Los periodistas han
pasado de la suficiencia al temor. Hace unos años el periodista sentía que su
teclado o sus micrófonos estaban sobre un estrado desde el que se dirigía a su
público con la autoridad que le daba alguna cualidad entre el conocimiento y la
popularidad. El periodista terminaba su pequeña nota, su comentario, su crónica,
y bajaba de la tarima con la cabeza arriba y un gesto de orgulloso declamador.
Ahora la realidad le ha entregado un tablado a la audiencia y el periodista
habla desde el fondo del escenario, abajo, sometido a la mirada entre burlona y
vengativa de quienes lo oyen con creciente desconfianza. Cuando termina su
intervención el periodista de hoy agacha la cabeza y sube hasta los palcos de la opinión pública y las redes
sociales con temor a la rechifla y los señalamientos. Ha entendido que hoy su
papel es más seguir la corriente que llevar la contraria.
Hace unos días
leí una frase de Juan Gossaín que fue replicada vía Twitter durante un día
entero: “El periodista es empleado de la opinión pública, no de los medios”. Y
lo que pretendía ser un grito de independencia me pareció la confesión de una
triste tiranía. Cada vez más los periodistas intentan acomodar sus
interpretaciones, sus noticias, su atención sobre los hechos a los prejuicios
de una opinión pública en estado de indignación permanente. En su afán de ser
crítico del poder y de poner en cuestión a funcionarios y directivos de todos
los pelambres, el periodismo se ha ido acercando a la caricatura que repite
prejuicios y retiñe los estribillos de los grafitis. Se trata sobre todo de hacer
un juicio sumario, lo menos complejo posible, que deje bien saciada la venganza
de una ciudadanía que se siente engañada, y entregue un trofeo para el
linchamiento en las redes sociales. Los matices, el contexto, las complejidades
y los desmentidos que siempre entrega la realidad, las culpas compartidas, los azares
que traen las tragedias, la conclusión con interrogantes son vistos hoy como un
maquillaje que busca cubrir la perversidad de algunos. Una simple tibieza.
No entiendo por
qué los periodistas deben ser empleados de la opinión pública, como si fueran
políticos o encuestadores, o publicistas o compositores. Está bien que los periodistas
se hayan bajado de esa nube según la cual llevaban de cabestro a su audiencia,
pero está mal que ahora sean ellos quienes se aten la soga al cuello para ser
arrastrados por la estampida de las redes y los foros de lectores. Creo que el periodista
es empleado, ahora que hablamos de mundos ideales, de la historia que ha
elegido y sus hechos. Debe responder a esa realidad y contradecir al mundo
entero cuando esa realidad se lo dicte con evidencias suficientes. Así tenga
que desmentir a su audiencia lista para recibir un veredicto inapelable.
Hace muchos años
se preguntaba Roberto Arlt, el cronista argentino de pequeñeces, “¿Cómo quieren
que les escriba? Porque unos opinan blanco y otros negro”. Era una pregunta
burlona, lejos de la condescendencia, una pregunta que señalaba los inevitables
descontentos y al final terminaba apaciguando la pequeña tormenta por una de
sus páginas recientes: “Seriamente, no creía que le dieran tanta importancia a
estas notas”. De eso se trata, de escribir y hablar sin pretensiones ni
presiones.
Si es una respuesta a su titulo, diría con el debido respeto, " como se le de la gana", creería que así leería algo honesto, objetivo de ser posible, sin manipulación de nadie, sin el peso de lo que hoy se llama redes sociales, al escribir como se le de la gana, esta libre de la grosería que pulula, al escribir así, es quien escribe dueño de su opinión, de sus letras. Es mi humilde opinión
ResponderEliminar" El mundo tiene dos bandos: todos los que aborrecen la libertad, porque sólo la quieren para sí; están en uno; los que aman la libertad, y la quieren para todos, están en otro" JOSÉ MARTÍ
ResponderEliminarMe gusta tu visión expresada en el artículo. El día en que las y los periodistas colombianos decidan por el bando del bien común, por la defensa, sin claudicaciones, de todo aquello que redima al pueblo de la exclusión y de la esclavitud de la ignorancia, ese día podremos suscribir las palabras del maestro "NO HAY MONARCA COMO UN PERIODISTA HONRADO".
Homenaje a ese puñado de periodistas colombianos soldados de la VERDAD. La historia hará que perduren sus nombres.