La Unión
Soviética comenzó a tambalear en el norte de Ucrania, muy cerca de la frontera
con Bielorrusia. En abril de 1986, el estallido de uno de los cuatro reactores en
la central nuclear de Chernóbil hizo que el mundo soviético, su heroicidad y
sus valores, se contaminaran con la radiación y la incredulidad: “…en la
memoria quedarán juntos, el desmoronamiento del socialismo y la catástrofe de
Chernóbil. Han coincidido. Chernóbil ha acelerado la descomposición de la Unión
Soviética. Ha hecho volar por los aires el imperio”. Las palabras son de
Guenadi Grushevói, científico y diputado del parlamento de Bielorrusia al
momento del accidente nuclear. Y la cita hace parte del libro Voces de Chernóbil, escrito por la
premio nobel bielorrusa Svetlana Alexievich. Allí están los monólogos y los
coros de los hombres y mujeres que vivieron esa pesadilla al despertar.
La
guerra era el referente para una sociedad acostumbrada a las grandes gestas y
las increíbles amenazas. Los militares fueron con sus fusiles a combatir los
átomos de Uranio, las malditas fugas de Torio. “Los soldados de fuego”, los
llamaban los periódicos y la radio. Muchos de ellos murieron hinchados con las
medallas de honor recién puestas: “Quería hacer algo heroico, poner a prueba mi
carácter. ¿Puede que fuera una reacción infantil? Pero gente como yo
resultábamos ser a mayoría, y en nuestra unidad servían chicos de toda la Unión
Soviética: rusos, ucranianos, kazajos, armenios… Nos sentíamos alarmados y, por
alguna razón, alegres”. Había una pasión por el riesgo, un deseo de repetir las
hazañas de los padres que habían estado en la guerra. Los pilotos de combate
dormían en el bosque junto al reactor estallado. Y los veteranos de Afganistán
añoraban otra forma de morir: “Una bala en la frente. He estado en el ‘Afgan’,
allí la cosa era más fácil. Una bala y…” Habla el coro de los soldados.
Se
culpaba a los enemigos: las trampas de la CIA, la maldad de occidente que había
destruido la inteligencia rusa. Hasta los robots hechos para patrullar en Marte
se enloquecían en los campos de radiación. Pero los uniformes habían perdido
sentido y los soldados desorientados disparaban contra los animales en los
pueblos desolados. Era imposible ser un héroe cuando un hijo moría contaminado por
una gorra que su padre había traído de esa batalla contra lo invisible: “…esta
cultura de la guerra se desmoronó literalmente ante mis ojos. Ingresamos en un
mundo opaco en el que el mal no de explicación alguna, no se pone al
descubierto e ignora la ley”. Ahora habla de propia Svetlana Alexievich.
Entonces
era imposible creer en el carnet del partido, en las consignas, en las palabras
de los grandes líderes. Antes, no solo los soldados creían. La ciencia también estaba
por debajo de las grandes palabras. Gorbachov salía en la televisión y decía
que se habían tomado medidas urgentes y la situación se estaba normalizando: “Yo
le creía. Yo, un ingeniero con veinte años de experiencia, buen conocedor de las
leyes de la física… Nos hemos acostumbrado a creer. Yo soy de la generación de
las posguerra y estoy educado en esta creencia”. Habla Marat Filípovich,
exingeniero jefe del instituto de energía nuclear en Bielorrusia.
Putin
le habla hoy a una generación muy distinta. A los hijos de la desconfianza
frente a los sueños militares, a millones de renegados ante la gloria de los
tanques de combate: “Ahora también a mí me parece que son otros quienes
gobiernan el mundo, que nosotros, con todas nuestras armas, y con nuestras
naves cósmicas, somos como niños.”. La sentencia es de Valentín Alexéyevich,
otro científico nuclear. Y tal vez sea una frase dirigida a un exoficial de la
KGB.
no creo que en este punto de la historia estemos ante una amenaza nuclear,mi tesis es que estamos jugando desde hace décadas a JUGUEMOS EN EL BOSQUE...mientras que el lobo está. El lobo no es Putín aunque de este lado si tenemos horas de formación en pastoreo. No estamos a puertas de que se pongan las camisas para la Tercera guerra Mundial, muchisimo menos como las hemos conocido ya que son confrontaciones en las que ganadores y perdedores fueron declarados, hoy, esa declaracón es imposible, el perdedor de una guerra mundial será destruido por nockout y acabaremos todos achicharrados incluso el ganador, los mandatarios lo saben pero también aprovechan la angustia de todos los que esperan la gran explosión para crear reacciones emocionales en cadena y lograr más espectadores para un show emitido 24 horas al
ResponderEliminardía...ME ESTOY PONIENDO LAS GAFAS...