Hace unas semanas el jefe de policía de Aurora, una ciudad con más de
300.000 habitantes en Colorado, les comunicó a sus agentes que la fiscalía
local dejaría de presentar cargos por posesión de marihuana contra los mayores
de 21 años. La decisión se extenderá poco a poco por los Estados de Washington
y Colorado que en las pasadas elecciones aprobaron, como una práctica legal, el
uso recreativo de la hierba. Pero lo que se ganó en las urnas y en las decisiones
locales puede perderse frente al gobierno federal que dirige Barak Obama.
El Presidente de Estados Unidos sabe muy bien que está en juego su
legitimidad para seguir liderando una cruzada mundial que cada día tiene más
importantes detractores. Esos dos referendos exóticos y más o menos
insignificantes pueden ser el hilo por donde se comience a descoser la política
antidrogas dictada desde el Norte. Luis Videgaray, principal asesor del recién
posesionado presidente mexicano, lo dijo sin muchos pelos: “Obviamente no
podemos manejar un producto que es ilegal en México, tratando de detener su
transferencia a Estados Unidos, cuando en Estados Unidos -al menos en parte de
Estados Unidos- ahora tiene un estatus diferente". Y eso que el presidente
Peña Nieto es enemigo declarado de la legalización. Felipe Calderón, que acaba
de terminar su periodo de lucha a muerte con el narco, dijo con algo de
resignación que había un “cambio de paradigma” luego de esas elecciones. Y ya
apareció un político de izquierda, Fernando Belaunzarán, con la idea de que el
Congreso mexicano regule la marihuana a imagen y semejanza de los más liberales
Estados yanquis.
De modo que la gran pregunta es que hará Obama frente a ese humo incomodo
que comienza a levantarse. Para la ley federal la marihuana sigue siendo una
sustancia tan ilegal como el LSD y la heroína. Sobre el papel Obama podría
movilizar las fuerzas federales para hacer cumplir la ley nacional e imponer
demandas contra los Estados o sus autoridades. El problema es el costo político
que supondría perseguir las decisiones aprobadas por sus electores: la base
demócrata más liberal. El Washington Post
le recomendó hace unos días abstenerse de bloquear la legalización y considerar
a los dos Estados en capilla como conejillos para evaluar cambios futuros. Cada
año se detiene en Estados Unidos a 1’600.000 personas por delitos relacionados
con drogas y los gobiernos locales piensan cada vez más en los costos de las
prisiones y los posibles ingresos de la venta legal.
Hay una antecedente sobre la mesa que da pistas sobre lo que podría hacer
el gobierno central. Durante este año en California han sido cerrados 650 de
los 1400 dispensarios donde se vendía marihuana legal para usos médicos. Las
redadas federales han cerrado dispensarios serios (recetas médicas estrictas y
funcionamiento con visos hospitalarios) y dispensarios laxos (recetas expedidas
en fiestas nocturnas con ayuda de enfermeras en minifalda.)
A diferencia de lo que sucede en América Latina, donde la opinión a favor
de la legalización es todavía minoritaria, en Estados Unidos la última encuesta
de Gallup reveló que más de la mitad de los ciudadanos está de acuerdo con la
legalización de la marihuana. En 1969 solo el 13% la apoyaba. Mientras aquí los
políticos temen a la reacción de la opinión pública respecto a la legalización,
en Estados Unidos el presidente parece dispuesto a retar a la mayoría,
integrada por su propio partido, por temor a perder las riendas de una guerra
que le entrega, sobre todo, un poder de tutela y vasallaje sobre muchos países.
ResponderEliminarPelea en California por los dispensarios médicos NYT
Francisco Thoumi sobre el tema en 2010
ResponderEliminarEstados Unidos, ¿se acerca la legalización de las drogas?
Cómo afecta a México la legalización en EE.UU. Vía BBC
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