martes, 31 de julio de 2012
Una sola bandera
El segundo lugar de Urán en la ruta olímpica me obligó a inflar la bicicleta para hacerle un homenaje dominical en las montañas del oriente de Antioquia. El alto de La Unión fue elegido para el suplicio de ciclista ocasional. Entrando a La Ceja, donde el aire de postal se combina con las discotecas, me encontré una valla dedicada a los hijos de ese municipio que compiten en Londres: “Juliana Gaviria y Juan Carlos Cardona, dignos representantes de La Ceja en los Juegos Olímpicos”. Por esa ruta me acordé de Sergio Luis Henao, hijo de Rionegro, y Arles Castro, otro ciclista que comparte la cuna de Urrao con Rigoberto Urán, el antiguo vendedor de chance. Pensaba en ese pesebre de pueblos colombianos que nos representa en Londres cuando llegó la medalla de plata de Óscar Figueroa, quien debió salir corriendo de su natal Zaragoza a los 12 años. Dicen que se hizo deportista en el Valle y así seguí sumando pueblos: Cartago y Tuluá.
Entonces me vi obligado a hacer una revisión de los muchos listados con los 104 atletas colombianos en Londres, buscando confirmar mi impresión que veía una comparsa con todos los trajes típicos de las fiestas de pueblo bajo el unánime sombrero cordobés del desfile. La verdad resultó un poco más compleja que esa caricatura conmovedora de los muchachos de pueblo que vienen a la ciudad a cumplir su sueño. Lo cierto es que si las capitales cercanas no ofrecen competencia y acogida todo termina en juegos de parque y corredor. Los pueblerinos ya no son mayoría entre nuestros atletas: representan el 42% de quienes están en Londres, incluyendo a los nacidos en algunos municipios satélites de las grandes capitales. En Bogotá (19), Medellín (13) y Cali (7) nacieron el 37.5% de los atletas colombianos que compiten en las justas de 2012. Un porcentaje similar al que representan las tres capitales en la población total del país. Los peores números están en la Costa Atlántica que por antecedentes debería tener siquiera números representativos. Menos del 1% de los deportistas nacieron en Cartagena, Barranquilla o Santa Marta. Un porcentaje cercano al de nuestra representación “extranjera”: 4 gringas y una holandesa con doble nacionalidad que compiten por la bandera tricolor en fútbol, gimnasia y esgrima. De la Costa Pacífica ni hablar. Ya ni Tumaco ni Buenaventura, otrora capitales deportivas, logran llevar a sus jóvenes a las pistas.
Entre los pueblos la región de Urabá demuestra ser una despensa inagotable. Carepa, Turbo, Apartadó y Vigía del Fuerte suman 12 deportistas y nos obligan a pensar que es injusto seguir llamando Urabeños a los narcos y asesinos de la zona. Hace poco 2 firmas internacionales aplicaron modelos matemáticos para deducir, según PIB y otras variables, el número de medallas que ganarán los países. Si hiciéramos ese mismo ejercicio con los departamentos sabríamos por qué Chocó tiene como invitados apenas a un corredor de Quibdó y una atleta de Andagoya. Dos sitios que sorprenden por sus vetas: el Oriente de Antioquia (7) es una región fecunda, por el ciclismo sobre todo, y el municipio de Pradera (4), en el Valle, entrega más frutos que algunas capitales intermedias. Para las anécdotas digamos que el Cauca tiene su cuota con una Atleta de Santander de Quilichao, Campo de la Cruz representa a los recientemente inundados con un pesista y Guatavita entrega la historia para una película con Andrey Quintero y el oro imposible en sus regatas a vela.
