Para el mandamás
un mínimo déficit de poder se convierte en frustración. No logra entender cómo
los hechos suceden según un gusto caprichoso y ajeno, cómo el mundo se empecina
en desobedecer. El amo recuerda los tiempos felices cuando la realidad se
acomodaba a sus designios. Ahora ese mecanismo de mando se ha roto y no queda
más que la furia, los golpes desesperados del chófer contra el volante.
Antes la
desobediencia se pagaba con las monedas de la persecución y las diligencias de
los capataces. Bastaba señalar para que los verdugos oficiosos hicieran su
trabajo. Pero los dominios se han ido reduciendo a su rancho y su rebaño, y el
jefe pierde la paciencia con facilidad, se descoloca y se ve algo ridículo en
su trono honorario. Se ha dedicado a incordiar, ha pasado de ser el ave sobre
el espaldar del trono a la simple ladilla en el cojín del mismo. Incomoda,
rasca, pincha con aguijón.
Pero si el mundo
no obedece será necesario un pequeño incendio, una obligada tempestad, una masacre
aleccionadora. El superior se dedica entonces a incitar, le quedan sus
discursos alebrestados seguidos de sus sermones pausados, algo de cólera adornada
con un poco de mansedumbre. El reino no obedece como él quisiera pero quedan
suficientes vasallos para azuzar. Y está el odio. “¿Cuántos seguidores arrastra
tras de sí la incertidumbre? Arrastra solo el odio, que sabe lo suyo”. No
necesita esfuerzo cuando acude a ese recurso, lo tiene siempre a la mano.
Pero lo más
triste es el infierno de sus ahijados, de sus príncipes recién adoptados. Todo
comienza con un gesto de reprobación y las exigencias imposibles de la
institutriz. Un poco más tarde ya se ha convertido en el superior del
regimiento. Ya no son solo órdenes, empiezan a aparecer los castigos y las
humillaciones: flexiones, carreras, silencios impuestos. Cuando declara la
traición definitiva, cosa inevitable frente a quienes van unos pasos más allá
de sus caballos, llega la hora de fustigar. Son los tiempos de la obsesión ante
las declaraciones, los gestos, las decisiones del señalado impostor. Ya no
habrá tregua. Cambiará las siglas de su partido y comenzará una nueva
embestida. No se puede negar que a pesar de la distancia del trono usurpado
parece disfrutar su papel de implacable inquisidor: señala, atosiga, agobia. Y
vuelve sobre el pasado, recuerda sus hazañas y sus agallas, el mundo dócil y
ordenado que logró construir no sin esfuerzos y sacrificios, sobre todo ajenos.
Ahora parece un reflexivo y nostálgico rey Lear, y repite sus palabras desde la
silla de montar: “Yo soy un hombre contra quien han pecado más de lo que él
pecó”.
Al final, los
triunfos se convierten muy pronto en derrotas. Donde se buscaban revanchas
algunos partidarios pretenden conciliaciones. A medida que él se endurece todos
parecen demasiado blandos, demasiado cobardes. No es el momento para intentar
apaciguamientos ni proponer acuerdos. Nadie puede explicarle que cuando quiere
mandar sobre el país como manda sobre su escritorio, “no hará sino volcar
tinteros y aumentar más aún la confusión al querer arreglar las cosas”.
Excelente. El que entendió entendió.
ResponderEliminarExcelente. El que entendió entendió.
ResponderEliminarAh. solo se imagina uno como echan de menos esos dictadores de lata los días cuando las cabezas rodaban....
ResponderEliminarXOXO
Todo trae su cenit y su ocaso!
ResponderEliminarEs Ley universal.
:)
ResponderEliminarExcelente escrito
ResponderEliminarUribe lo leerá, lo entenderá y dirá: paz,cuál?
ResponderEliminarJajaja
EliminarA todo puerco gordo le llega su San Martin, a Uribe poco a poco le está llegando su ocaso y fin de reinado.
ResponderEliminarUna corrección "No necesita esfuerzo cundo acude a ese recurso, lo tiene siempre a la mano",en la palabra cundo por cuando. Buena columna. Hay que escuchar la versión de don jediondo.
ResponderEliminarÁlvaro Uribe Velez, el retrasado mental más grande que ha existido, BIEN MERECIDO LO TENEMOS los 44 millones de retrasados mentales que vivimos en este pobre y ridículo País.
ResponderEliminarLas carencias en educación que determinan nuestra cultura le darán vida extra a nuestro tirano popular
ResponderEliminarExcelente pascual,, valiente usted escribir del señor de la oscuridad y vivir en la boca del lobo, q los dioses lo guarden y lo pritejan
ResponderEliminarFelicitaciones por este valiente que escribe la verdad...
EliminarMuy buen artículo Pascual.
ResponderEliminarMuy bien escrito, excelente descripción de la realidad. Gracias y felicitaciones.
ResponderEliminarEl innombrable en su laberinto...buen texto Pascual Gaviria.
ResponderEliminarAlgún día, él pagará todos sus crímenes.
ResponderEliminarTe sobraste, hace falta más gente valiente como tú, y no tanta recua de serviles sin razonar siquiera lo que les ordenan.
ResponderEliminarUribe caudillo el gran colombiano Dios te bendiga eternamente!
ResponderEliminarEste ensayo tiene calidad literaria innegable, además de profundos aciertos en el enfoque. Qué bien está creciendo Pascual, un escritor de quilates.
ResponderEliminarMagnífico escrito
ResponderEliminarDescrito el "OPRESOR" de pies a cabeza tal cuál es éste nefasto y vil personaje
Magnífico texto... Lo sugiero para disfrutarlo pausadamente con los estudiantes de décimo y undécimo... Con miras a enriquecer procesos de pensamiento crítico.
ResponderEliminarAcertado escrito. Admirable su autor. Deberiamos tener mas cojones con el innombrable.
ResponderEliminarExcelente descripción
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