El afán político
suele ser un aliciente para variadas torpezas. Alienta por igual los lugares
comunes o la retórica más extravagante, intenta sorprender con sonoras fantasías
o complace reafirmando simplezas y prejuicios. Huye de la verdad y sabe que más
valen las frases hechas que los hechos. Alarmar es una de las principales
consignas de quienes buscan atención mediática con fines políticos. El fiscal
Néstor Humberto Martínez se ha convertido en uno de esos afanados políticos.
Cada semana suelta dos o tres frases en busca de un titular de prensa. Una
semana pretende ser gracioso y deja caer un chiste sobre la jurisprudencia de
la Corte Suprema. La semana siguiente frunce el ceño y señala las grandes
amenazas para ilustración del ministro de defensa. Para la próxima tiene
preparada alguna máxima dicha en la postura del pensador. Todo lo hace desde un
atril donde se lee en letras doradas su dignidad: Fiscal General de la
Nacional. Las declaraciones y la dignidad del cargo sufren efectos contrarios.
La cháchara del fiscal toma un halo de importancia y gravedad por venir de
quien viene, y el encargo constitucional pierde lustre por la charlatanería de
quien lo ocupa.
La semana pasada
el fiscal se pasó. Dijo con tono preocupado una frase que recogieron todos los
periódicos: “Ha revivido un nuevo enemigo en Colombia: el narcotráfico, y
es necesario que en esta transición de poder podamos suscribir los colombianos
un nuevo acuerdo que nos permita refundar la política antidrogas en Colombia o
vamos a perder nuestra estabilidad institucional con las amenazas que
tuvimos hace dos y tres décadas”. Colombia es el principal exportador de
cocaína del mundo hace cuarenta años. Las fluctuaciones en las hectáreas de
coca se han repetido por décadas y van atadas a las fluctuaciones en las
incautaciones de cocaína. El año pasado tuvimos la cifra más alta de cultivos
coca en los últimos quince años e igualmente tuvimos el record histórico de
incautaciones de cocaína con algo más de 410 toneladas. Que el fiscal general
diga que ha revivido el narcotráfico en Colombia demuestra que no solo no tiene
contexto real alguno sino que ha pasado inmune a las series de narcos que
inundan las pantallas. O demuestra que en Colombia los funcionarios se hacen los
bobos para posar de profetas.
El fiscal parece
hacer una asociación inmediata entre hectáreas de coca sembradas y crecimiento del
poder mafioso. Se le olvida que la coca ha crecido en los mismos sitios desde
hace años y que el Estado por allá ha sido siempre un fantasma que fumiga o
promete. Según la medición de Naciones Unidas de 2017 el 80% del territorio
sembrado de coca alguna vez fue fumigado, erradicado o al menos censado. Pero
no se quedó ahí. Dijo además que el Cartel de Sinaloa está en Colombia y que
Guacho es su brazo armado. Los narcos mexicanos rondan por aquí hace más de
diez años y si se quiere le han quitado poder y plata a nuestros “exportadores”.
El fiscal nos acaba de revelar que hay conexiones entre quienes producen el 90%
de la cocaína que llega a Estados Unidos y quienes se encargan de pasarla a través
de la frontera norte. Del funcionario encargado de dirigir las investigaciones
sobre crimen organizado se esperan algunas revelaciones para entender nuestras
empresas criminales, pero solo se obtienen obviedades y reducciones con ánimos
políticos.
En 1998 el
exfiscal Alfonso Valdivieso se lanzó a la presidencia y la revista Semana
reseñó ese acontecimiento en principio exitoso: “El consenso generalizado fue
que el salto a la arena presidencial resultó todo un éxito. Los focus groups inmediatamente posteriores
así lo confirmaron. La transición de Fiscal a candidato se hizo sin tropiezos,
que era precisamente lo que se buscaba”. De esa candidatura, absorbida por el
pastranismo, nació el partido Cambio Radical. La historia política reciente entrega
reveladoras coincidencias.