Esto es solo un recuento de nacimientos. La pelea política de las ligas por los talentos en los pueblos requiere guantes y tapabocas.
sábado, 28 de julio de 2012
Mariana Pajón
En el foso central del velódromo Martín Emilio “Cochise” Rodríguez los bicicrosistas forman un estruendoso carrusel saltando sobre las rampas de metal. Como si les hubieran dado cuerda van pasando uno detrás de otro y en el aire intentan dejar una pequeña marca personal. Los cascos sobre la cabeza no permiten reconocer si el dueño de la pirueta y el aterrizaje es hombre o mujer. Luego de 15 minutos de observación una de las figuras del carrusel comienza a diferenciarse. Toma impulso sin mucha fuerza, se sostiene en el aire sin alardes y aterriza en silencio sobre la segunda rampa. El mecanismo de su salto parece recién alineado por un mecánico. La dueña de la línea más precisa y más corta entre los dos extremos es Mariana Pajón, una joven de 18 años que es campeona mundial desde que aprendía los picos de nuestras cordilleras en sexto grado hasta hoy, cuando le faltan 6 meses para terminar su bachillerato.
Al lado de los pisteros que lucen sus lycras con la bandera nacional y ruedan acompasados y silenciosos, el ruido de los bicicrosistas y sus fachas desaliñadas parecen representar un simple juego de adolescentes. Y sin embargo, entre los muchachos que saltan está tal vez la más importante carta colombiana con miras a un podio en Londres 2012. Mariana Pajón podrá ser la encargada de confirmar la supremacía de las damas en el reciente medallero olímpico colombiano: cuatro de las últimas cinco preseas nacionales, conseguidas en Atenas, Sídney y Pekín, han sido hazaña de mujeres.
Mariana Pajón tiene el típico álbum familiar de los deportistas atípicos. Ahí está la foto de la niña de tres años montada en su primera bicicleta: “Aprendió en 15 minutos”, me dice su papá. En la página siguiente está enfundada en una trusa de gimnasia olímpica: “la practique durante 5 años, me encanta, es mi sueño frustrado”, me dice Mariana con el tono de la niña que no se conforma con un solo juego. Cuando quedó campeona mundial por primera vez, en Argentina en el año 2000, los demás deportes se volvieron un recuerdo. Era apenas lógico. Pero faltan fotos. Ahí va manejando un kart durante una válida en Medellín: “Era una burra”, dice su mamá entre risas. “No frenaba. Una vez le dañó el Kart nuevo a un amigo en un entrenamiento, lo pasó por encima, imagínesela en las carreras”. Para terminar la sección deportiva del álbum están las fotos de Mariana jugando balonmano en el colegio.
Pero más allá de los retratos y las anécdotas su recorrido por los títulos comenzó en el Barrio Belén, cerca de la cabecera del aeropuerto Olaya Herrera en Medellín. Los aviones pasan bajos, buscando la pista, y los bicicrosistas se elevan, saludando a los pilotos. Allí ganó Mariana su primera carrera. Tenía 4 años. Se inscribió por su cuenta para enfrentar a los niños de 5 y demostró no la igualdad de sexos sino la supremacía femenina. Creció compitiendo contra los hombres en un deporte donde las mujeres eran escasas. “Ella todavía tiene ese aire de niña, vos la vez y es muy delicada. Mirá su página personal en Internet, rosada, muy tierna. Pero se pone el casco y se transforma. Guerrea contra todos esos pelaos que la tratan duro pero duro”, me dice su papá que luego de 18 años todavía parece impresionado con su hija. Y es que Mariana impuso el desorden en la pista de Belén. Los papás les pegaban a los hijos por dejarse ganar de una mujercita. Los directivos no sabían cómo marcar las planillas de la niña que ganaba los trofeos de los hombres. Cuando le pregunto hasta qué edad le ganó a sus colegas del sexo fuerte me contesta con un “todavía” acompañado de la risa más maliciosa de nuestra conversación.
