El gobierno apenas comienza, el
presidente Duque todavía está afinando la guitarra ajena, dando los primeros
compases, soltando timos y advertencias. Definiendo el tono de sus talleres Construyendo
País y presentándose con un whatsaap (3125300000) donde se puede denunciar a
los jíbaros. Red de informantes 2.0. Sin embargo, las primeras puntadas definen
bien el talante del gobierno, sus aires infantiles y achacosos al mismo tiempo,
su propaganda juvenil y su bandera conservadora, el acento agrio y torpe de
algunos de sus ministros.
Lo primero que llama la atención es
que Marta Lucía Ramírez parece ser el ala liberal del gobierno. Sus declaraciones
respecto al necesario impulso a la implementación del acuerdo con las Farc, su
negativa a la posibilidad de convocar a un referendo para reformar la JEP y la
línea divisoria que trazó entre el gobierno y el Centro Democrático, la sitúan
en el “mamertismo” según el termómetro ideológico del partido del presidente. Ramírez
incluso desmintió el exorcismo del padre Chucho como primer acto del gobierno.
Tras ella aparece la huella de los
ministros sonoros. La ministra de justicia es la que más ha dado qué hacer. Pasó
de la excelencia a la triste inconveniencia. Se le abona que tiene las
intenciones de una madre preocupada, pero no queda más que reprocharle su
audacia un tanto ridícula en el tema de la dosis mínima. Sacó el borrador de un
decreto que busca restringir un derecho constitucional y sus declaraciones
sobre adictos, consumo, certificados de los padres, derechos de los policías y
defensa de los niños muestran el rebujo que hay en su cabeza y en su cartera. Pero
no se contentó con los derechos de los consumidores y siguió con la tutela. Ahora
platea restringir el acceso al principal mecanismo de defensa de los derechos
en el país. Quiere ponerle requisitos de tiempo, de jurisdicción y de procedibilidad
a la acción de tutela. No ha logrado entender que todos los jueces tienen
competencia para resolver sobre derechos constitucionales, que no se puede convertir
una herramienta extraordinaria (en todos los sentidos), en un proceso
ordinario. La ministra de justicia comenzó con ganas de lograr algunos tachones
sobre la constitución y la jurisprudencia de la Corte.
Cuando la señora Borrero descansa madruga
el ministro Botero. Su primera intención es regresar a las fumigaciones con glifosato.
El ministro de defensa habla como agricultor poco asoleado y comerciante
curtido: “Yo les voy a contar mi experiencia como agricultor, yo no he conocido
un mejor herbicida que el glifosato, no existe (…) El herbicida que se usa en
Colombia es glifosato, usted entra a cualquier almacén y ahí está.” Los fallos
de la Corte Constitucional tampoco importan en este caso y mucho menos los
estudios internacionales que señalan la “asociación positiva” entre el pesticida
y el cáncer en humanos. Luego, me imagino que de nuevo como campesino, dijo que
las protestas sociales tenían que regularse y remató con la acusación según la cual
dichas protestas eran financiadas por ilegales. Desde sus días en Fenalco ha insistido
en las pérdidas que dejan esos “desórdenes”. Un discurso que recuerda los
dichos una y mil veces durante el gobierno Uribe: “La protesta está infiltrada
por la guerrilla”. Tanto se repitió eso en su momento que, por ejemplo, líderes
de la protesta de los corteros de caña en 2008 terminaron tres años en la cana
luego de señalamientos del expresidente. Ante la repetición del discurso un
caricaturista de la época decía que al parecer la guerrilla estaba infiltrada
por campesinos que protestaban.
Carrasquilla también ha entregado lo
suyo a la comedia, pero casi siempre a nombre propio. De modo que los ministros
hablan en la mañana y el presidente maquilla y pule en las tardes. Una regla,
un lápiz rojo y un bisturí para hacer la cartelera de todos los días.
Mi respeto Pascual, siempre seguidor.
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