La semana pasada
el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, se negó a asistir a un foro para
tratar temas relacionados con el acuerdo de La Habana convocado entre otros por
la Fundación paz y reconciliación. Gutiérrez alegó que no le habían avisado que
habría miembros de las Farc y remató con una frase para el aplauso en su
ciudad: “No me voy a sentar en una mesa con Pastor Alape y otros cuando no le
han cumplido al país. Las Farc tienen que entregar todas las armas y todo el
dinero que recibieron producto del narcotráfico, de las rentas ilegales y de
todo lo que han hecho.” Afuera del hotel que servía de sede al evento unos
treinta energúmenos, con sus carros parqueados a buen resguardo, gritaban
consignas contra los carros de Naciones Unidas.
Sorprende la
actitud del alcalde de Medellín que días antes del plebiscito le dijo al
periódico El Tiempo que apoyaba el proceso de negociación y que votaría SÍ
porque guardaba la esperanza de que se evitarían más muertos y víctimas. En ese
momento el alcalde dijo que hablaba como ciudadano y que desde su
administración no se impulsaría ninguna alternativa electoral. Pero sí hablaba
como alcalde cuando firmó la carta que envió al presidente para que Medellín
hiciera parte del Comité Nacional de Reintegración: “Nuestra ciudad tiene una
magnifica experiencia en materia de reinserción y reintegración de
excombatientes, así como en el desarrollo de estrategias para la construcción
de paz que aún hoy se mantienen vigentes”.
Valdría la pena
que alguien le aclarara algunas cosas al alcalde. Las Farc llevan más de 5 años
en un proceso en el que están a escasos 10 días de entregar sus armas a Naciones
Unidas. Esa entrega y sus plazos han sido convenidos por las partes y serán
verificados. Respecto a la plata, hay que decir que es una exigencia del
acuerdo y que solo en la medida que avance la JEP, y surta efecto el ímpetu y
conocimiento de la Fiscalía, sabremos qué tanto han cumplido las Farc. Siempre
sin mayores certezas por ser un tema de incertidumbres en guacas, cuentas y
caletas.
Pero tal vez lo más
importante sea plantear varias paradojas en la posición de Gutiérrez. La
primera es querer hacer parte de una comisión de reintegración pero negarse
siquiera a plantear diferencias sobre el proceso en un mismo escenario con
miembros de las Farc. Debería aprenderle a su Secretario de Seguridad que trató
con los desmovilizados de las AUC durante unos años. La segunda es que este
proceso ha sido sin duda mucho más ordenado y pacífico que aquel que nos
entregó una “maravillosa experiencia”. Según fuentes oficiales el 20% de los
guerrilleros concentrados están en Antioquia. De ellos apenas 33 han salido de
las zonas veredales: 14 se entregaron al ejército para programas de
desmovilización individual, 5 fueron capturados y 14 se consideran desertores. En
la desmovilización del Bloque Cacique Nutibara solo 497 de los 860 combatientes
entregaron un arma. Cuatro años después, 120 de ellos habían sido asesinados en
el Área Metropolitana y 230 habían sido capturados. La verificación de la OEA
solo llegó un año después del inicio del proceso. En el 2007 en Medellín vivían
3270 desmovilizados de las AUC y el 23% ya estaban por fuera de todo programa y
contacto estatal. Más los que seguían picando aquí y allá. Don investigadores
definieron muy bien el momento de Medellín hace 10 años: “la ciudad está
experimentando una transición desde un modelo paramilitar que hacía usos de la
criminalidad hacia una criminalidad que hará usos del aprendizaje paramilitar”.
En ese momento nadie chiflaba los carros de la
OEA y es seguro que Gutiérrez, como concejal, tuvo reuniones con jefes paras,
mandos medios o reinsertados de base. No se entiende entonces por qué el recato
de hoy. No todo puede ser misas campales y diálogos de acera con los tenderos.
///ESTAS LECTURAS HAY QUE HACERLAS DESPUES DE LOS SUCESOS QUE SE NARRAN, PARA CONOCER EL PROCEDER DE UN MANDATARIO QUE HA ESTADO Y QUIERE Y NO QUIERE ESTAR EN PROGRAMAS QUE CONOCE MUY BIEN.
ResponderEliminar"Qué será lo que quiere el negro?"