Un reino
imaginario de mar y tierra ha dado noticias en los últimos días. No está unido
por las líneas de las fronteras sino por el abuso de sus regentes, príncipe
novel el uno, príncipe heredero el otro, viejo lagunoso el de más allá y un
reciente jefe supremo decapitado en su media isla. Todos reclaman un amplio
derecho tutelar sobre sus súbditos en riesgo, cantan sus intenciones
filantrópicas, defienden el nuevo mundo a su medida y dan ánimo a los
seguidores que ellos mismos han armado de valor y algo más.
El
príncipe heredero dirige una franquicia calcárea que se dice revolucionaria.
Como siempre en estos casos es un ahijado ejemplar, solo que no tuvo un padrino
sino dos y tienen muy pocas opciones de moverse del libreto que dejaron los
“padres fundadores”. El temor acumulado es su principal herencia, lo acompañan
algunas frases hechas, las estampas que han rayado el ojo de los isleños
durante más de sesenta años y cierto desgano impuesto por la propaganda y la
resignación. Un régimen para el que es imposible la renovación, viejo y
paranoico, experto resaltar los sacrificios ajenos y defender los privilegios
propios. Acostumbrado a la disyuntiva entre su poder o la muerte. Los más
jóvenes han comenzado a desafiar lo intocable. El heredero ha dicho que no solo
el pasado, el poder y el futuro son suyos sino también la calle, ha tomado la
frase del virrey retirado hace poco: “La calle es de los revolucionarios”. Ese
poder ha resistido años de huracanes y no es fácil imaginar su fin.
La
feliz pareja que administra otra de las provincias del reino juega con su
propia herencia. Están seguros que derrocar a un dictador hace cerca de
cuarenta años les entrega una aureola que puede con todas las infamias. La
paciencia fue su virtud. Durante más de quince años soportaron la sed del poder
que juraban merecer por sus sacrificios en armas, por la liberación de su
pueblo. Volvió para quedarse. Está por cumplir quince años en el trono y con
seguridad necesitará algunos más para recuperar el tiempo perdido. Su esposa es
virreina y el papá de su nuera es el jefe de policía, la exesposa de su hijo
maneja el petróleo y así hasta copar la finca completa. Quienes amenazan el
poder de la familia han comenzado a ocupar celdas y casas vigiladas. Algunos de
los hijos de sus compañeros de armas han muerto a manos del gobierno del otrora
camarada.
El
príncipe menor muestra modales jóvenes e impetuosos. Nuevas Ideas se llaman sus
maneras repetidas muchas veces: tanques contra el Congreso para “impulsar” un préstamo
urgente, soldados en la puerta de los legisladores para darles “protección” y
lecciones, un llamado a la fuerza letal contra los delincuentes, la expulsión
de los periodistas por odio disfrazado de leyes y la brutalidad carcelaria como
la forma mas eficaz del populismo. Hoy los súbditos lo aclaman, el 87% aprueba
sus ejecutorias y sus ejecuciones. Ahora no necesita fusiles en el Congreso,
tiene mayorías en las sillas y en las calles. Qué joven y qué fuerte se ve con
su gorra hacia atrás y sus amenazas. La calle es de mis revolucionarios, de los
jóvenes audaces, debe pensar el nuevo salvador.
El
príncipe recién asesinado cambió sus exportaciones de banano por el mando de la
República. Y luego quiso cambiar la Carta de su provincia: encargó a sus
expertos, a su pequeña corte, la redacción de las nuevas reglas y alargó su
mando por necesidades propias y ajenas. La estabilidad todo lo puede, aunque
haya tenido siete primeros ministros en cuatro años. Los segundos siempre
quieren mirar el horizonte desde arriba y la traición parece marcó su fin. Son
dos los presidentes asesinados en la provincia en los últimos cien años.
No son
noticias nuevas por estas tierras, solo recientes, repetidas, coincidentes. Conductas
de jóvenes y viejos regímenes, de extremos de tierra y costa.
Gracias, muy buen relato. Me parece que eres muy duro con Bukele. En mi opinión lo esta haciendo bien. El tiempo dirá.
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