Las noticias de los últimos años han convertido a los capitanes de barco
en una especie medrosa y despreciable. La figura altanera y hosca de quienes
comandan los oscuros buques de carga, o la estampa elegante y serena de los
anfitriones y guías de los cruceros y los ferrys son
ahora un simple recuerdo para las mentiras de las películas. Las cabinas de
mando reseñadas en tres recientes historias de mar, una épica y dos tragedias,
para la prensa demuestran que el camarote del capitán puede ser un cuarto para
la frivolidad, la cobardía y los alardes.
Primero fue el capitán Richard Phillips y su valor contra los
piratas somalíes. Tom Hanks terminó interpretando su barba blanca y Obama lo
recibió con bandera ondeante como es justo para un héroe de mar. Pero a la
tripulación no le gustó la película. En la pantalla grande Phillips se ofrece a
guiar a los piratas hasta la costa de Somalia para proteger a sus hombres. Pero
la bitácora dice otra cosa: el capitán desatendió siete correos que le recomendaban
mantener prudente distancia de esa costa convertida en fortín de piratas: “Pidieron
al capitán no navegar tan cerca de la costa de Somalia pero él les replicó que
no iba a permitir que unos piratas le asustaran”, dice la abogada de los once
tripulantes que demandaron frente al “premeditado y consciente desprecio por su
seguridad”. Un ingeniero a abordo fue quien se enfrentó a los secuestradores y
permitió la “negociación” que acabó con la fuga de los somalíes. Y Phillips terminó
en el bote salvavidas alentado por los empujones de sus captores más que por su
voluntad de héroe. Al ver la película uno de tripulantes hizo de crítico con
una sonrisa: “Es una buena película, eso sí. Realmente divertida”.
La travesía de Francesco Schettino en el Costa Concordia es más trágica y
más vergonzosa. El hundimiento del crucero que comandaba dejó 32 muertos y un
hermoso adorno frente a la isla de Giglio. El capitán acercó el barco a la isla
para dar una alegría al Maitre que
tenía a su familia pendiente en la orilla. Luego del golpe contra una roca
vinieron las escenas de película: un parpadeo de la luz, algunos platos contra
el piso, el grito de las señoras. El capitán omitió la señal de auxilio y
tranquilizó a los pasajeros cuando el desastre era inevitable. Luego dijo al
personal en puerto que solo era una falla eléctrica y terminó a bordo de un
bote salvavidas. Durante el juicio dijo que había caído accidentalmente en el
techo del bote. La conversación entre el
funcionario en tierra y Schettino es una
especie de diálogo teatral entre la firmeza y la indolencia. El funcionario le
ordena regresar a bordo, lo conmina en medio de gritos, lo releva del mando.
Pero Schettino terminó sobre una piedra
de Giglio viendo cómo se hundía el Concordia.
Ahora sabemos que el capitán del ferry Sewol, Lee Joon-seok, dejó al
mando a la tercera oficial para ir a su camarote. Al parecer un giro realizado
por la joven de 26 años hizo que la carga se moviera a un lado e inclinara al
barco hasta hundirlo. La orden del capitán a sus pasajeros fue mantenerse en
sus puestos. Durante 35 minutos la gente esperó sentada mientras el barco se
hundía. Lee Joon-seok salió en calzoncillos y camisa azul rumbo a un bote
salvavidas que se arrimó al casco del ferry. Saltó ágil la baranda a pesar de
sus 69 años. Los 149 muertos y 143 desaparecidos le costaron el puesto al
primer ministro coreano. La mayoría eran estudiantes de bachillerato en una
excursión. Hace unos días el subdirector del colegio, rescatado con vida del
ferry, apareció ahorcado. No resistió haber saltado antes que sus alumnos.
Las anclas doradas que se entrelazan en la gorra del capitán son ahora dos
pequeñas serpientes juguetonas.
Don pascual. El código de honor es tan subjetivo frente a la condicion humana, y reacción de supervivencia. He conocido personas que pasado el momento de peligro recuerdan que dejaron atrás hasta a su mamá. Los actos de cobardía se hacen notorios en aquellos de los cuales todos esperan un acto heroíco y por lo general no resultan ser los super hombres. No justifico, de hecho es mezquino y cuestionable. Pero es más común de lo que parece.
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