Si a los discursos inflamados de Hugo Chávez se les hubiera aplicado la
misma lógica del derecho penal que a los discursos enardecidos de Leopoldo López,
es seguro que el expresidente habría muerto en la cárcel. Chávez era un experto
para la diatriba y la arenga, para la sátira a sus contrincantes y para
convertir las canciones populares y los refranes en himnos de guerra. Un
palabrero del odio y la instigación como pocos. Los “escuálidos” lo saben muy
bien, y las milicias bolivarianas aprendieron bajo su voz a convertir los agravios risueños en golpes
francos.
Durante el juicio a Leopoldo López se analizaron cuatro de sus discursos
anteriores a los hechos violentos de febrero de 2014. La defensa pidió que se
incorporaran los treinta y dos discursos previos a las “guarimbas” que dejaron
más de cuarenta muertos, pero a la juez le pareció irrelevante tanta monserga
de megáfono. Lo que en realidad resultó clave para la condena fue el análisis “discursivo
y prosódico” hecho por Rosa Amelia Asuaje León, una lingüista de la Universidad
de los Andes de Venezuela. La señora Asuaje León entregó como perito de la
fiscalía cerca de 24 horas de declaraciones y un informe de 131 páginas. Muy
pronto el derecho penal se convirtió en un juego de especulaciones académicas y
aparecieron Aristóteles, Herácles, Glauco y otros testigos de ocasión. Ahora se
trataba de desentrañar las intenciones de un discurso, de traducirlo, de
hacerlo peligroso por la vía del ovillo de la experticia. Ya no solo valían las
palabras sino los acentos, las pausas y el “Ethos del enunciante”.
Las palabras de la señora Asuaje comienzan con el enrarecimiento de la obviedad:
“…todo discurso se realiza en función de una intencionalidad preclara por parte
de quien lo construye en su mente y luego lo emite para que sus receptores lo
escuchen o lean y actúen en consecuencia”. Hasta ahí todo parece parte de una
inofensiva y empalagosa jerga académica que necesita oscurecerlo todo. Pero esa
especie de transcripción encriptada sigue avanzando para explicar el discurso original
y cargarlo de amenazas: “es evidente y convendría que el orador dispusiera con
su discurso a los oyentes de manera que estuvieran en la disposición de los que
están enojados, y a los contrarios poseedores de culpas tales que merezcan se
sienta ira, y con cualidades que hagan sentir ira”. Para la experta el discurso
intenta que la gente se identifique con el orador, que le hierva la sangre al
oír las culpas de sus rivales y que tome conciencia de que es necesario un
cambio de rumbo en la democracia. Eso podría decirse de los discursos de los
políticos en todas las plazas públicas del mundo, pero en Venezuela resultó ser
un delito. La conclusión fue que el “emisor” había llevado a sus oyentes a
identificar al gobierno de Maduro como antidemocrático y los había incitado a “obrar”
para lograr el objetivo de sacarlo del gobierno.
Durante el juicio no importó que la señora Asuaje León fuera cercana al
Partido Socialista Unido de Venezuela ni que hubiera escrito, durante los
últimos 4 años, 24 artículos para www.aporrea.org, uno de los sitios insignes
del chavismo radical. En uno de esos artículo se lee esta frase digna de un
perito con muchos peros: “Mientras haya una dirigencia opositora en este país
que se detenga en distractores mediáticos: los abyectos del pasado y los
insustanciales de ahora, no será posible que remonten una elección más. Les
falta pueblo, dignidad, originalidad y sobre todo ética”.
De la mezcla del derecho penal y la cháchara académica pueden resultar los
más peligrosos ladrillos.
http://foreignpolicy.com/2015/07/27/the-making-of-leopoldo-lopez-democratic-venezuela-opposition/
ResponderEliminarArticulo interesante que no comprueba nada, pero que de todas maneras vale la pena leer