En 1983, luego
de la primera excursión colombiana al Tour, cuando la camisa de Pilas Varta era
todavía lanuda y los colombianos soportaban las tres semanas con llantos y
consuelos mutuos en la orilla de la carretera, Jacques Anquetil lo dijo con un
temor premonitorio: “Si vuelven, serán terribles”. El quíntuple campeón del
Tour hablaba de los colombianos que todavía eran vistos como una anomalía en
Europa, unos principiantes toscos que buscaban venganza a su sufrimiento cuando
aparecían las cuestas. “Bajaban mal y eran peligrosos en el pelotón. Eran
simpáticos, pero extraños”, decía Laurent Fignon, el ganador en el Tour del
debut colombiano y el más insoportable de los ciclistas después del texano
aquel. Luego de la segunda semana de carrera la mitad del equipo colombiano
había puesto pie en tierra. Era la época de la panela y el bocadillo. Y de la
algarabía de los narradores colombianos que convirtieron la carpa del Tour en un
circo de pregoneros. Más de treinta periodistas viajaron para cubrir la
expedición a la gran carrera francesa.
Al año siguiente
volvieron con algo menos de panela, un poco más de los sesenta millones de
pesos que había dado Pilas Varta como patrocinador y algo más de ambición. Y
con Lucho Herrera que era garantía de triunfo aunque llegara de un equipo
llamado Leche la Gran Vía. Eran otros ciclistas así vinieran de la misma tierra
de los que hoy son líderes de escuadras europeas y señores del protagonismo en
las carreras de tres semanas. Lucho entregó el primer triunfo de etapa en el
Tour y al otro día perdió 27 minutos. “Perdió hasta la caja de dientes”, se
decía en esa época al recordar una etapa donde se le cayó la caja en plena
bajada luego de tragarse una avispa. Luego vendría Café de Colombia y se pasó
del folclor al respeto y al top cinco en las grandes carreras. Parra y Pacho
Rodríguez mostraron que se podía estar en el podio y que las cosas eran serias.
En 1987 Lucho ganó la Vuelta a España, cuatro colombianos celebraron triunfo de
etapa, cuatro estuvieron entre los diez primeros de la general y
Ryalcao-Postobon ganó la clasificación por equipos. Anquetil tenía razón.
Ahora, Rigoberto
Urán y Carlos Betancur se gozan en italiano a sus pares y comen espagueti
vongole con soltura. Han llegado otros ciclistas desde las mismas tierras. El
Ramiriquí de Patro y Soler, el Urrao de Oscar de J. Vargas y Urán y Laverde. Las
historias de los inicios son las mismas. Nairo y Lucho en las bicicletas
prestadas y heredando las pantalonetas de sus amigos. Trayectos parecidos de la
casa al colegio en bicicleta y el mismo frío en las mañanas y la misma aguaepanela.
Pero la parquedad y los silencios de Lucho y de Nairo son distintos, van de la timidez
al cálculo, de la humildad a la estrategia. Nairo llegó como segundo de su
equipo a su primer Tour y terminó como segundo de la carrera. En la rueda de
prensa antes del inicio su técnico, Eusebio Unzúe, lo puso a la altura de ‘Perico’
Delgado e Induraín. Como lo recuerda Carlos Zúmer, escritor español, autor de
varios libros sobre ciclismo colombiano, el nacimiento de Nairo (1990)
coincidió con el fin del equipo Café de Colombia. Veinte años más tarde apareció
Colombia es Pasión, esa especie de selección juvenil que formó a Chávez, Nairo
y Pantano en un mismo equipo y ganó dos años consecutivo el Tour del Avenir que
ganara Alfonso Flórez treinta años atrás. Ahora ha llegado un embalador a
completar el cuadro, a cruzar primero que los rockstar del pelotón, un pistero con agallas y fuerza para el
pavimento. Estamos en los gloriosos y no queda más que recordar y disfrutar.
3 comentarios:
Excelente Pascual, que buena remembranza del ciclismo colombiano en el exterior y llevar con orgullo a muchos compatriotas a lucir nuestras banderas en las cúpides europeas.
Excelente comentario. Felicitaciones
Gran Escrito Pascual felicitaciones..de los 80 donde se aprendían...ha ser líderes y ganar carreras como Giro, Vuelta y falta el sueño de todos Tour
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