El fin
de semana pasado Derek Chauvin, agente de la policía de Minneapolis, fue
condenado a 22 años y 5 meses de cárcel por cargos de homicidio. Un angustioso
video de 9 minutos y 29 segundos en el que se ve al agente con sus gafas
oscuras en la frente y la rodilla sobre el cuello de George Floyd se repasó
decenas de veces durante el juicio. El fiscal dividió el video en 3 secciones
que demuestran la brutalidad: “4 minutos y 45 segundos cuando Floyd gritó que
no podía respirar; 53 segundos cuando Floyd tuvo convulsiones anóxicas por
falta de oxígeno; y 3 minutos y 51 segundos cuando Floyd no reaccionaba.” La
claridad de la violencia homicida era tan dolorosa que no se necesitaban
mayores argumentos: “crean en lo que ven”, fue la frase preferida por parte del
fiscal que acusó a Chauvin y pedía 30 años de prisión. Para el juez 2 agravantes
acompañaron la culpabilidad del oficial de policía: Su actuación con especial
crueldad y su abuso de autoridad. En su condena de 22 páginas se leyó una
sencilla conclusión: “El señor Floyd fue tratado sin respeto y se le negó la dignidad
que se le debe a todos los seres humanos y que sin duda se habría tenido con un
amigo o un vecino”.
El
juicio duró 6 semanas y el día de la lectura del fallo más de 2.000 policías custodiaron
el tribunal. Hace 2 meses la familia de Floyd fue recibida en la Casa Blanca
por el presidente Joe Biden y la vicepresidente Kamala Harris. Ese día una
frase de Philonise Floyd, hermano de George, quedó por encima de cualquier
declaración oficial: “Si pueden hacer leyes federales para proteger a los
pájaros, pueden hacerlas para proteger a las personas de color”. La “ley Floyd”
de reforma a la policía está estancada en el senado.
El
presidente de los Estados Unidos celebró la condena como “un gran paso” contra
el racismo sistemático en el país y recalcó que la actuación del Chauvin había
sido un asesinato a plena luz del día. La condena fue más fuerte de lo usual en
los tribunales de Minneapolis para un homicidio en segundo grado cometido por
alguien sin antecedentes judiciales. El promedio en esos casos habla de 12 años
de cárcel. Chauvin no tendrá opción de salir bajo libertad condicional antes de
2035 o 2036 cuando esté cerca de cumplir 60 años. Pero su condena no es solo un
“gran paso”, como dijo Biden, sino una gran novedad, una rareza en un país
donde cada año cerca de 1.000 personas, es el promedio de la última década, mueren
en procedimientos policiales. Lo normal es que los jurados protejan las
actuaciones de los agentes y den una gran discrecionalidad al uso necesario de
la fuerza. Las cifras de condenas a policías en Estados Unidos muestran que se
necesitan incendios en decenas de ciudades, declaraciones presidenciales, miles
de horas en televisión y grandes movimientos ciudadanos para que un solo caso
tenga un resultado aceptable. Apenas 11 oficiales de policía han sido condenados
por homicidio en Estados Unidos desde 2005. Esto a pesar de que una
investigación del FBI, hablando de las muertes de ciudadanos a manos de la
policía entre 2013 y 2017, anotó que menos de la mitad de los casos habrían
sido “homicidios justificados”. Los antecedentes de Chauvin no había sido
atendidos antes de que los 9 minutos y 19 segundos se convirtieran en parte de
la historia de Estados Unidos. Ni las 22 investigaciones internas en 19 años de
servicio ni los 6 arrestos con violencia denunciados en los últimos 5 años
dejaron alguna consecuencia.
Condenar
a los policías por sus delitos flagrantes es una hazaña, un hito, un punto de
inflexión, un gran paso, en Estados Unidos. El uniforme es casi siempre una
coraza invencible. En Colombia sucede exactamente lo mismo mientras hablamos de
cambio del color de los uniformes Hace unos meses, luego de un video y unos
incendios, el agente Juan Camilo Lloreda fue condenado a 20 años por la muerte
de Javier Ordóñez.