Hace cinco años las Farc provocaron una de las más grandes
manifestaciones ciudadanas que ha conocido la política colombiana. Según las
cuentas, hechas a vuelo de pájaro desde helicópteros, más de cinco millones de
personas marcharon en diferentes ciudades bajo un lema que no dejaba dudas: No
más Farc. Ahora, cuando la mesa habanera ha puesto de nuevo a la guerrilla en
el atril de los discursos, la pregunta es si un partido político liderado por
Timochenko y compañía tendría posibilidades en los umbrales de nuestras
elecciones; si las Farc podrían movilizar simpatizantes luego de acumular víctimas
durante décadas.
Hace poco me llamó la atención una frase del ahora silencioso Antanas Mockus.
Durante una conferencia en Barranquilla, en la que ofreció donar mil horas de
su tiempo para asesorar a las Farc en política si deciden dejar las armas,
soltó una de sus sentencias entre obvias y pasmosas: “Yo sé que se intenta dialogar
en medio del conflicto sin renunciar a acciones de tipo militar, pero también
sé que la gente admiraría mucho más a las Farc si se abstienen de
hostilidades”. Admirar es una palabra bien complicada a la hora de hablar de la
banda de Marquetalia. Pero la firma de un acuerdo, ese anhelo tan viejo,
manoseado y lleno de frustraciones, podría cargar de generosidad y olvido a una
parte del electorado, incluso a algunos de los que el 4 de febrero de 2008
marcharon contra las Farc. Aunque la comparación resulte odiosa en muchos
sentidos, apenas cinco años después de la toma del Palacio de Justicia, Carlos Pizarro
envolvía su pistola en una bandera tricolor y despertaba simpatías inesperadas.
En 1986, cuando las Farc intentaron jugar a la política electoral y a la
guerra al mismo tiempo, cuando narcos, paras y parte del ejército comenzaron el
exterminio sistemático de la UP, Pardo Leal logró el 4% de la votación en las
presidenciales y dijo con júbilo: “Con los votos obtenidos en Bogotá llenamos
de sobra el Campín”. Mucha sangre ha corrido desde que la UP obtuvo 7 curules
en el Congreso, eligió 23 alcaldes y más de 200 concejales. La guerra a muerte
con los paras y el narcotráfico terminó confundiéndolo todo y dejando de un
lado a las víctimas y del otro a los victimarios de todos los colores, con sus alianzas
según la coyuntura de la guerra y los negocios. Pero el prestigio de la palabra
paz tiene entre nosotros poderes mágicos que conducen a la benevolencia o la
tontería. En el año 1998, con las Farc dedicadas al asesinato de candidatos y
el saboteo de las elecciones regionales, más de diez millones de colombianos
introdujeron en las urnas una papeleta “exigiendo una solución política al
conflicto armado”. Tal vez suframos del síndrome de lo que Marco Palacio llama
el paradigma de la paz fácil y televisada que dejó la desmovilización del eme,
el mismo que se marchitó electoralmente en seis años, pasando de 992.000 votos
en 1991 a 60.000 votos en las regionales de 1997.
Es posible que el simple gesto de la paz de un sector de las Farc le
quite espacio electoral a la izquierda que ha jugado en la legalidad hace más
de 20 años. La mano del gobierno, algún manejo de los proyectos regionales
acordados en la mesa, la punta de lanza de la Marcha Patriótica y el espectáculo
de una firma, podrían llevar a la izquierda más cruel y rudimentaria a un
privilegiado escenario político.
Un buen resumen de la historia de la UP
ResponderEliminarPuse a Jacobo Arenas en la foto porque iba a ser el primer candidato de las Farc, vía UP, a la presidencia. Al final parece que la guerrilla prefirió sacrificar a Pardo leal.
Estrategia electoral de la Marcha Patriótica
ResponderEliminarLo más importante que dijo el maestro Mockus aquella vez es que hay que acelerar las conversaciones, lástima que esa iniciativa no haya tenido más ecos, especialmente por el gesto de perdón que llevaba en sí la iniciativa. Yo también he alimentado odios contra "la banda de Marquetalia" (me gustó ese mote), pero probablemente no tantos como usted que tuvo que andar amarrado un tiempo con esos bandidos. Francamente, Colombia no volverá a tener una oportunidad así para que esa gente entregue las armas. Lo más inquietante es esa gente sigue sin reconocer las víctimas. Yo apostaría plata a que ese proceso es "exitoso", pero... temo mucho que se repita algo parecido a lo que pasó después de los acuerdos de La Uribe con la UP.
ResponderEliminarLa reseña histórica de verdadabierta.com es extraordinaria. Es insólito que esa parte de la historia siga aun tan escondida y desconocida para todos los colombianos. Leyéndola recordé un agarrón que tuvieron Carlos Gaviria (Polo) y Luis C. Restrepo saliendo del estudio de CM& un día. Una de las mejores cosas que le he escuchado decir al hoy prófugo Restrepo es que "el delincuente político es más culpable que el que mata por otra razón... porque lo hace con premeditación..." una tesis política no puede justificar un asesinato y estoy muy de acuerdo.
La otra cara de la moneda es quienes desde el estado jugaron a proteger y armar paramilitares... Qué es peor, alguien que se levanta contra el estado y justifica el asesinato, o alguien que hace parte del estado y no justifica el asesinato pero lo comete sin dar la cara?
Daniel, es cierto que caminé un mes con una cuadrilla cerca Angostura, Campamento y Anorí. Pero la verdad no fue suficiente para alimentar muchos odios. En últimas me fue bien en una de esas primeras pescas milagrosas. Te lo juro que me da más rabia oír a Márquez pontificar desde La Habana que recordar las imposiciones de mis fugaces carceleros.
ResponderEliminarTambién yo creo que es una oportunidad no única sino casi última para hacer firmar un tratado con las Farc. Y hasta creo que será "exitosa" en el sentido de que algunos, el ala más política, se dedicará a las diatribas desde el púlpito electoral. Digamos que habrá menos hombres en armas y menos justificación para la violencia para algunos cavernícolas de adentro y de afuera. No creo que se repita el genocidio de la UP. Lo digo pasito, pero creo que hay un Estado más contenido, con más amarras y más pudor del que había a finales de los ochenta.
La verdad los únicos asesinos que justifico son los asesinos por piedad, o sea quienes practican la eutanasia con consentimiento de sus "pacientes". No le entrego justificaciones al asesino armado de supuestas razones nobles o altruistas. Esos salvadores de la humanidad han demostrado ser peligrosos, demasiado nobles para dejar con vida a quienes les parecen inferiores moralmente. Igual creo que debemos despreciar y repudiar a quienes desde el estado se dedicaron al crimen para luchar contra la criminalidad. Además, en esta guerra larga esos dos bandos se han ido juntando hasta formar un solo grupo que arremete contra la sociedad desarmada.