La alumna de grado 11 me dice que intenta vivir su época de colegio como todos sus compañeros, con los sobresaltos y las manías comunes de la horda que abandona la adolescencia. Pero imagino que no es nada fácil. Mariana Pajón tiene preocupaciones y aspiraciones a largo plazo, una mentalidad formada bajo la tensión de la alta competencia, un millaje más largo que nuestro canciller y una confianza que solo se le conoce a la Chechi Baena. Le pregunto por su novio con la intención de hacerla sonrojar. Para que aparezca la adolescente común y silvestre: “no ahora no tengo. Hay tiempo para todo y este no es el mejor momento”. Sería bueno que el Comité Olímpico Colombiano tomara nota de los verdaderos pretendientes de Mariana Pajón. La antioqueña ha sido campeona nacional en Estados Unidos, corriendo el torneo gringo en busca de mayor nivel, ha ganado un título mundial en Australia y ha despertado la envidia de los entrenadores Ingleses. Esos tres países le ofrecen un pasaporte, una camisa con su bandera y un apoyo completo para su preparación hasta 2012. Colombia debería hacer un esfuerzo extra por cumplir con las necesidades de fogueo y entrenamiento de “su niña”, porque es el pretendiente más cercano al corazón pero el más deslucido.
A pesar de su largo recorrido en el bicicross Mariana Pajón es hoy en día una novata con resultados sorprendentes. Apenas lleva un año en su categoría, corriendo en Élite y no en Junior, y apenas está conociendo las pistas de Supercross que serán el escenario de los Olímpicos de Londres. Así, como debutante en el más duro 5 y 6 del bicicross, porque las carreras en el caballito de acero tienen mucho de las mañas de la hípica, ha sido segunda en las dos válidas que ha corrido en California y Francia. Era tiempo de que le dieran pelea, porque en la final de su último título mundial Junior le sacó dos bicicletas a la medalla de plata.
Un dato final para terminar esta semblanza en tono de alabanza. Por sus compromisos deportivos los últimos años de colegio de Mariana Pajón han sido a saltos. Se pone al día en los recreos y en el tiempo que dejan sus entrenamientos. Sin embargo, sacó el tercer Icfes en Antioquia entre los alumnos de calendario B. No se le ocurrió contármelo cuando hablamos del colegio. Me lo dijo su papá, otra vez descrestado. Tampoco le dijo a sus compañeros de charla en el velódromo que venía de recoger el premio como deportista del año en la categoría juvenil. Tiene la tranquilidad de los campeones en los deportes que están por fuera del ruido de las pantallas.
Se me olvidaba lo último: Mariana pajón no es Ana Ivanovic, pero está linda sin lugar a dudas. Y es seguro que no terminará de Representante a la Cámara. Un trabajo muy fuerte hasta para María Isabel Urrutia.
martes, 24 de julio de 2012
Cauca verde
Los puntos de contacto entre los indígenas del Cauca y las Farc están dados por los encuentros y los desencuentros de la convivencia. Para unos y otros esas montañas han sido santuario, aunque difieran en los ritos y las estrategias para protegerlas. El mismo Presidente Santos dio hace poco una prueba involuntaria de cómo el Estado obligó a los indígenas, por la vía de la omisión y la incapacidad, a tener como socio, contraparte y verdugo al Sexto frente de las Farc. Dijo que hasta hace poco el ejército, o sea la avanzada primaria del Estado, solo llegaba hasta la carretera Panamericana y dejaba las montañas en manos de los dioses tutelares y la guerrilla ancestral.
Los indígenas han sabido resistir a las intenciones de las Farc de tomarse un movimiento con historia y credibilidad internacional. Para la guerrilla el Cauca no es solo un corredor clave sino un escenario para esconderse tras unas banderas vendedoras y un pueblo con capacidad de hacerse sentir sin acudir a la dinamita. Los graves problemas de infiltración están relacionados con las “golosinas” que los jefes guerrilleros ofrecen a los más jóvenes. Los celulares, la moto, el salario base de 300.000 pesos pueden hacer olvidar la leyenda de Quintín Lame y el poder de los bastones de mando. Las historias de los milicianos en Toribío y Caldono no son muy distintas de las que se viven en las esquinas de la Comuna 13 y Aguablanca. El bombardeo del ejército sobre un campo de entrenamiento de las Farc en marzo del año pasado, lo demostró con un saldo trágico. El ejército habló de 15 guerrilleros dados de baja mientras en la región se lloró la muerte de 15 adolescentes con apenas dos meses en la trinchera de Pacho Chino y compañía.
