El presidente Petro no desvaría cuando menciona la “etnia cósmica” durante su discurso en el Liceo Francés en Bogotá. Solo reseña sus lecturas, las mezcla con sus sueños utópicos y con sus ansias de entregar una lección moral a cada paso. Lo que para muchos fue una nueva expresión para los memes, en realidad resulta ser un retrato del presidente y algunas de sus ideas y obsesiones. Que la frase haya sido pronunciada en un colegio le entrega otro sentido, porque el presidente es sobretodo un ensayista primíparo, uno que improvisa cuando apenas ha tomado las notas preparatorias.
La frase invocó de nuevo ese afán universal del presidente, ese hombre que levanta la mirada hacia el infinito, más allá de las preocupaciones pedestres del presupuesto. El encuentro entre las razas mediterráneas y caribes, dice Petro, creó una expresión cultural que aún brilla: “Los latinoamericanos capaces de irradiar la humanidad. Me critican la frase del universo… porque yo sí creo que la misión de la humanidad es el universo y solo nos lo impide estarnos matando entre nosotros mismos, y por tanto somos etnia cósmica, decía Vasconcelos…”
Petro olvida el nombre exacto del ensayo del mexicano José Vasconcelos, Raza cósmica, publicado en 1925, pero es seguro que recuerda muchas de las ideas principales, un poco delirantes unas, un tanto riesgosas otras y llenas de sobrevuelos imaginarios casi todas.
Primero,
el enfrentamiento Norte-Sur, donde los sajones, blancos y ajenos a mezclarse,
vivirán la decadencia, esa “civilización blanca basada en el combustible”, en
la fuerza del motor: “del fogón y de la estufa precede
todo el maquinismo que está transformando al mundo”. Destruyendo al mundo, se
agregará más adelante. Luego se resalta la misión universal de una nueva raza
surgida del mestizaje, una estirpe que ve “el triunfo del ser en la conquista
del universo”, esa misma que aún irradia al mundo según el discurso del
presidente. También está la pasión amorosa para romper las barreras políticas
que recuerda la política del amor del presidente, “la vida fundada en el amor
llegará a expresarse en formas de belleza”, escribió Vasconcelos.
Pero tal vez el fragmento más revelador está en la definición del amazonas como un territorio donde se “librarán batallas que decidirán el destino del mundo y la suerte de la raza definitiva”, un sitio ideal para levantar la “Universópolis” que expandirá por todo el mundo la sabiduría: “Con los recursos de semejante zona, la más rica del globo en tesoros de todo género, la raza síntesis podrá consolidar su cultura”, escribe Vasconcelos que hace 100 años parece copiando al Petro de hoy. Y el clima, ¿cómo no? América Latina tiene las tierras fértiles, los recursos naturales, el clima y el agua para salvar el mundo en una nueva utopía. Petro y Vasconcelos parecen contertulios de café.
El libro de quien fuera ministro de instrucción pública en México y candidato presidencial, también resalta la necesidad de una Latinoamérica unida más allá de las banderas provincianas de los “paisitos” recién creados, y resalta “las advertencias geniales” de Bolívar. Esa unión le permitiría asimilar el mestizaje y cumplir su “misión universal”.
El ensayo de Vasconcelos podría ser de algún modo un manifiesto del presidente. Es la manera como lo que se cree un meme puede ser en realidad una biografía política y espiritual. Y así discurre la presidencia de Gustavo Petro, entre reseñas filosóficas y cantos a la utopía, entre ensayos elevados para los auditorios y ensayo y error para las urgentes tareas de escritorio.