martes, 28 de enero de 2014

Desmovilización y rearme








La experiencia luego de las desmovilizaciones colectivas en Urabá y el Bajo Cauca obliga a plantar cara frente a la realidad que supone la entrega de unos fusiles y el apretón de mano a los combatientes. Un epígrafe sencillo y pesimista podría enmarcar esos dos procesos: una vez se firma la paz, viene la guerra. Tras los acuerdos con el EPL en 1991 y las AUC en 2003 se multiplicaron los bandos, se mezclaron amigos y enemigos, se confundieron políticos y mercenarios, se dividieron utópicos y ambiciosos. Ahí suenan todavía los hermanos Úsuga David como un ejemplo de quienes han hecho el periplo completo en esa larga guerra.
En Urabá el EPL terminó siendo un semillero de la Casa Castaño. Las rencillas de uniforme y la costumbre de matar al contradictor político hicieron que una disidencia del EPL se dedicara a atacar a sus antiguos compañeros con la ayuda de las Farc. Quienes persistían en la guerra, alegando incumplimientos del gobierno, no consentían que unos “traidores” ganaran espacio político de la mano del “régimen”. Comenzaron las matanzas y surgieron los Comandos Populares como una especie de brazo armado de quienes ya hacían política de manera legal: “Los Comandos Populares nacimos para defendernos del ataque de la guerrilla”, dijo Jesús Albeiro Guisao Arias, alias ‘El Tigre’, en su declaración como reinsertado -esta vez del Bloque Bananero de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá- a un fiscal de Justicia y Paz.
Los Castaño, con su banda Los Tangueros, terminaron apoyando a los Comandos Populares en su guerra contra las Farc y la disidencia comandada por Francisco Caraballo. Apenas un 10% de renegados del EPL lograron prender una guerra con nuevos bríos y nuevos actores. El viejo, El Tigre, H.H., Platón, Mataperro y otros tantos terminaron disparando desde la misma orilla de Monoleche y demás hombres de Los Tangueros. En 1995 ya estaba lista la fusión entre los Comandos Populares y la gente de los castaño, y la guerra tenía otros objetivos. Ya no se hablaba ni de esperanza ni de paz ni de libertad.
En 2005 y 2006 se desmovilizaron el Bloque Minero y los Frentes Nordeste, Bajo Cauca y Magdalena Medio del Bloque Central Bolívar. Tarazá y Remedios fueron los municipios escogidos para las ceremonias periodísticas de entrega de armas. Esta vez el fracaso viene de las simples  intenciones de dejar la guerra como espectáculo y alarde de comandantes, al tiempo que se mantiene el dominio sobre los negocios en armas. La coca y la minería ilegal fueron un anzuelo irresistible para quienes conocían el mando armado, las cocinas de coca y los lavaderos de oro. Hasta hace poco Cáceres, El Bagre, Tarazá y Zaragoza pelearon en el ranking de municipios cocaleros en Colombia. Solo el negocio del oro más tranquilo y más rentable produjo una disminución de las hectáreas sembradas a partir de 2011. Además, un informe de Verdad Abierta muestra que entre 2008 y 2011 se dio el mayor auge de desplazamiento en la región. La guerra de los mandos medios de los paras encarnados en Urabeños o Rastrojos mostró que la paz puede ser solo un desequilibrio de la violencia establecida ¿Qué nos espera en el Catatumbo, en Arauca, en Caquetá, en el Cauca? Humberto de la Calle era ministro de gobierno cuando el EPL firmó su acuerdo. Es seguro que recuerda el fiasco.



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