Para muchos la
guerra es un asunto entre 14.000 guerrilleros enmontados y 500.000 soldados al
acecho. Una cuestión de honor entre el Estado legítimo y unos rebeldes que
devinieron en terroristas y narcos. Un largo pugilato que no merece siquiera el
minuto de respiro que entrega la campana. Bajo esa óptica obsesionada con la
victoria, que privilegia de las víctimas pasadas sobre las futuras, la
negociación es todavía algo más sencillo y humillante. El presidente y sus
hombres se sientan a la misma altura de los cabecillas y esconden el pasado de 14.000
guerrilleros, traicionan la majestad de la ley, el poder de las armas oficiales
y el necesario castigo que impone la razón del derecho penal. Y además,
pretenden legitimar a los enemigos, entregarles la posibilidad de hablar a
quienes apenas merecen un bozal.
Pero esta guerra
tiene protagonistas involuntarios, comenzando por buena parte de los
combatientes a quienes alzaron en armas sin muchas preguntas, iban para clases
cuando terminaron en la lucha de clases. Además de quienes viven en los
municipios donde las guerrillas han hecho su vida armada, familiar y social. De
esta guerra son protagonistas los guerrilleros, la base social que los escuda
por simpatía, necesidad, intimidación o vínculos familiares; los habitantes de
los municipios que han soportado y enfrentado su arrogancia armada, cerca del
12% de la población colombiana según cálculos de los expertos; y quienes los
han combatido con los fierros desde la legalidad y la ilegalidad. Mirar la
negociación como juego oculto entre Santos y Timochenko es una simpleza que se
alienta desde la caricatura de las ciudades. Desde la dignidad de las capitales
se puede terminar imponiendo la guerra en el campo, con una suficiencia sin riesgos
propios, con superioridad moral y espíritu combativo desde un atril.
La ONU entregó una
lista de 125 municipios donde se debería concentrar el postconflicto. El Cauca
tiene 20 de ellos, donde las Farc han hecho presencia por años, donde hay importantes
cultivos ilegales de coca y marihuana y los estudios muestran altos índices de
Necesidades Básicas Insatisfechas. En dos de ellos, Buenos Aires y Guapi, se
presentaron los hechos de guerra más graves antes de la tregua unilateral
decretada el 20 de julio de 2015. Los 11 soldados asesinados en Buenos Aires en
abril pasado y el bombardeo de mayo sobre 26 guerrilleros en Guapi. Usted escribe
el nombre del cualquiera de esos 20 municipios y solo aparecen noticias de
guerra: niña asesinada por tatucos, escuela con 76 cilindros, condena al Estado
por la muerte de un campesino, una semana sin luz por la voladura de una torre,
ingeniero secuestrado en la vía Panamericana. Para encontrar la noticia de una
fiesta popular hay que bucear en las páginas de medios locales o alcaldías.
En muchos de
esos pueblos ganaron alcaldes que se han opuesto a las Farc, que han sido amenazados
por sus denuncias, indígenas que han señalado los cultivos ilegales,
comerciantes cansados de la extorsión, políticos profesionales que se han
parado siempre al pie del Estado y sus patrones en el Congreso. En 9 de los 20
municipios señalados por la ONU ganaron candidatos liberales. Solo en Guapi
aparecen la UP y el Polo Democrático estuvieron cerca del triunfo. Las Farc
deberán llegar a la política sin armas en medio de la desconfianza de las
mayorías y la novatada de sus aliados para quienes las urnas fueron siempre una
trampa más del régimen. La derrota estruendosa será una de las primeras lecciones.
Así parezca ficción y paradoja, los acuerdos serán un alivio para opositores históricos
de la guerrilla, para quienes han vivido la guerra como un hecho inevitable,
una andanada que en muchos casos no ha permitido siquiera escoger un bando.
Pascual, uno solo medio entiende la obsesión de Santos por conceder tantos beneficios a las farc porque talvez piensa que desmovilizados y con derecho a participar en política los puede derrotar fácilmente y arrinconar políticamente; pero un grupo político, en zonas históricas de influencia, con grandes sumas de dinero producto de extorsión, secuestro, boleteo y narcotráfico, sin verficar sin están totalmente desarmados, puede volverse una bola de nieve que nos cree 125 repúblicas independientes y sea peor el remedio que la enfermedad.Puede un Nobel costarnos tanto a los colombianos?
ResponderEliminarUn abrazo,
Gonzalo Palacio V.-Pereira