Las grandes decisiones
electorales cada vez están más alejadas de páginas como estas, de los análisis
políticos, las columnas de opinión, el trabajo de los reporteros y los hechos probados.
Las gracias y las furias empujan ahora a los electores, cada día más parecidos a
las máscaras de risa y llanto que enmarcan los salones teatrales de los colegios.
La riada de memes, noticias ideadas, amenazas supuestas y advertencias calculadas
arrastran a los medios, a los electores e incluso a los cuarteles de campaña. Todo
se mezcla y se contamina, los electores crean y obedecen, los “ciudadanos ahora
son groupies de la información
excitante”. Por eso la “loca de la naranjas” termina haciendo publicidad de
House Of Cards, varias empresas brasileras pagan por debajo cerca de tres
millones de dólares para mover grupos de WhatsApp con cadenas que multiplican
rumores desde cuentas cruentas, el alcalde de Medellín contrata un nido de
defensores a control remoto.
La campaña por
las elecciones legislativas que acaban de pasar en Estados Unidos ha dejado un
ejemplo perfecto de la inercia electoral en tiempos del drama, la indignación y
el meme. Tres palabras fueron suficientes para alentar la idea más fuerte del
partido Republicano en el tramo final de campaña: #JobsNotMobs. La frase venía
acompañada de un video con líneas de noticias sobre la mejora del empleo y
algunos trabajadores en una planta ensambladora cubiertos por la palabra Jobs, combinados con turbas de
manifestantes quemando consignas acompañados de la palabra mobs. Primero se hizo viral en Twitter, luego la frase comenzó a
girar sola, más tarde un caricaturista, afín a Trump, la sugirió como eslogan de
campaña y al final era un cuadro sencillo de dos imágenes y tres palabras. La
reacción airada de los demócratas terminó por darle el impulso final. Cuando ya
había sido replicada por algunos actores (“los famosos deciden qué triunfa y qué
pasa desapercibido”) y por medios cercanos a los republicanos solo faltaba la iluminación
definitiva: Donald Trump la trinó desde su cuenta oficial. Sin arandelas solo #JobsNotMobs.
Una semana después de su aparición anónima era elemento oficial de la campaña. El
creador original dice que trabaja en consultorías digitales y cobra doscientos
dólares la hora por entregar claves sobre “guerra memética”.
Luego de la
campaña presidencial en Estados Unidos en 2016 los medios tradicionales han
seguido perdiendo terreno frente a las tómbolas que giran con impulsos partidistas
o diligencia activista de las redes sociales. Los portales de los extremos
ideológicos marcan las discusiones mientras los medios tradicionales intentan
contrastar, entrevistar, analizar declaraciones y propuestas. Un estudio sobre
la reciente campaña hecho por el Oxford Internet Institute reveló que “la
proporción de fuentes de noticias basura (se intenta un término más preciso que
el simple Fake News) que circula por
Twitter ha crecido cinco puntos desde 2016, lo que significa un 25% de todas
las URL capturadas durante el estudio. Los links compartidos de
medios tradicionales sumaron solo el 19% del total.”
Hoy los extremos
hacen mucho mejor las tareas electorales, los políticos se exasperan o se
aquietan según las necesidad ambiente, se impone un lenguaje primario y
corrosivo. El ataque a Bolsonaro en medio de una manifestación, el envío de
bombas a personajes demócratas hacen que la realidad supere al meme. Se
necesitan golpes, golpes fuertes, las campañas solo se ganan por pequeños y
sonoros nocauts.
No solo eso, sino que el meme ha llegado de las profundidades de las cloacas del internet: los supremacistas blancos. El presidente de los US ha aumentado a través de social networking el trabajo sucio de un grupo que pretende apoderarse de los gobiernos del mundo.
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