La política fragua las más extravagantes amalgamas. Deformar los
materiales en busca de una apariencia sólida es parte de su alquimia torcida. También
suele presentar como nueva una pieza que ha sido rastrillada una y mil veces
contra las barandas de los edificios públicos, por no hablar de la sencilla falsificación
que es su estrategia más corriente: bañar con un material noble a la simple
quincalla. De modo que el ciudadano debe posar de joyero, ponerse el monóculo e
ir descartando algunas piezas que se exhiben en la vitrina.
En Antioquia cada cuatro años se meten más o menos los mismos materiales en
una centrifugadora y el resultado –endeble y arrevesado– se somete a
consideración de los electores. El ejercicio de este año ha decantado en primer
lugar una partícula de gran resistencia, formada en los primeros sismos y con
un magnetismo frente a las impurezas. Juan Gómez Martínez, con ochenta años
bien cumplidos, suena para ser el número uno en la lista del Centro Democrático
al concejo. Gómez Martínez ha dejado de ser azul –godo es y seguirá siendo– y
se ha convertido en una reliquia del Uribismo. Fabio Valencia Cossio, cuyo material
corrugado se encuentra en todos los municipios del departamento, ha terminado
por llevar sus mayorías al Centro Democrático. De modo que la renovación de
Uribe en Antioquia significa solo unos golpes de martillo a los viejos fortines
azules. La fantasía de Luis Alfredo Ramos también hizo se aleación con en el
Uribismo, reducida luego de su mezcla con mercurio y otros elementos peligrosos
en los socavones de Bello y Urabá. Liliana Rendón es parte de la bolsa que
llevó Ramos al Centro Democrático, pero ni el alquimista mayor del partido cree
en sus bondades. Tal vez la negocien por debajo de la mesa.
En partido Liberal siguen arrastrando a Horacio Serpa de feria en feria.
Serpa es maleable y ha pelado el cobre en múltiples ocasiones. Ahora se toma
fotos con Viviane Morales, una vendedora de cruces de la suerte. Esas dos
figuras nacionales presentaron hace unos días la candidatura de Luis Pérez para
la gobernación y Eugenio Prieto para la alcaldía. Pérez tiene su fusión con
plomo desde la campaña pasada cuando el propio liberalismo lo señaló de estar
aliado con los combos. Pero el señor se lavó con soda cáustica durante cuatro
años y ahora, con corbata azul, es candidato del liberalismo. Prieto es una
especie de moneda providencial que se lleva siempre en el bolsillo por si algo
se presenta. Sofía Gaviria, hermana del alcalde, es la encargada de avivar el
fuego sobre los materiales con el fuelle de la burocracia local. Desde la
presidencia les da pudor poner sus adornos sobre Pérez, pero para un súper
ministro que juega sin partido y en todos los partidos no hay problemas con la
fatiga de materiales.
En otra orilla está Gabriel Jaime Rico, hombre de iglesia y palacio de convenciones
que se refugió en un cargo público bajo el ala de su rival y ahora recoge a los
díscolos de todas las orillas: Luis Fernando Duque, Julián Bedoya, José Ignacio
Mesa, Olga Suárez Mira. Una candidatura “independiente” que hay que manejar con
pinzas y mascarilla. Su gran ideólogo es Mauricio ‘El Chicho’ Serna, hombre de
otra cantera. El ex gerente de la campaña de Santos le sirve como aval en los
mercados nacionales.
Mientras tanto en el fajardismo intentan aleccionar a un uribista
emancipado, mostrar una pieza todavía escondida bajo el lecho de la burocracia
o pulir a un pupilo descarriado.