Existe una solución a la mano para que el Cauca ofrezca alternativas de empleo a los jóvenes. Para que la agricultura no sea un negocio imposible que necesita la subvención del gobierno Alemán o la donación de un trapiche por parte de una ONG canadiense. Está dada por la perfecta combinación del paisaje, los encantos de la multiculturalidad -o del simple pintoresquismo, para no ir tan lejos- y el liderazgo nacional en la siembra de marihuana. Cada mes salen de las montañas del Cauca 30 toneladas de hierba fresca para abastecer el mercado nacional y el gusto refinado de algunos extranjeros en Europa. Si fuéramos capaces de convertir la noticia repetida de grandes decomisos -encontré uno de toneladas para los meses de octubre y diciembre de 2011, y para marzo, abril y julio de 2012- en cosechas que no tuvieran la dosis de pago a ejército, policía más vacuna a las Farc, estaríamos frente a una economía sostenible y olorosa. El enjambre de los mochileros sería la añadidura perfecta. Si en España y California hay negocios rentables y legales con la marihuana por qué no podría haberlos en Colombia. Si en los alrededores de Corinto y Toribío hay cientos de invernaderos con las matas enmoñando bajo un resplandor de bombillos, qué más da ponerles un sello de garantía y control para sacarlas de la economía de guerra.
Pero me temo que estamos lejos. El Invima ha puesto todas las trabas posibles a la venta de una gaseosa, unas galletas y unas aguas aromáticas a base de coca, inofensivas y rentables al mismo tiempo, así que será difícil que el Cauca pueda ofrecer sin complejos y sin plomo uno de sus principales productos agrícolas.
martes, 17 de julio de 2012
A pie limpio
Cada vez se complican más las cosas en los juegos Olímpicos. Hasta hace unos años todo se definía con el ojo de los jueces, el cronómetro o el foto finish en el peor de los casos. Más tarde llegaron los exámenes antidoping como un certificado definitivo. Había que esperar el dictamen de los laboratorios para entregar las medallas. Ahora surgen nuevas preguntas y nuevas instancias que necesitan exámenes y respuestas más profundas.
Todavía nos preguntamos si la atleta surafricana Caster Semenya, campeona mundial de los 800 metros, es en realidad un talento con demasiada testosterona. Sin ser muy conocida llegó a los mundiales de Berlín en 2009 y le sacó 5 metros a todas sus rivales. Una sombra encima de su labio superior terminó de alentar la sombra de duda. Se necesitaron 8 médicos para determinar si Semenya merecía la medalla de oro o debía medirse frente al campeón africano de la distancia. Endocrinólogos, ginecólogos y psicólogos sirvieron como jueces y Semenya pudo levantar los brazos luego de depilarse para la ocasión. Ahora ha resultado que Pinki Pramanik, medalla de oro en el relevo de 4 x 400 en los juegos asiáticos de 2006 representando a la India, tiene problemas o virtudes similares a los de Semenya. Hay pruebas irrefutables para quitarle su reciente medalla: está acusada de violación por su antigua compañera.
Ahí no paran los problemas. También se debe comprobar la edad de las gimnastas chinas. Las reglas dicen que deben tener al menos 16 años para competir en los olímpicos. Las asimétricas no son juego de niños. Los registros de nacimientos chinos son tan confiables como los de Tumaco o Turbo. De modo que toca comenzar a medir las muñecas y de nuevo los médicos tienen la última palabra. Dos campeonas olímpicas chinas en 2008 fueron bastante cuestionadas por parte de comentaristas y técnicos rivales. El ex preparador de Nadia Comanenci lo dijo con el tono áspero que ameritaba su papel como comentarista de NBC: “Están usando media persona. Esta gente piensa que nosotros somos estúpidos”. Algunos dicen en medio de una sonrisa que las gimnastas chinas cada vez se acercan más al puntaje y la edad perfecta: 10.
