viernes, 26 de marzo de 2010
Único round
El día de la inauguración de los juegos suramericanos se formó un túnel de aplausos desde la estación Estadio, donde llegaban las delegaciones guiadas por su porta estandarte, hasta las puertas del Atanasio Giradot. La simple caminata de los deportistas generó lágrimas y vivas entre los aficionados. El público, cámara en mano, grababa a los atletas saludando y los atletas, cámara en mano, grababan al público aplaudiendo entre escalofríos. Los cínicos que tomaban cerveza en los alrededores se reían de la amable turba entregada a los olímpicos de Medellín 2010. Y así ha sido en casi todos los escenarios: filas para ver entrenar a los gimnastas, multitudes siguiendo la lucha olímpica, niños de colegio que le piden autógrafos a los esgrimistas bolivianos. Por los altoparlantes el Metro de Medellín recomienda cederles el puesto a los atletas y las viejitas se paran con dificultad para que los pesistas se sienten. Las niñas de logística les hablan con las pestañas a sus anfitriones y los taxistas se lavan los dientes tres veces al día. Sin embargo, todo ese ambiente de confraternidad olímpica y empalagosa montañerada desaparece al entrar al escenario de boxeo. En la puerta los policías decomisan las correas y los encendedores. Las chicas que anuncian los asaltos son saludadas con frases impronunciables. El rito del box conserva sus símbolos poéticos: los combatientes se paran sobre un cuadrado de polvo blanco antes de subir al ring, lo que es un simple sacudirse la arena de las zapatillas con algo de talco, parece la ceremonia de un duelo místico. Y conserva también los gestos gallardos que lo libran de la simple riña: al terminar el combate los boxeadores van primero a recibir un saludo y una palabra de la esquina rival. Pero en la tribuna gratuita las cosas son a otro precio. En la pelea entre un colombiano y un venezolano de 67 kilogramos la gente se enloquece: “Dañalo, daña esa gonorrea”, grita mi vecino de grada que es ejemplo de moderación. Ahora estamos en una pelea de gallos en un coliseo de Sabaneta. En el primer minuto y medio de pelea los púgiles han entregado todos los golpes y toda la técnica, ahora se fajan en un bonche que hace que los jueces a lado y lado del cuadrilátero hundan los botones rojos con desesperación. En el momento de mayor frenesí una parte de la tribuna inicia un grito sorprendente para alentar al colombiano Cesar Villarraga: “Uribe Uribe, Uribe…” Los jueces se miran y se ríen pensando en la anécdota que contaran de regreso. El colombiano resulta vencedor y sobran los chistes entre aplausos y rechiflas: “sea varón”, grita un ingenioso desde lo alto de la tribuna. Luego de la campana del último combate los fieles del boxeo vuelven a portarse como si estuvieran saliendo de la iglesia.
Hasta los pillos se dejaron contagiar de la fraternidad de los juegos. Apenas se apague la llama, candela.
ResponderEliminarLa tregua olímpica
Como Pascual vivió cinco años en Bogotá entonces viene a echarnos en cara toda su indolencia tan cosmopolita. Por eso fue que lo echaron del colombiano, bien hecho.
ResponderEliminarAyer vi por televisión la competencia de pesas mujeres de menos de 48 kg. Juan Carlos Orrego tenía razon
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ResponderEliminary a JuanDaví que le dió?
ResponderEliminarEstuvo divertida la entrada, de todas maneras se encuentran espacios donde la moderación se desvanece. Me quedé con ganas de saber que le gritaban a las nenas con los anuncios de los rounds.
No Eureka, no me dio nada, a mi también me pareció muy bacana la entrada, que hijueputas tan charros los espectadores del boxeo (apuesto que han sido los espectadores de boxeo más charros en toda la corta historia de las justas de odesur)
ResponderEliminarMuy buena la pregunta de Eureka, ¿que les gritaban a las chicas?
Leyendo los dos reportes de Pascual de los suramericanos uno se lamenta que el no sea precisamente el más laborioso de los reporteros, porque fueron muy bacanos los dos reportes, debieron ser más.
ResponderEliminarOtra cosa de los suramericanos, los televisores de las tiendas sintonizados viendo las competencias de cualquier guevonada. En la misma tienda he visto seguir con atencion por el mismo grupo de espectadores la cumbre de presidentes de Republica Dominicana, el pony futbol, partidos de la champions, partidos del rentado colombiano, partidos de tenis. Por estos dias en esa tienda hablan de judo.
JDV tiene un complejo Lumpen muy bravo, eso se cura cruzando el peaje de LLanogrande.
ResponderEliminarChinasky si me habia dicho que estuvo en la velada boxistica que coincidencia mas grande (...)
ResponderEliminarMe reí mucho con esta columna, me sentí al lado del aficionado elegante aquel que gritaba: "Dáñalo, dañá esa gorronea", que elegancia, que maneras, que léxico exquisito tenemos los montañeros...
ResponderEliminarMedellin 7 Envigado 1
ResponderEliminarSiempre se ha criticado los periodistas hinchas se pierde la objetividad (Que tan raro).
Se desinflaron las estadisticas de Pascual
pascual aqui te dejo algo como ya se acerca el Mundial espero le gusto a todos los fanaticos del futbol.
ResponderEliminarAlemania Vs Grecia
Juka buen partido. Por un momento creí que Maturana iba a ser convocado.
ResponderEliminarSobre el boxeo. El colombiano Cesar Villarraga ganó la medalla de oro. Utilizará la platica de bonificación para el matrimonio con su prometida. De un agarrón a otro.
Cosas que hice en los últimos doce años:
ResponderEliminarme gradué del colegio, estudié el pregrado, visité Cuba y Panamá, viví en Italia dos años y conocí gran parte de Europa occidental, al igual que muchas ciudades colombianas, he cogido el cigarrillo como vicio, lo he dejado un montón de veces y vuelto a coger, fumé y dejé de fumar marihuana, tomé yagé un par de veces, fui a un sinumero de conciertos, tuve dos novias serias y un montón de amantes furtivas, me leí libros de Dostoievsky, Buckowski, Henry Miller, Kundera, Laura Restrepo, entre otros, fracasé con rutinas en el gimnasio, subí aproximadamente 15 kilos de peso, disfruté de tres mundiales de fútbol, de idas a cine, fracasé con la guitarra clásica, etc, etc.
Cosas que Pablo Emilio Moncayo ha hecho en los últimos doce años:
nada.