Juan Manuel Santos ha demostrado una muy temprana fascinación por los
libros de memorias de algunos grandes políticos. Es una dolencia normal en un
antiguo redactor de prensa convertido en presidente. Secuelas del olimpo de las
primeras páginas. Cierra los ojos y se ve redactando sus aventuras juveniles de
conspirador, sus jornadas heroicas como ministro de defensa y su política
social desde la presidencia que lo encumbró como un traidor de clase y dejó
vigente su acción del Country Club.
Pero la verdadera historia que está marcando Santos es algo más modesta:
dejará los primeros antecedentes del comportamiento de un presidente candidato
en nuestra política moderna. En la era Uribe el cambio constitucional en
beneficio propio hizo que el asunto no fuera solo una lucha electoral. Sus
consignas de relección o catástrofe y la permanente incertidumbre institucional
convirtieron su segunda elección en un caso atípico. Santos inaugura una nueva
etapa en el manejo de un gobierno con la mira puesta en el listón
releccionista, una especie de referendo de mitad de tiempo sobre su gestión. Y
las últimas encuestas han demostrado que existen riesgos. Pequeños, pero
ciertos, y dispuestos a asustar y crecer como las sombras. Sería muy triste
pasar de supuesto líder regional a un ejemplo de excepción en el continente:
Chávez, Evo, Correa, Lula, Cristina, Ortega y Leonel Fernández ganaron las
elecciones desde la silla presidencial y dejaron una especie de escarnio político
para el primer presidente que sea derrotado.
Lo primero que hay que reconocerle al presidente es que no tiene afanes
de vana originalidad. Revisó las noticias sobre el primer periodo de Lula da
Silva y encontró el programa social Bolsa Familia que hizo despegar
políticamente al primer gobierno del Partido de los Trabajadores. Ya Familias
en Acción lo había explotado así que buscó su más reciente actualización: “Minha casa, minha vida”, la traducción
no resultó difícil. Por algo Santos ha dicho que cuando grande quiere ser como
Lula. Pero la gran diferencia es que el ex presidente brasilero tenía su fortín
en los estratos populares, podía negarse a asistir a los debates en televisión
y en cambio decir, sudoroso en medio de un discurso, la frase para agitar a sus
electores: “Esta campaña no es la de un candidato contra otro. Esta campaña es
la del pueblo trabajador contra la élite aristocrática". En cambio Santos
no puede más que repetir unos versos de Calixto Ochoa frente a la gente del
Club Valledupar: “Soy hijo de gente pobre, honrada y trabajadores, y así,
luchando la vida, me levantaron mis padres”.
En los palacios hay muchas opciones. Puede hacer como Cristina Fernández
de K. que convirtió al gobierno nacional en el anunciante del 70% de la pauta
oficial en Argentina. Pero Cristina tenía además la dignidad del luto, la
conmovedora escena de una candidata “que en la noche es la mujer que llora a su
marido, y en el día es la presidenta”. Santos, en cambio, ha tenido que dedicar
los primeros esfuerzos a acomodar las fichas en su tablero: sacó de carrera a
dos hombres del gobierno con encargos atractivos en el papel: Angelino camino a
la OIT y Vargas Lleras a manejar una dudosa locomotora. Y poco a poco pasa de
los tecnócratas y los nombres del consenso político a los jefes de su guardia
personal.
Pero algo concreto tendrá que mostrar. Con los elogios a Colombia en las
revistas de negocios y un catálogo de leyes “históricas” no será fácil la
pelea. Mucho menos cuando el hombre que le prestó los votos lo mira con sangre
en el ojo. ¿Será que le toca dedicarse a sus memorias antes de tiempo?
Un perfil con mala leche contra el presidente. Dibujado hace unos meses.
ResponderEliminarEl Santo
Narcisismo y encuestas
ResponderEliminarSíndrome del 70%
Parece que el escarnio de los presidentes-candidatos que no ganan es el que sufrirá Sarkozy el próximo domingo. Anoche le fue muy bien a Hollande, que siguió mostrándose sobrio y sereno frente a un Sarkozy que se mueve, manotea, gesticula, exagera. Se ve nervioso. Sería la primera vez que en Francia el que está sentado en la silla presidencial tiene que ceder el puesto sin querer. Vamos a ver.
ResponderEliminarSí, a Sarkozy parece le cobrarán haber llevado un estilo que en algo tocaba a Berlusconi hasta el Eliseo. El bling bling que han llamado recordando como suenan las cadenas de oro de los raperos:
ResponderEliminar"En el otro lado, su rival también afronta la labor de reinventarse. Atado a la etiqueta de presidente bling-bling, Sarkozy no ha dudado en reconocer que durante su mandato se ha comportado más como un primer ministro que como un presidente.
Y es que, las victorias también obligan a los políticos a reinventarse: de ser el ministro más popular, Sarkozy ha pasado a ser el presidente menos querido para los franceses, cansados de la misma hiperactividad que antes les encantaba."
En toco caso aquí hay un modelo hecho por expertos que dicen que Sarkozy ganará por muy poco.
Sarkozy ganará por los pelos
Una defensa de Juan Manuel Santos por Jorge Humberto Botero.
ResponderEliminarSantos: ¿Politiquero, populista, traidor?