Todo depende del nivel de energía de nuestros aparatos: teléfonos, computadores, vapos, carros, bicis asistidas… Los cables son nuestro polo a tierra, “he visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, cabezas de ángel abrasadas por una antigua conexión” para cargar sus teléfonos.
Los aeropuertos son campos de batalla por los tomacorrientes, se cambian tres sillas por un enchufe, los pasajeros se acuestan en el suelo en busca algo de batería. Se ven algunos refugiados en las capillas de El Dorado o Palma Seca cerca de las paredes y lejos de Señor. Una nueva secta. Y ese pavor a perder el cable, la gente guarda su seguro de pila en bolsitas de algodón, los ladrones piden rescate por cables robados y se venden como cigarrillos menudeados en chazas, centros comerciales, caspetes, clínicas, colegios, cementerios, peluquerías… No hay establecimiento de comercio donde no se venda un cable para el celular.
Todos nos hemos visto en la angustia de mirarnos en el espejo negro del celular muerto, hundiendo el botón de encendido de manera compulsiva, en un intento de reanimación, con la necesidad urgente de un capítulo, una conversación, una tarea, un chisme, una pelea… No olvido el relato de unas niñas españolas de quince años, angustiadas cuando Instagram perdió su vida durante casi un día. No encontraban a sus amigas, no podían ver las historias de la vida imaginada, ni siquiera ellas podían definirse muy bien con sus historias suspendidas. Cuando estamos sin carga, todos somos un poco esas adolescentes a tientas con su Instagram en pausa, con su cable roto y sus ventanas cerradas, encerradas en el maldito mundo fuera de la pantalla, esa realidad tan indescifrable, tal difícil de abarcar sin guías y sin likes. Al mundo exterior es muy duro darle me gusta.
Mi teléfono se apagó por un descuido en la mañana. El trabajo en ocasiones nos lleva a la irresponsabilidad de olvidar la carga. Era la una de la tarde y estaba en ceros. Me había tomado dos tintos, mi carga estaba en 70% y el teléfono apagado. Lo conecté y lo abandoné luego de tener la absoluta certeza del rayito que indica estamos en camino de reestablecer nuestra relación. Y tomé el sucedáneo de un libro aplazado. Una mente bien ajardinada, se llama esa mezcla de ensayo e historia personal de una psiquiatra con tijeras y regadera. Un encomio de los tiempos y la lógica de las plantas, de su crecimiento y muerte, de su floración y sus caprichos solares. Raíces y redes neuronales, algo de autoayuda bien abonada, si se quiere, pero mucho de buenas historias vegetales.
Cuando volví a mirar, mi teléfono estaba en el 33%. Había leído cerca de 25 páginas y me dio por regar las matas del modesto jardín del balcón. La manguera, me perdonarán en tiempos de sequía, es una de las mejores terapias que existen. En fin, regué las matas, aunque debí escribir plantas, y arranqué algunas hojas secas y limpié la palomilla insoportable en las hojas de un croto en recuperación. Ahora la carga estaba en 46%. Decidí dejarlo apagado y me fui a preparar el tercer tinto del día y a lavar algunos platos que mi miraban con sus ojos de agua grasosa. La carga daba por 69%, tal vez debo comprar un nuevo cable, y ya estaba un poco ansioso por la riña de X y la avalancha del WhatsApp. Pero me resistí a prenderlo y me aburrí un rato en el balcón. Ahí, sin tinto, sin libro, sin manguera, sin celular. El teléfono llegó a 100% y lo prendí, me alumbró con sus colores deslumbrantes, con la foto de unos tréboles rojos que tengo de fondo de pantalla. Su tiempo de carga me había dado un nuevo tiempo.
Y es verdad.
ResponderEliminarEsa imagen que has usado (que nos recuerda a Alien) es tan correcta que me ha dado un escalofrío. Yo soy uno de esos que tiene 'time down' de los electrónicos. Todavía escucho Long Plays, que me obligan a levantarme y dejar el libro (con hojas de papel!) que estoy leyendo para cambiar de lado. Todavía tengo una cámara (con batería) y colecciono radios AM de batería.
Si los zombies nos atacan, me van a matar porque soy torpe y descuidado, no porque estoy mirando la pantalla de mi iPhone.
XOXO
P.S. te voy a traducir y te voy a poner en mi blog, si no te importa.
ResponderEliminarXOXO