En las discusiones no sucede
como en el boxeo, donde los rivales débiles conducen a combates fáciles.
Discutir con un hombre empecinado en sus verdades, dispuesto a defenderlas con
sinrazones, cuatro trucos baratos y dos insultos grandilocuentes es enfrentar
la peor de las suertes. Siempre se pierde algo frente a esos inevitables
contradictores. Como mínimo el tiempo y la paciencia. Pero eso no es lo más
grave; a fin de cuentas, ese par de monedas escasas están hechas para gastarlas
en causas nobles, ocios respetables, vicios hueros o trabajos forzados. Lo que
de verdad se pierde en las discusiones contra personas acostumbradas a guiarse
por odios viejos y cartillas tiránicas, por razones sagradas y sueños
redentores, es la posibilidad de encontrar respuestas. El interlocutor sabio y
moderado terminará por ponerse al nivel de su contraparte y haciendo de
profesor que guía una pataleta. El interlocutor medio acabará intentando que la
ironía corte el nudo de malentendidos. En cualquier caso, ya no se hablará del
tema convenido sino de las obsesiones del obtuso de turno y de las fallas
retóricas de su perorata.
Ahora el país entero está
obligado a atender a las discusiones planteadas por las Farc, un interlocutor
que, además de los problemas descritos, tiene la costumbre de convencer a sus
contradictores con el sutil argumento del fusil. Santos ha dicho que nada se
pierde con intentarlo, pero ya hemos perdido algo en este nuevo intento: otra
vez el nivel de la discusión pública está a la altura de las Farc, de nuevo la
izquierda armada es más importante y más visible que la izquierda democrática,
se repite la gazapera en torno a los dogmas ideológicos cuando ya habíamos
logrado aceptar unas reglas básicas y debatir unos indicadores ciertos. Pensemos
en un salón de clase que ha venido discutiendo algunas lecciones y ha identificado
cuatro o cinco puntos claves para pulir los argumentos. De pronto, llegan cinco
alumnos con los peores antecedentes: no conocen los temas sobre los que se han
dado los acuerdos, no paran de hablar y buscan imponer las costumbres del antro
del que los echaron por físico agotamiento. Es el momento de las distracciones
y las riñas. Toca comenzar de nuevo a dictar las reglas, y se paga con el
estancamiento en la resolución de los problemas.
Así pasa hoy con las Farc
luego de los 33 minutos de incontinencia y desquite de Iván Márquez. Algunos
ejemplos: cuando el Estado y los líderes de los cabildos discuten los problemas
en el Cauca, aparece el verso de los victimarios que reclutan menores indígenas
con el anzuelo de una moto, un celular y un arma, de modo que ya no se discuten
las reformas a los mecanismos de “consulta previa” de las comunidades indígenas
y afros sino “la dignidad de los poderes ancestrales”; cuando las alertas
ambientales surgen de organizaciones ciudadanas que de manera pacífica han
logrado decisiones públicas en casos como Santurbán, el túnel de Oriente o la
desviación del río Ranchería, nos vemos obligados a escuchar a los socios
claves en las dos empresas más depredadores que existen en el país: la coca y
la minería ilegal; cuando en los medios y el Congreso se hacen preguntas
pertinentes sobre una ley de restitución de tierras que hasta ahora tiene más
papel que hectáreas, nos toca concentrarnos en los panfletos de quienes son
señalados como despojadores en el 35% de las denuncias.
Será muy difícil que la
pandilla logre adaptarse a las reglas del salón. Combinan muy bien la
arrogancia y la ignorancia supina. Es muy posible que nos hagan perder el año.
Pascual que tal.
ResponderEliminarMe llama la atención : "nos vemos obligados a escuchar a los socios claves en las dos empresas más depredadores que existen en el país: la coca y la minería ilegal;"
¿Acaso la Minera Legal no se convierte en el leviatan de comunidades enteras?
Feliz Noche.
Señor Conejo, la minería ilegal genera mucho más impacto ambiental negativo al medio que la legal. La legal, aún cuando tiene un alto impacto, se ciñe por unos requisitos (justos o no) que le son impuestos por las entidades de control (sean fuertes o débiles). La minería ilegal está fuera del alcance de algún ente regulador y por lo tanto se desboca arbitrariamente con la naturaleza sin sopesar mucho las consecuencias.
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ResponderEliminarNo hay minería sin consecuencias ambientales. Eso está claro. Pero la minería ilegal es una mafia más, una mafia que desbanca a la coca en algunas regiones y deja en pañales sus consecuencias sobre el ambiente. En el Bajo cauca antioqueño, por ejemplo, han disminuido los cultivos de coca por el nuevo auge del oro. Las "maquinas amarillas" van abriendo trocha ellas solas, comiendo monte, cuando ya no pueden andar más empiezan a trabajar y las recuas de mulas se encargan se surtir el campamento. Sobre la minería legal se puede pedir el auxilio del Estado y los medios. Se han ganado peleas. Cerromatoso ha sentido la presión. Ante la minería ilegal toca agachar la cabeza... o se la agachan.
El cuadro es exactamente el mismo en las universidades. El entrenamiento de "interlocutores" empieza temprano y es tremendamente efectivo. Es parte importante de la guerra. Ofrecerles cámaras para que hablen es la peor estrategia. Las conversaciones deben ser a puerta cerrada, de lo contrario no habrá avance alguno.
ResponderEliminarCon lo que mostró el discurso del señor Marquez aquella "revolución" de dogmas idealistas. oxidada y vana por cierto. Aun es un buen aperitivo para el espectador.
ResponderEliminarEn estos días de sensacionalismo lo mejor es disminuir el "show" y como pascual los llama poner a la pandilla al frente en el tablero haber con que salen, eso si, todos callados y poca importancia al fin de cuentas siempre han querido llamar la atención...