Las
agresiones comenzaron hace quince días. Un energúmeno vestido de policía decidió
que barrería el Parque del Periodista en el Centro de Medellín con su rastrillo
de arbitrariedades. Se paseaba por el parque insultando a todo el que se moviera,
despreciando a quienes a su vista solo se ajustaban a dos categorías:
criminales o viciosos. Exhibía la más triste de las majestades, una soberbia
fundada en el miedo, en su arma y su posibilidad de decidir si alguien debe ser
golpeado, esposado y enviado a un encierro de corto plazo con una multa a la
espalda.
El
sábado pasado regresó al parque con su método copiado de la brutalidad de
Duterte en Filipinas. Pretendía imponer una multa a una joven simplemente
porque estaba al lado de alguien que se estaba fumando un bareto. Infracción de
lesa cercanía a ese humo maldito. Los insultos se repetían para la pareja.
Cuando buscaba en el piso con su linterna, esculcando cuscas como si fueran tesoros,
le pregunte que si había encontrado un cargamento. Un atrevimiento contra un
largo recorrido de abusos. Inmediatamente prometió una multa por mi osadía y me
pidió la cedula con la arrogancia de quien sabe que impondrá su capricho a
manera de ley. Cuando le entregué la cédula luego de varias amenazas vino una
nueva retahíla de insultos y la promesa de dos nuevas multas. “Lo voy a clavar”,
me aseguró. Desesperado frente al atropello le quité mi cédula. Vino entonces
el asalto de al menos seis agentes.
Llegaron
al bar donde estábamos y sin mediar palabra tiraron mesas y sillas, agredieron
a la mesera que intentaba preguntar qué estaba pasando, golpearon a las mujeres
que pedían un mínimo de respeto. Todo sin decir absolutamente nada, solo con la
actitud humillante que demuestra que eligieron a los ciudadanos como sus
enemigos.
Un
minuto después estaba montado en una patrulla luego de tres puños en el
estómago y una apercuellada digna de mejores delincuentes. Una mujer que grababa
el operativo fue premiada con una zancadilla. Hubo pata para todos. La patrulla
arrancó batiendo su sirena con urgencia, como si llevara al Chapo Guzmán en su banca
de lata.
Al
llegar al Centro de Traslado por Protección me recibió un civil en una mesa para
oír mi testimonio. Aparecía una voz distinta a la de la intimidación, alguien
que hacía recordar que aún había derechos. Mientras tanto los alardes del
agente desorbitado dejaban todo claro en la barra del bar: “Ese Código quedó perfecto
para lambérnoslos a todos”. Cuando llegó a la mesa de descargos ya la apuesta
iba en cuatro comparendos. Pidió mi cédula y comenzó la lucha con los
formularios. Preguntó mi edad, le dije que en la cédula estaba mi fecha de
nacimiento. No logró hacer la cuenta. Le pidió ayuda a la calculadora de su
compañera. Por las matemáticas comenzó a fallar la arrogancia y ahora el
policía me llamaba a un lado a buscar una charla sobre lo sucedido.
De
pronto recibí una llamada del Comandante de la policía metropolitana, un amigo
periodista había llamado a reportar el caso, y el general me preguntaba por el
operativo. El agente ahora decía que tenía que mejorar, que ese sitio era
complicado, pero que él incluso tenía amigos allá, que sus compañeros lo
llamaban ‘Comparendo’ y a veces se le iba la mano. Era triste el salto abrupto de
la brutalidad a la sumisión, del descaro a la enmienda. Mi trabajo de todos los
días me entregó en blindaje contra el despotismo menor, una opción de que mi
versión fuera oída y tomada en cuenta. De lo contrario, a la humillación, los
golpes y la tristeza de ver a amigos y familiares aporreados, le habría sumado doce
horas en compañía de un enajenado en una cancha de micro enmallada y unos tres
millones de pesos en multas. Regresé al parque, ya sin sirenas, en la patrulla abullonada
de un Mayor que intentaba aquietarlo todo. “Espero no banderearlo mucho”, me
dijo al despedirme de nuevo en ese parque visto como una muela picada.
No tengo palabras.
ResponderEliminarClaro que el abuso policial no es nada nuevo, pero el 'Duterteo' de los tombos es preocupante. No todo el mundo tiene alguien que lo saque de un aprieto provocado por un maniaco en uniforme.
XOXO
La pregunta es ¿qué quieren?
ResponderEliminarSea lo que sea, lo que están logrando es poner a todos en su contra.
Leo y lloro por dos razones una porque la fuerza pública quiere reprimir basada en un papel apadrinado por un estado que lo acepta y porque sigue lo mismo de ud no sabe quien soy yo, porque si no fueras un periodista reconocido la brutalidad de la policia no habria cambiado...la policía doblemente falsa positiva si eso existe
ResponderEliminarLa inteligencia policial en su máxima expresión...
ResponderEliminarEse regreso en patrulla abullonada es la practica del " Ya sabemos quien es Usted" pero no sienten que la cagaron por atropellarle su derecho de objetar un abuso, piensan simplemente que los primates se treparon al arbol equivocado.
ResponderEliminarTranquilamente el hermano del Ex Ministro, el Hijo de Pipe Gaviria el "poderoso", el periodista del programa mas es escuchado de colombia, hubiese podido lanzar la frase gloriosa " Usted no sabe quien soy yo" y al comprobarlo, al agente al que apodan comparendo se hubiera cagado en el momento, por la cagada cometida, pero no...el prefirio ser el, respetar su escencia, ser el bacan humilde y ciudadano critico de siempre, que desdeña un sistema podrido y corrupto, como el que ataca los visitantes bohemios del perio...
ResponderEliminarDesde que estuve en Medellín desde el 2004 jamás supe de un problema de violencia en el Parque del Periodista. Qué mierda saber que este lugar sea dañado por el actuar de un policía que le vale verga la gente.
ResponderEliminarAsumir el privilegio? Que pasaría si tú y un montón de privilegiados asumimos el privilegio de la formación y la condición que portamos y desde allí interpelamos a la democracia. Despersonalizando la lucha por la libertad y obviando la individualizacion del ataque y la represión. Te salvaste por tu privilegio . Es una realidad. Ahora que hacer con eso. la poética se junta con la política. .. Aquí espero...
ResponderEliminarQué piedra.
ResponderEliminarGrave que la policía hubiera decidido ensañarse intencionalmente contra la gente de a pie por el sooo hecho de no ser prestante; eso no lo estarían haciendo si no tuvieran la intención de extorsionar a la gente ni la de desquitarse con uno.
ResponderEliminarAl menos se pudo denunciar. Los de a pie siguen sometidos a las arbitrariedades de los que con armas o con un codigo se sienten poderosos y ejercen su vileza.
ResponderEliminarMuchas pichurrias...
ResponderEliminarlo que se tiene que pedir después de esto es que ese policía no tenga trabajo al otro dia, lo hacen porque saben que no les pasa nada, viven en la impunidad, pero cuando empiecen a perder el trabajo +, a ver que si actúan mal se quedan sin nada ese dia podremos esperar un cambio.
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