martes, 23 de mayo de 2017

Gozo finish






En 1983, luego de la primera excursión colombiana al Tour, cuando la camisa de Pilas Varta era todavía lanuda y los colombianos soportaban las tres semanas con llantos y consuelos mutuos en la orilla de la carretera, Jacques Anquetil lo dijo con un temor premonitorio: “Si vuelven, serán terribles”. El quíntuple campeón del Tour hablaba de los colombianos que todavía eran vistos como una anomalía en Europa, unos principiantes toscos que buscaban venganza a su sufrimiento cuando aparecían las cuestas. “Bajaban mal y eran peligrosos en el pelotón. Eran simpáticos, pero extraños”, decía Laurent Fignon, el ganador en el Tour del debut colombiano y el más insoportable de los ciclistas después del texano aquel. Luego de la segunda semana de carrera la mitad del equipo colombiano había puesto pie en tierra. Era la época de la panela y el bocadillo. Y de la algarabía de los narradores colombianos que convirtieron la carpa del Tour en un circo de pregoneros. Más de treinta periodistas viajaron para cubrir la expedición a la gran carrera francesa.
Al año siguiente volvieron con algo menos de panela, un poco más de los sesenta millones de pesos que había dado Pilas Varta como patrocinador y algo más de ambición. Y con Lucho Herrera que era garantía de triunfo aunque llegara de un equipo llamado Leche la Gran Vía. Eran otros ciclistas así vinieran de la misma tierra de los que hoy son líderes de escuadras europeas y señores del protagonismo en las carreras de tres semanas. Lucho entregó el primer triunfo de etapa en el Tour y al otro día perdió 27 minutos. “Perdió hasta la caja de dientes”, se decía en esa época al recordar una etapa donde se le cayó la caja en plena bajada luego de tragarse una avispa. Luego vendría Café de Colombia y se pasó del folclor al respeto y al top cinco en las grandes carreras. Parra y Pacho Rodríguez mostraron que se podía estar en el podio y que las cosas eran serias. En 1987 Lucho ganó la Vuelta a España, cuatro colombianos celebraron triunfo de etapa, cuatro estuvieron entre los diez primeros de la general y Ryalcao-Postobon ganó la clasificación por equipos. Anquetil tenía razón.
Ahora, Rigoberto Urán y Carlos Betancur se gozan en italiano a sus pares y comen espagueti vongole con soltura. Han llegado otros ciclistas desde las mismas tierras. El Ramiriquí de Patro y Soler, el Urrao de Oscar de J. Vargas y Urán y Laverde. Las historias de los inicios son las mismas. Nairo y Lucho en las bicicletas prestadas y heredando las pantalonetas de sus amigos. Trayectos parecidos de la casa al colegio en bicicleta y el mismo frío en las mañanas y la misma aguaepanela. Pero la parquedad y los silencios de Lucho y de Nairo son distintos, van de la timidez al cálculo, de la humildad a la estrategia. Nairo llegó como segundo de su equipo a su primer Tour y terminó como segundo de la carrera. En la rueda de prensa antes del inicio su técnico, Eusebio Unzúe, lo puso a la altura de ‘Perico’ Delgado e Induraín. Como lo recuerda Carlos Zúmer, escritor español, autor de varios libros sobre ciclismo colombiano, el nacimiento de Nairo (1990) coincidió con el fin del equipo Café de Colombia. Veinte años más tarde apareció Colombia es Pasión, esa especie de selección juvenil que formó a Chávez, Nairo y Pantano en un mismo equipo y ganó dos años consecutivo el Tour del Avenir que ganara Alfonso Flórez treinta años atrás. Ahora ha llegado un embalador a completar el cuadro, a cruzar primero que los rockstar del pelotón, un pistero con agallas y fuerza para el pavimento. Estamos en los gloriosos y no queda más que recordar y disfrutar.




3 comentarios:

  1. Excelente Pascual, que buena remembranza del ciclismo colombiano en el exterior y llevar con orgullo a muchos compatriotas a lucir nuestras banderas en las cúpides europeas.

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  2. Excelente comentario. Felicitaciones

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  3. Gran Escrito Pascual felicitaciones..de los 80 donde se aprendían...ha ser líderes y ganar carreras como Giro, Vuelta y falta el sueño de todos Tour

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