Los
primeros días están marcados por su disfraz de piloto y su mirada desde la
ventanilla, fija y atenta sobre el reino. El niño luce orgulloso su traje y cree
en su nueva dignidad. Viste su chaqueta de la Fuerza Aérea, su camisa de Guarda
Parques, su uniforme de policía implacable. Manda desde el aire, en su
imaginación. Casi se adivina que algún acucioso le lleva su lonchera con dos
jugos azucarados. Su acudiente tiene figura temible del fiador: le entrega
respaldo pero lo mira con un cargoso escrutinio, lo aconseja con la mirada, lo
reprende en silencio. Después de la campaña le han soltado la mano, camina un
poco inseguro y frunce el ceño como primera obra de gobierno.
Su
compañera de mando pretende entregarle algo de confianza, quiere ser su hermana
mayor, le celebra y le presta el formalismo que en su figura se ve impostado y
ridículo. La hermana mayor también le sirve como notaria de cabecera. Pero
luego de tres meses comienza a confundirlo con su acudiente. Le quita la banda
presidencial con sus lapsus, le relega en sus declaraciones. También sus
ministros llaman presidente al mentor y dejan el recién posesionado con un
puchero. El pequeño quiere mostrar bríos y se va de frente contra los acuerdos
del gobierno anterior, contra lo que sus partidarios consideran una afrenta.
Saca sus objeciones y los partidarios le dan una palmadita en la espalda, el Congreso
lo deja entrar al juego y la Corte Constitucional lo castiga definitivamente. Desde
la casa lo empujan al tablero, a dar lecciones, pero termina en el pupitre,
recibiéndolas. En 100 días ha perdido la mitad de su popularidad, solo le queda
la mueca del incomprendido.
El
ministro de guerra hace olvidar, con algo de humor, los aires perversos que
arrastra su partido. Al menos por contraste el presidente se ve serio al lado
del curtido charlatán. Pero el ejército no se presta para chistes y aparecen
las sombras de los muertos por contar, los seguimientos, las violaciones, la
corrupción. Pero el presidente tiene sus trajes de comandante en jefe.
Ya
no sabe a dónde mirar. Pero quiere ser creativo, salir a recreo, proponer
nuevos juegos económicos Piensa y saca el trabajo que escribió para una vieja
tarea. Nadie lee su historia, es solo la diversión para los extraclases. La
respuesta fuera de los salones son las marchas, los gritos en la calle, las
exigencias contra las viejas maneras, los apoyos al acuerdo que el gobierno
desprecia. El presidente intenta moverse un poco, acomodarse, pero queda mal
sentado para sus amigos y fingiendo una postura para sus contradictores.
Entonces
mira hacia afuera y se dispone a tumbar el gobierno de su enemigo más pesado
con un concierto. Luego del fiasco señala a un presidente imaginario para el
reino vecino y entre los dos se dedican a fingir decretos y decisiones
conjuntas. Pero sus grandes compromisos están en otra parte y propone la
fumigación de la mata que mata. Luego de dos años no hay aviones ni veneno ni
permiso. No queda más que inventar una victoria: hay menos coca en el campo…
aunque los laboratorios producen más cocaína. Pero es rudo con los bolsillos de
los consumidores, prohíbe las dosis para mostrarse implacable: y de nuevo la
Corte le dice que no, que así no. El presidente ya no está desubicado sino
aburrido y decide ir a pasear a una granja infantil. Sin disfraz se ve mucho
mejor.
Pero
llega el virus y algo de comodidad. El niño trabaja mejor desde la casa, se ha concentrado
en una sola tarea, se le impuso la vía que no encontraba. En la mañana firma
los decretos y en la tarde graba su programa. Es el anunciador oficial de reino,
y se ve más cómodo, así su programa no tenga anunciantes.
Diabólico.
ResponderEliminarMe encanta.
XoXo
Extraordinaria, muy bien escrita, grata y a fondo con la ironía pertinente. Gracias, Pascual Gaviria.
ResponderEliminarGracias Pascual. Mejora con los días y empezó excelente.
ResponderEliminarInteresante, y donde puedo escuchar la versión de don Jediondo??
ResponderEliminarMuy buena, retrata de manera acertada este mal gobierno
ResponderEliminarEspero que los dueños de caracol y los de la mañana no propicien su hechada de la emisora, excelente resumen del significado de lo que es la ineptitud.
ResponderEliminarAsí es desafortunadamente. Y ni siquiera con Uribe recluido en el Ubérrimo, es capaz de aprovechar y tratar de hacer algo estos dos últimos años. Fue peor que cualquier pesadilla de pesimista, sabiamos que no iba a tener autonomía, pero no imaginamos tal sumisión y falta de carácter
ResponderEliminarMuy bien. Buena clara y directa y con ese humor sarcástico que lo caracteriza
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