Los congresistas antioqueños recién elegidos sirven para demostrar una
triste forma de representación, un cuento viejo de papeletas electorales en los
tiempos del tarjetón multicolor. La mayoría de los votos paisas en las
elecciones del 9 de marzo fueron tan amarrados como los de Sahagún, Ciénaga o
Soledad. En el pasado, Medellín y Antioquia han demostrado que pueden elegir e
impulsar figuras políticas sin la necesidad de las recomendaciones de esas agencias
de empleo que llaman directorios.
Medellín fue la primera plaza de dos de los fenómenos políticos más
importantes del país en los últimos 15 años. Álvaro Uribe y Sergio Fajardo llegaron
por vías contrarias a la política, aprendieron de leyes opuestas durante sus días
en la universidad y en algún momento sedujeron a sus electores desde una trocha
propia, lejos de los trapos partidistas, buscando los votos a ras de piso y no en
las tarimas programadas. Así llego Uribe a la presidencia en 2002 y Fajardo a
la alcaldía de Medellín en 2004. Durante su gobierno Uribe hizo el trabajo
necesario para atraer a los políticos a los que había desdeñado en su primera
campaña presidencial. Y abrazó a Bernardo ‘Ñoño’ Elías, Roberto Gerlein, José
David Name, Andrés Felipe García Zuccardi, Olga Suárez, Samy Meregh y una larga
lista de politicastros, parapolíticos y clanes familiares de distintos acentos.
Ahora se ha vuelto a lanzar disfrazado de luchador solitario y hay que
decir que en al menos 15 capitales de departamento sacó la primera o segunda
votación. Votos de opinión para un candidato que ha comido y renegado de la
política tradicional dependiendo de los odios y las oportunidades. Fajardo pasó
en blanco en las elecciones de Congreso y los pocos candidatos afines que
lograron demostrar al menos su existencia se quemaron sin apelación. De modo
que para la mayoría de los Antioqueños lejanos a las sectas partidistas, no conocían
a un solo candidato nacido en el departamento, fuera para senado o para cámara,
distinto a Álvaro Uribe Vélez. En la
región donde nacieron tres de los fenómenos políticos del siglo que corre -sumemos
a Carlos Gaviria que desde la izquierda logró ser segundo en las presidenciales
de 2006-, se eligieron senadores y representantes anónimos, escondidos tras de
microempresas electorales; funcionarios grises o hijos al acecho ayer y grandes
electores hoy; genios del buen reparto y las planillas burocráticas, doctores
de fin de semana en los pueblos y socios de semana en las oficinas públicas.
Las elecciones se limitaron a saber cuánto les quitó Uribe, como antiguo
patrón, a las parcelas de los godos (en Antioquia hay tres compartimentos
azules y un solo dios verdadero) o a la franquicia desperdigada de la U y sus
esfuerzos individuales. Lo otro fue el viejo trapo del liberalismo que aquí se
parece más a las herencias de Guerra Serna y César Pérez que a la de Galán. Hemos
llegado al caciquismo sin caciques. No había un solo candidato antioqueño al
senado, descontando a Uribe, que pudiera ser atractivo para el electorado
nacional o el votante independiente. De modo que la gran electora del departamento
es una señora Nidia Marcela Osorio, antigua Jefe de Compras en Itagüí y hasta
hace 5 años concejal de ese municipio. La sigue de cerca Olga Suárez Mira, en
el otro extremo geográfico, Municipio de Bello, pero en la misma orilla
partidista y con modales políticos similares. Y saber que desde aquí miramos
con desdén a Sincelejo y su Gata.
Así es Pascual. La única razón por la que los caciques paisas no sacan los cientos de miles de votos de Besaile, Gerlein o Piedrahita Lyons es porque los buses que llevan gente a votar ruedan más fácil en las sabanas de Córdoba y Sucre que entre las montañas de Antioquia...
ResponderEliminarAhora se nota cómo hace de falta tener un partido, tanto que ha hecho Fajardo por no tener uno...
La gata es de Magangue, No de sincelejo y domina más Bolívar y Atlántico que Sucre.
ResponderEliminar