja a los amigos de la venta en dispensarios legales. La única manera de arrebatarles el negocio a los jíbaros que defienden su trabajo con la calidad de sus armas y no con la de su hierba. Más del 60% de los jóvenes gringos apoyan la legalización de la droga más consumida en el mundo. Pronto el gobierno de Obama tendrá que dejar de fingir que las soluciones flexibles son para otros mundos.


11 comentarios:

  1. Antecedentes de la discusión. Gobiernos Barco y Betancur.

    Escribe Jorge Orlando Melo

    Lucha contra el narcotráfico: éxitos y limitaciones

    ResponderEliminar
  2. Pascual
    Veo en Twitter que busca esta portada:
    http://www.time.com/time/covers/0,16641,19910701,00.html

    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Joachim muchas gracias. hay que decir que esa portada fue en la edición gringa. la de Santos es en la edición internacional de Time. la gringa es la original, la mamá de la edición mundial.

    ResponderEliminar
  4. Daniel vi la noticia. No me cabe duda que hubo conexiones entre bananeros y paras. Pero la responsabilidad penal es individual, veremos que pasa con Guillermo Gaviria.

    No tengo intenciones de hacer de defensor. Pero sí vale la pena pensar en algo para entender lo que pasó en Urabá. Todo el asunto es más complejo que unos asesinos de derecha defendiendo terratenientes. Allá hubo una guerra civil local. Para pensar esa historia de una manera distinta le recomiendo el libro Líbranos del bien, de Sánchez Baute, ahí se cuenta la historia de la guerra en el Cesar. Los malos de todos los bandos salvando en mundo. Puede leerse en clave Urabá.

    ResponderEliminar
  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  6. Gracias por la recomendación Pascual, mas bien no sigo con el temita porque sé cómo es que se empiezan a defender estos personajillos cuando están cogidos:

    O que lo digan las víctimas del bloque norte en Cesar.

    ResponderEliminar
  7. Pascual:

    La legalización de la droga sería un gran avance en dirección liberal. Sin embargo, el liberalismo político parte de la idea de que cada ciudadano, “pensando por sí mismo”, en uso de su autonomía, puede ejercer su libertad sin atentar contra la de los demás. ¿Será que ese es el caso en Colombia? La penalización genera mucha violencia, pero ¿cómo saber que la legalización no la va a generar también? La idea de la legalización está muy bien, pero a veces hace falta preguntarse por las condiciones concretas en que esa idea sería aplicada. Me parece que a veces se evade esa parte de la discusión y se piensa sólo en la norma, de manera abstracta, como si ésta tuviera validez universal.

    ResponderEliminar
  8. Pablo, es imposible pensar en algunas consecuencias de una flexibilización en el tema de las drogas, problemas que traería una solución de mercado, como se dice ahora, un poco en clave, para no alertar a los moralistas.
    Siempre se ha dicho que es mejor lidiar con adictos que con traficantes. Crear un mercado legal de drogas, por regulado que sea, le quitará buena parte del mercado a las mafias. Ese monopolio criminal es la base de su poder y su riqueza y quebrarlo debilitará sus estructuras de intimidación y corrupción. Es posible que aumente un poco el consumo, uno de los grandes argumentos de quienes se oponen a soluciones distintas a la prohibición dura. Ese fue por ejemplo el argumento repetido de Uribe para acabar con la dosis personal. Este estudio parece demostrar que luego de la sentencia de la Corte Constitucional en 1994 no se dio un salto en el consumo distinto al que ya venía en desarrollo.
    Consumo de droga en Colombia
    Sobre las decisiones concretas como se aplicaría una solución de mercado, es posible ver algunos ejemplos elocuentes. Mire cómo funcionan los dispensarios legales de Marihuana en California. Herborside es un negocio de millones de dólares cada año. Es gracioso ver a algunos policías en condados de California buscando cultivadores legales para lograr más impuestos e impedir el despido de algunos colegas.
    Guerra de malezas
    La legalización no traerá la paz y la tranquilidad definitivas pero quebrará de algún modo el más grande de los poderes criminales de la región. Aquí un artículo que cuestiona el tema y le puede interesar.
    El problema es el crimen organizado. Juan Diego Restrepo

    ResponderEliminar