La política electoral implica siempre un lente hecho para la distorsión. Incluso, siendo un poco más drástico, podría decirse que tiene siempre detrás un vidrio que impone la deformidad. Un lente ahumado con los sesgos propios, quebrado por la desconfianza, con el aumento que entrega el odio y los intereses propios y la ceguera que generan los miedos reales o imaginarios. Eso nos pasa cada que se vienen las elecciones y jugamos desde afuera, bien sea como simples votantes, como comentaristas desde los medios, como entusiastas de alguna causa. No se trata simplemente de que la puesta en escena de la campaña nos maquille el producto y los discursos sean un embozo. Es también que estamos condenados a ver esa ficción con los defectos propios de las gafas hechas a nuestra medida. El vaho de las redes y los medios termina de empañar los lentes.
Nunca
había estado cerca de un candidato a un cargo de elección popular. Nunca he
hecho parte de campaña alguna ni he repartido un volante o pedido un voto. Mi
recuerdo más partidista está por allá a comienzos de los ochenta, con apenas
diez años, cuando acompañé a mi papá a buscar una papeleta para votar por el
movimiento Firmes que agrupaba algunos intelectuales y tenía a Gerardo Molina
como su líder. Encontrar la papeleta amarilla requirió esfuerzos de casi toda
la familia. Ahora me veo enfrentado a tener a mi hermano mayor como candidato a
la presidencia y a mirar la política electoral desde una lógica desconocida.
El
lente se ha invertido y la deformidad puede ser aun peor. Lo primero es que
toda esta visibilidad, todo el escrutinio y las mentiras sobre un mundo
familiar que creíamos propio, entrega algo de desamparo a nuestras vidas. Es
inevitable que esa avalancha de miradas sobre el entorno privado nos muestre
una dimensión penosa, un reflejo triste al que es imposible responder sin
incurrir en cierto patetismo. Siempre será importante darnos cuenta de la
mirada ajena sobre nuestras certezas personales y familiares, pero en este caso
ese retrato, alentado muchas veces por la caricatura y la falsedad, debilita significados
de nuestro pasado y pone interrogantes sobre las posibilidades futuras. Por eso
pensé el fin de semana en una frase que hemos oído desde hace años en las
películas de detectives, una sentencia antes de la condena: “Todo lo que diga
será usado en su contra y tiene derecho a guardar silencio”.
Muy
pronto comenzarán los reclamos por las obligaciones que suponen los entusiastas
y los opositores. Mucha gente creerá que tengo que responder a los ataques o
los halagos, y que el silencio ante los primeros es cobardía o confesión de
culpa, y frente a los segundos es sencilla grosería. Tocará lidiar con la suposición
de que soy jefe de debate o líder en la recolección de firmas y el trámite de
las recomendaciones.
He
pensado que lo mejor que puedo hacer es asumir cierto desinterés frente a lo
que viene. Pensar que mi cuota de trabajo y respuesta está cumplida por solo
asumir una posición que no busqué. Indiferencia, desgano, distracción pueden
ser unas opciones interesantes para los próximos nueve meses. Aunque debo
confesar que no he podido ejercer esa actitud en estos primeros embates. Por
eso estoy escribiendo estos pensamientos sueltos luego de unos días agitados.
Seguir
con los días de siempre aunque la memoria automática diga que hay cosas vedadas
y la certeza diga que desde afuera toda opinión o todo comportamiento será
visto como una afrenta, una pose o una apuesta proselitista. Por mi trabajo,
por lo que he hecho durante 25 años, es imposible que esté por fuera del juego,
pero siempre es posible pasar cuando la mano no nos corresponde.
CRACK SENCILLAMENTE CRACK. Excelente artículo! 👏🏽👏🏽👏🏽👏🏽👏🏽👏🏽
ResponderEliminarConsidero de corazón al doctor Alejandro Gaviria y a toda su familia, porque la crueldad y la mezquindad no tiene límite en un país cruel que voto No a unos acuerdos de Paz, sólo por cálculos políticos.Fuerza y que ojalá tanta calumnia no lo desanime.
ResponderEliminarQue grqnde pascu, muy buena columna y gracias por tu periodismo 🖤
ResponderEliminarEspero sobreviva intacto a todo lo que se viene. Desafortunadamente cada vez es más despiadada la critica, cada vez es más frecuente la descalificación del que piensa diferente.
ResponderEliminarSin duda eso es lo que se te viene. Hay que ver el nivel de mezquindad y agresividad de las barras políticas en Colombia.
ResponderEliminarQue pereza mk....lo considero.
ResponderEliminarMucha fuerza Pascu.siga siendo el mismo que conocemos,como excelente periodista y ciudadano libre y desparpajado.
ResponderEliminarQue la politiqueria vil y mezquina no lo alcance.
Simplemente simples votantes.
ResponderEliminarUno debe seguir su corazón. Adelante. Buena reflexión.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQue buena reflexión, imagino todo el mar de pensamientos e inquietudes que te llegan en este momento. Pero como dice la canción: "Amor y control...". Para adelante Pascual.
ResponderEliminarOtro periodista que llega al baile de la democracia colombiana
ResponderEliminarCierto o si no sacala como en el fútbol, nunca cambie
ResponderEliminarTodo el mundo deberia tener el derecho a vivir una vida tranquila, lamentablemente en la medida que las encuestas pongan en aprietos a los candidatos uribistas la revista semana se va a encargar de estudiar todos sus movimientos y todo su pasado para que mediante una mezcla perfecta entre calumnia con pizcas de verdad van a destruir su vida asi como lo estan haciendo con Gustavo Bolivar, Gustavo Petro, Claudia Lopez, Roy Barreras.
ResponderEliminarDon Pascu, lamento mucho que las externalidades no sean las ideales, pero tenés que reconocer que vos y tu hermano siempre tendrán que escoger entre la opción "cómoda a nivel personal" y la "responsable con el interés general". Este ciudadano promedio espera, desea y confía que ambos siempre elijan de la mejor manera.
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