Un gobierno de
dos cabezas es siempre una criatura monstruosa. Arremete o retrocede según los
impulsos de cada una de sus testas. Se mueve siempre con recelo frente a su inevitable
compañía, las dudas se convierten en su única guía y los secretos en su tesoro
más importante. Las cosas se complican aún más cuando una de las cabezas ha sido
coronada y exhibe la soberbia como su más grande virtud. Mientras la cabeza que
dice llevar el mando, o al menos tiene la insignia del principal, está
acostumbrada a agacharse e incluso a buscar refugio en la caverna del cuello a
la manera de las tortugas en peligro. Ese espécimen bicéfalo acaba cada día
fatigado y en el mismo lugar, y sus luchas son casi siempre contra sí mismo.
El gobierno del
presidente Duque sufre de esta triste anomalía. Las pruebas se repiten semana a
semana. Pueden ser simples anécdotas que golpean el ego de la cabeza más
frágil. Por ejemplo, sus amigos y compañeros olvidan su nombre y llaman al exótico
organismo solo por el apelativo de la testa coronada. Ha pasado con múltiples
ministros y con la vicepresidenta que en ocasiones intenta sin éxito ser una
tercera cabeza. Pero esos son problemas menores. Hasta el propio presidente ha
resignado un discurso propio para entregar los recados y las saludes de la
cabeza que lo acompaña y vigila.
Las grandes diferencias
han surgido en los temas más graves. El 18 de febrero el presidente Duque dijo
muy claro: “Yo no voy a entrar a controversias con la Corte Constitucional,
tengo una preocupación, pero desafortunadamente esa preocupación no es objetable
porque salió del texto.” Y agregó que era mejor tener Ley Estatutaria por la
necesidad de contar con normas claras y alejar la incertidumbre. Veinte días
después estaba firmando las seis objeciones por inconveniencia. Al regaño de su
compañera regente se sumó la cabeza retorcida del Fiscal General y no quedó más
que la obediencia. Un comunicado del Centro Democrático sirvió como gesto para
premiar la segunda testuz: “Nos sentimos complacidos de que el presidente Duque
esté cumpliendo con lo expresado en campaña”.
Uno de los
episodios más tristes para la cabeza taciturna sucedió hace dos semanas. La
decisión de la Justicia Especial sobre Santrich lo tomó desprevenido visitando
una feria artesanal en Medellín. Le pusieron su chaqueta de aviador y lo
mandaron rumbo a Bogotá a atender los problemas y los consejos. Hizo lo que
pudo y viajó a Pasto para reunirse con alcaldes. Pero el Fiscal soltó la bomba
de su renuncia y de nuevo vino la chaqueta y el regreso a la capital. Alguien debería
contarle algunos futuros movimientos a una de las cabezas de gobierno. La idea
no puede ser acumular millas.
Desde la orilla
de su cabeza mentora vino la idea de la conmoción e incluso de una asamblea
constituyente. Ahora la mollera del mandamás tenía el apoyo que se dicta desde
el norte. Un avión de la DEA en Bogotá fue una de las cartas. La cabeza visible
enfrentaba al tutor, al fiscal, al embajador y a su partido. Pero nos mostraron
la foto de su equipo de gobierno tras un escritorio que era en verdad una
pequeña trinchera.
La cabeza dominante
dice que le gustan las “teorías atrevidas”, extradición por vía administrativa;
y le parece “muy sugestiva” la idea de una constituyente. Se trata de debilitar
al ahijado para que acate los mandatos con mayor rapidez. Además mientras el
gobierno niega errores y se enconcha en el caso de las órdenes militares, la
cabeza altiva sale a reconocerlos sin temor. Muy pronto queda claro que esa doble
crisma terminará en un cisma.