Podría llamarse el síndrome del
trasteo. Consiste en una pequeña obsesión policial durante los primeros días de
gobierno. Una necesidad de la escoba nueva, el pulso firme y las manías
lustrosas que el nuevo inquilino exhibe a vecinos y arrendadores. El recién
llegado pega la nariz al reglamento con un celo que demuestra más devoción por
la letra que por la realidad, y encuentra en la libreta de multas y
contravenciones un poder que ha sido desmentido cientos de veces. Los efectos
de esta modesta patología son variados, uno de los más dañinos es aquel que nos
convence de que las vueltas de la policía ahora no son solo ineficaces sino inútiles
y banales.
La alcaldía de Medellín prepara una
cruzada contra los bebedores de parque, esquina y acera. Una persecución que
sin duda hará felices a los policías con mucho tiempo y pocas ganas de
enfrentar a los verdaderos poderes que los retan o los reclutan día a día. Y
hará dichosos a los burócratas obsesivos del control, a los paranoicos que ven la
ciudad con los ojos del inspector de riesgos laborales y a las damas y caballeros
de la liga de la temperancia. Se alega que el desorden alienta la criminalidad
y el ímpetu alcohólico enciende las riñas. Los viciosos deben vivir entonces de
puertas para adentro, ocultos, sin exhibir la desvergüenza de sus desenfrenos.
Pero las cifras muestran que la violencia se ejerce cada vez más en las casas,
en el ámbito privado, lejos de los supuestos desmanes públicos.
Tal vez lo que se necesita es un poco
más de aire, la posibilidad de caminar y respirar no tiene que ser incompatible
con la felicidad de una cerveza fría en una acera o un parque. La
administración ha convertido las palabras recuperación y limpieza en sinónimos.
Quiere recuperar los parques sin importar que eso los haga inútiles. Qué será
del parque San Antonio, del parque de El Poblado, de El Periodista, de las
afueras del Atanasio, del Carlos E. Restrepo sin la posibilidad de conversar
con una pola o una copa en la mano. Hace poco vi dos ajedrecistas enfrascados
en su lucha y sus botellas sobre una acera en Córdoba, en el centro de Medellín.
Una escena que bien serviría para invitar a quienes se niegan a “bajar” a la
parrilla de la ciudad. Ahora un policía llegará a regar su tablero para
obligarlos a jugar tras una reja. Se divide
a los ciudadanos entre quienes disfrutan en familia de una manera sana y
quienes ensucian los parques con su aliento y su berrinche. Hace poco el Inder
señalaba los abrazos pasados de tono en las canchas como una falta de respeto a
la comunidad. A ese paso van a parcelar los parques: zonas para niños y
adultos, para fumadores y no fumadores, para lascivos y moralistas. También podrían
pensar en horarios limitados para esos públicos diversos que la administración
no logra ver como una misma comunidad e insiste en separar entre cívicos e
incultos.
Toda esa tara me hizo recordar un
texto de Christopher Hitchens sobre la administración de Bloomberg en Nueva
York y sus cientos de prohibiciones. Es inevitable que surja “una resistencia
natural a la coacción” que según el ensayista británico está implícita en la personalidad
humana, y sobre todo en la ciudadana, diría yo. “Hay leyes que son defendibles
pero inaplicables”, dice Hitchens, y resalta el sentido natural del absurdo
para identificarlas. Los proveedores de la disciplina no piensan en las
posibilidades del ciudadano inofensivo, ni en los riesgos de entregarlos al
poder subjetivo de dos policías letárgicos, para ellos lo más importante es
mostrar su lucha contra la delincuencia y “asegurar que todo el mundo ha pasado
un rato aburrido y sano y está cobijado en la cama antes de las dos de la
mañana”.
Pascual ¡qué maravilla de texto! ví reflejada en esas letras mi tristeza por la bohemia del Medellín nocturno y el debate, el beso o la lectura con aliento a cebada y humo.
ResponderEliminar"prefería esperar tus mañanas en un bar, o en un parque solitario para que te vomitaras plena de libertad y radiante de sol sobre mi corazón borracho." decía Arango en "Medellín a solas contigo"; hoy estaría preso y muerto de la risa, de la traba y de la borrachera.
Salú!
Muy real
ResponderEliminar¡Quien entiende a los Locombianos!? Personalmente creo que una sociedad organizada promete futuro, en nuestro caso donde el libre, dañino y no controlado comportamiento social influye en la juventud. Ya es tiempo de dejar el egoísmo y confluir como sociedad en la mejora del país. ¿o será que a Pascual le molesta individualmente que le controlen fumarse el porrito en el parque?, No solo hay que hablar hay que actuar. Es nuestro deber para mejorar nuestra ya deteriorada sociedad. Apoyo y acato 100% todas aquellas medidas que nos ayuden a mejorar nuestro nivel de calidad de vida, por mi, por ti, por todos.
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