La
revocatoria del mandato se ha convertido en un simple entrenamiento electoral,
un simulacro de las votaciones en ciernes, un pulso algo histérico en redes y
medios para el deleite de las barras bravas. Luego de un año de mandato de los
alcaldes elegidos en octubre de 2019 son once las capitales donde se han
inscrito movimientos para impulsar revocatorias. Bogotá, Medellín, Cali,
Cartagena, Bucaramanga, Manizales, Armenia, Ibagué, Cúcuta, Popayán y Quibdó
disfrutan hoy de ese teatro del absurdo. De esas once capitales ocho intentaron
el mismo juego durante las administraciones municipales que ejercieron entre
2016 y 2019. Todo han sido intentos vanos, no se ha pasado de la recolección de
firmas y los pleitos en instancias judiciales o administrativas. Luego de los
comités y las caravanas vienen los Derechos de petición, las acciones de
tutela, los incidentes de desacato, las acciones de cumplimiento, las acciones
populares y las denuncias penales. Así pasó en los dos últimos intentos en
Bogotá. Florencia ha sido la única capital de departamento donde se ha votado
una revocatoria, y solo se contaron el 36% de los votos necesarios para que la
alcaldesa del momento saliera por esa puerta cerrada con doble llave.
Una
elección a la mitad de un mandato de cuatro años solo trae las perversiones del
poder y el ejercicio electoral. Los elegidos terminan alargando sus
candidaturas en un proselitismo ahora ejercido con los poderes del presupuesto
y la burocracia. De modo que al tiempo que ejercen la prepotencia de la
chequera se declaran víctimas de terribles conspiraciones y revanchas. Esta
semana, por ejemplo, el alcalde de Medellín llegó a la Registraduría agitando
banderas, con funcionarios y contratistas a la saga, y alegando un complot de sus
rivales recién vencidos y una “mano negra” (luego corrigió y dijo la “mano
oscura”) que quiere detener un cambio histórico. Los mandatarios se convierten
entonces, con voluntad reforzada, en fieles a una clientela particular, a un
comité de defensores que intentan cautivar con el populismo más burdo. Imaginen
cómo se repartirán los subsidios directos en tiempos de pandemia y revocatoria
Los
promotores de la despedida, por su parte, se dedican a inflamar un poco el
ambiente, a intentar cubrir con una bandera partidista cualquier descontento
ciudadano. Y ahora las críticas fundadas a los alcaldes o alcaldesas quedan
untadas de arrebatos ideológicos, de revanchismo y de los señalamientos más
grotescos. Para volver al ejemplo de Medellín digamos que se mezclan las
ridículas acusaciones de satanismo por un diablo alumbrando el diciembre con los
las alarmas del clientelismo y la repartija partidista de Daniel, el
dependiente de La Alpujarra. La farsa puede ser tal que mientras una parte del
Centro Democrático grita sus extravagancias, la mayoría de su bancada en el
concejo le aprueba las facultades extraordinarias a Daniel, el facultativo del
Tricentenario.
Los
políticos no pueden vivir sin el ejercicio electoral. La contienda es su
oficio, deben mantenerse en forma, jugar todos los días para la tribuna. Ese es
el fin primordial de la revocatoria del mandato: azuzar a una parte de la
ciudadanía mediante un mecanismo que saben infructuoso, alentar una pelea algo fingida
para mantener vigencia y apostar a futuro. Elegidos y revocadores le dan cuerda
a esa rueda en la que la ciudadanía bota la corriente y ellos gastan los
recursos, el tiempo y las prioridades. Se fortalecen los partidos y los
extremos mientras se liman las instituciones y los presupuestos.