En Londres se inaugura un nuevo debate que en poco tiempo nos tendrá hablando de los Cyborg Olimpics Games. Oscar Pistorius, corredor surafricano de los 400 metros, acaba de ser admitido con forceps en la delegación de su país. El hombre corre bajo el impulso de dos prótesis transtibiales hechas con fibra de carbono. Ni su andar ni sus ampollas se parecen a las de sus rivales. Hasta hace poco la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) lo tenía vetado. Su diseño era para los protolímpicos: “se prohíbe cualquier dispositivo técnico que incorpore, resortes, ruedas o cualquier otro elemento que proporcione a quien lo usa una ventaja sobre otros atletas que no usen tal dispositivo”. Luego el Tribunal de Arbitraje Deportivo, una junta de físicos, expertos en biomecánica y no sé qué más, admitió una apelación y dijo que la zancada de Pistorius no era distinta a la Michael Johnson, por decir algo. Su marca personal unas centésimas por encima de la mínima le impidió estar en Pekín. Ahora, de nuevo con tiempo nublado, Pistorius está listo para atender el pistoletazo en Londres. Las razones parecen un juego entre el espectáculo sensiblero y las propagandas multicolores de Benetton ¿Estaría invitado si tuviera el mejor tiempo del año? ¿Estamos frente a una especie de “doping” a flor de piel? Algunos científicos dicen que el hombre parte con 10 segundos de ventaja frente a sus rivales a pie limpio ¿Qué tal que el espectáculo se salga de madre y los keniatas descalzos terminen vencidos en la maratón por un alemán con una válvula pulmonar bien recetada?
martes, 10 de julio de 2012
Fiestas de guardar
Un injusto manto de señalamientos y reproches ha caído sobre las celebraciones de los narcos luego del matrimonio no consumado de Fritanga. Una semana de comentarios dejó a la Mucura por el suelo. Pero nadie ha dicho que los escándalos del servicio secreto norteamericano demostraron que los mafiosos y su contraparte tienen gustos muy parecidos a la hora de las fiestas y sus necesarias impudicias. Solo que unos pagan mejor que otros. A nuestros uniformados también les gusta el Whisky gratis en compañía de las modelos de AKT. No hace mucho se hicieron famosos cuatro coroneles del ejército por su elegancia en el matrimonio -ellos le llaman boda- de Néstor Caro Chaparro, alias El Duro. El hombre se casó en Medellín en una iglesia muy bien referenciada: Santa María de los Ángeles, unas cuadras abajo del edificio Mónaco. Uno de los militares enfiestado se defendió con una frase que merecía un ascenso: “Fue una estupidez pero es la verdad. Fui un colado”.
Tal vez haya sido Berlusconi quien terminó por desprestigiar el estilo de esas fiestas desinhibidas luego de seis años de bunga bunga en sus villas y palacios. Esas orgías temáticas con dominicanas disfrazadas de Obama y Marroquíes con toga y birrete fueron demasiado. Sobre todo porque las descripciones oídas a palo seco en los tribunales de Milán resultaban francamente pasadas de tono. Qué tal que Turbay hubiera tenido que hablar de sus aventuras ante el pleno de la Cámara de Representantes.
Pero las últimas fiestas que han terminado con operativos de madrugada son bien distintas. Uno lo piensa con algo de indulgencia cristiana y concluye que dos de los narcos importantes caídos este año fueron víctimas de sus sentimientos de padres, hijos y esposos leales. El Procurador les debe una oración por su apego a la institución familiar. Juan de Dios Úsuga acabó muerto el primero de Enero en Acandí mientras compartía unos tragos y unas canciones con sus padres y sus dos hijos. Había otras 93 personas por si era necesario salir a comprar algo a media noche. La policía lo ubicó por un chip en el estuche de la guitarra de uno de los músicos. La operación Merendero para complacer el gusto de los viejos terminó en balacera. Algo parecido le pasó a Escobar un 24 de diciembre en una finca en Jericó, donde la policía falló por minutos y encontró a Manuela decorando los castillos de la Barbie. El desasosiego y un guaro en reversa habían sacado a Escobar sin esperar el traído. Ni que decir de las escenas conmovedoras de Fritanga, recién desposado, prestándole el hombro a su novia inconsolable.
