martes, 10 de enero de 2017

Nota necrológica







A finales de diciembre el ministro de defensa Luis Carlos Villegas dijo que el país cerraba el año con una tasa de 24.4 homicidios por cada 100.000 habitantes, la más baja desde 1974. Se trató de una declaración a mano alzada, con los datos todavía por verse y con una cifra aproximada que para el caso de los asesinatos no suena del todo bien: “estará alrededor de 12000, será la más baja de los últimos 32 años, desde 1984". Valdría la pena que el ministro le diera una mirada por encima al informe Forensis 2015 Datos para la vida que publicó Medicina Legal en julio pasado. Allí se dice que la cifra de homicidios en 2015 fue de 11585 y la tasa por cada 100.000 habitantes llegó a 24.03. De modo que si uno compara los datos sueltos del ministro y los datos duros de Medicina Legal el país tuvo un pequeño retroceso en el tema de muertes violentas el año anterior. Noticia que sería desalentadora luego de seis años consecutivos de disminución de homicidios, de 17717 en el 2009 a la cifra ya reseñada en el 2015, una rebaja considerable de más de 6000 casos.
Viendo las cifras preliminares que han entregado las principales ciudades y la consolidación de la tregua con las Farc, resultaría extraño que 2016 marcara un brinco en el descenso de homicidios en los últimos años. Parece que el ministro soltó sus números sin pensarlo muy bien y logró titulares para fin de año y preguntas para el comienzo del 2017. Hay que tener en cuenta que Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Cartagena agrupan cerca del 35% del total de homicidios que se cometen en el país. Entre ellas, Medellín fue la única que registró (según cifras de alcaldes y comandantes de policía) un incremento en las muertes violentas el año anterior. En Bogotá se habla de una reducción del 6%, 81 casos menos; en Cali las cifras son muy parecidas, la reducción sería del 7% con 89 casos menos. Bogotá y Cali tienen una cifra de homicidios muy cercana (1263 la capital Vs 1289 la Sultana) y, por supuesto, una diferencia dramática en la tasa, donde Cali (53 homicidios/100.000 habitantes) triplica a Bogotá (15.8/100.000). Barranquilla registró en prensa una reducción del 6% con 29 casos menos, y Cartagena mostró orgullosa su merma de 50 homicidios y el mejor comportamiento entre las cinco ciudades con una reducción del 24% entre 2015 y 2016. Lo curioso es que la mitad de esa reducción se dio en los meses de noviembre y diciembre, según el alcalde por medidas restrictivas a la venta de alcohol en algunos barrios. Medellín fue el lunar con 37 homicidios más en 2016, un aumento del 7.5%, donde tres comunas, Castilla, Robledo y San Javier, pusieron casi la totalidad de las muertes de más. Contrario a lo que pasó en Cartagena, la mitad del incremento se dio en los meses de noviembre y diciembre, lo que deja preocupaciones para el año que inicia.
Parece claro es que cada vez será más complejo marcar grandes avances. Entre 2014 y 2015 se presentaron 1041 homicidios menos y volver a mejorías de ese tamaño necesitará más que nuevas motos para los policías en las capitales. La disminución propia del acuerdo con las Farc ya marcó su diferencia en 2015, y se estima que solo entre el 10 y el 12% de los homicidios en Colombia tenían que ver con ese conflicto. Además, es seguro que habrá algunos brotes en zonas de antiguo dominio de las Farc. Las ciudades se han estancado y cada año luchan por mantener sus cifras que muchas veces dependen más de pactos ilegales que de acciones policiales y de políticas sociales. Colombia llegó a una tasa que lo sitúa por debajo del promedio en América Latina y el Caribe. Ahora no somos ni la catástrofe ni el milagro. Llegó la hora de luchar contra la normalidad.


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