Hay que agradecer a los
candidatos que persisten, a los viciosos del tarjetón y las promesas de la
administración pública, a los que no se arredran a pesar de sus manchas y sus
quemaduras. Gracias a ellos, aves carroñeras y migratorias de campaña, que solo
aparecen cuando hay vallas y volantes, nos es dado recurrir a algunos datos
viejos, desenterrar sus pasadas fechorías, recordar sus pifias y ahorrar un
poco de trabajo. Luis Pérez se ha convertido candidato recurrente, fijo a pesar
de lo flojo. Con su candidatura a la gobernación ajustará cuatro presencias en
las últimas cinco elecciones regionales en Antioquia. Se ha inscrito en el
2000, 2007, 2011 y ahora 2015. Solo descansó y dejó descansar en 2003 cuando le
era imposible ser candidato porque acababa de dejar la Alpujarra, que seguro él
prefería llamar Palacio Municipal.
Ahora que el Estado decidió
desenterrar la vergüenza criminal en La Escombrera vale la pena volver sobre el
alcalde en los tiempos de las operaciones Mariscal y Orión. No es justo culpar
a Luis Pérez de la problemática que se vivía en la Comuna 13 a comienzos de la
década del 2000. Es seguro que su actuación en esos operativos militares y en
la violencia paramilitar que se ejerció luego en muchos barrios del occidente
de Medellín, excedía su poder y sus posibilidades. Pero algunos de sus dichos y
sus actuaciones posteriores dejan claro el talante quien ahora pretende ser
gobernador.
En su faceta más frívola
Luis Pérez ha dicho que decidió a impulsar los operativos luego de la muerte de
un joven, por una bala perdida, en el sector de Los Colores. La víctima era hijo
de unos amigos del alcalde, y solo ese dolor personal en un barrio plano hizo
que descubriera el drama que se vivía en las laderas. Luego de los operativos Pérez
habló de una “gestión pública eficaz y transparente” y se atrevió a
autodenominarse “el pacificador de la comuna 13”. El colmo del cinismo fue su
afirmación luego de 10 años de Orión: “allá no quedaron ilegales”.
Cuando comenzaron a aparecer los horrores y
las pruebas de las operaciones conjuntas entre la gente de Don Berna, policías
y militares. El Pacificador se echó para atrás y aclaró que no había tenido
ningún control sobre la toma militar. Mejor dicho, él se limitaba a firmar los
decretos de toque de queda. Luis Pérez, experto en mentir, terminó escudándose
en una cifra escueta: “En el primer año después de la operación Orión
los homicidios en Medellín disminuyeron en 2.000”. En realidad hubo 1652
homicidios menos en 2003 con respecto a 2002. Luego de la operación se volvió a
niveles de homicidios promedio en los años anteriores, no fue un avance, fue un
regreso a la violencia acostumbrada.
Pero lo peor no fueron sus
mentiras y sus aires de salvador y desentendido según viniera el juego. Lo
verdaderamente grave fue que para la campaña de 2007 se alió con los paramilitares
que convirtieron la zona en feudo, corredor, garita y cementerio. Se juntó con
la gente de Don Berna para hacer política y montar una campaña de desprestigio
contra Alonso Salazar que lo había derrotado en 2007. Lo dijo muy claro el
fiscal 28 delegado ante la unidad nacional contra el terrorismo. Falsos
testimonios, ventajas electorales en los barrios de domino paraco, declaraciones
de Job, trabajo de la Corporación Democracia (brazo político de La Oficina),
sirvieron para demostrarlo. Luis Pérez terminó, entonces, haciendo política y
marrulla con los paras que se tomaron la Comuna 13 luego de la Operación Orión.
Es seguro que en esta
campaña lo veremos de camisa blanca y pantalón de lino hablando con las
familias de las víctimas en La Escombrera. Porque la desvergüenza es una de sus
cualidades.