Aunque es verdad que no faltan los mafiosos víctimas de cierto relajamiento moral. Gacha y su hijo fueron dados de baja dos días después de que fracasara la organización de una fiesta en Tolú encargada a Jorge Velásquez, quien era su jefe de logística y terminaría por entregarlo. No se pudo contactar a ninguna de las 400 “amigas” que estaban reseñadas con foto en los archivos de la finca Chihuahua. Y los Rodríguez Orejuela, con mejor presencia, tenían un álbum con 1000 fotos de candidatas a sus juegos florales. Al menos eso dice la envidia de los policías.
Nosotros ya somos poca cosa. En México las fiestas mágicas dejan capturas por centenares y la policía ya está acostumbrada a seguir el rastro de las cajas de Whisky y la estela de olores que dejan las grillas. Sobre todo cuando no los invitan.
martes, 3 de julio de 2012
La bendita Niña
El “histórico” gobierno de Juan Manuel Santos sigue confundiendo las ejecutorias públicas con la aprobación de leyes. El Presidente parece convencido de que sancionar, o sea firmar, las decisiones del Congreso es una tarea suficiente además de necesaria. Hace poco descubrió, entre “horrorizado” y “estupefacto”, que objetar esas mismas decisiones puede ser incluso más importante. Pero ese es otro cuento. El caso es que en Palacio están seguros de que los eventos cruciales suceden solo en el Salón Elíptico, la sala de crisis del ejecutivo y en los pisos superiores del palacio de Justicia. Todo lo demás es maquinaria deleznable, mecánica administrativa ajena al “estadista” que repasa el futuro desde su sillón.
Ahora que se ha vuelto urgente mostrar algún trabajo palpable el gobierno debería mirar a sus píes y descubrir a Colombia Humanitaria. En vez del casco que promete de Germán Vargas Lleras debería enfocar las planillas de Everardo Murillo. Y antes de sacar pecho con los contratos que firmó Germán Cardona, simples papeles al fin y al cabo, debería enseñar la logística que ayudó a crear Jorge Londoño, contratación fulgurante en su momento y muy pronto olvidada en el banco de suplentes. Es cierto que ahí no están los ministros con ambiciones políticas ni los partidos ni las cumbres ideológicas. Pero en cambio hay un ejercicio de descentralización que demuestra que alcaldías y gobernaciones pueden cumplir un papel distinto al de aplaudir o presionar en los Acuerdos para la Prosperidad. Y están invertidos 5.3 billones de pesos con cuentas que parecen satisfactorias y obras que no son “corredores de competitividad”, pero sí caminos obligatorios para vivir en más de 1060 municipios que sufrieron grandes daños durante el invierno del año pasado.
Colombia Humanitaria fue la encargada de atender a 2’400.000 damnificados. Durante algunos meses vimos escenas conmovedoras, pero es justo decir que el gobierno evitó las hambrunas y las epidemias en medio de cientos de municipios bajo el agua. Solo en entrega de mercados, pago de arriendos, construcción de albergues y kits escolares se gastaron 1400 millones de pesos. Los alcaldes y gobernadores, sin tiempo para pensar en compromisos futuros ni en el Excel del “hombre del computador”, sirvieron para contratar obras de pequeña y mediana envergadura. Además del acompañamiento de Contraloría y Procuraduría se contrataron 5 empresas encargadas de vigilar las obras sobre el fango. Cada obra se visitó en promedio 4.5 veces. Se demostró que en los pueblos es necesario estar ojos a la obra. Y que los alcaldes deben ser los dolientes naturales de las necesidades en sus municipios. Tal vez por eso hoy la ejecución de obras contratadas con los entes territoriales está cerca del 87%, y las que se hicieron con ministerios y otros entes nacionales está llegando al 67%. En los pueblos hay más de 3000 obras terminadas y otras 1500 muy cerca de su fin: reparaciones de vías, puentes, jarillones reforzados, saneamiento de acueductos, caños canalizados, retroexcavadoras listas en los parqueaderos municipales. De 4200 obras apenas 500 tienen problemas graves.
La “maldita Niña” ha terminado por mostrarle al propio gobierno que se pueden hacer las cosas sin tanta grandilocuencia. Tal vez sea hora de dejar de mirar al edificio del Congreso y comenzar a pensar en los palacios municipales.
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