La trampa ha legitimado su propia teoría. Un filósofo inexistente, construido por la inteligencia y la ironía de un humano y las habilidades de dos “maquinas”, se hizo célebre con un libro que describe la “simulación perfecta del paisaje mediático”, la confusión colectiva que pueden crear los algoritmos, la sugestión de los mensajes inducidos por un poder de procesamiento. Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad, es el título del libro, y Jianwei Xun, es el nombre del filósofo del no ser nacido en Hong Kong. Detrás de la construcción están Andrea Colamedici, como moderador, y Claude y ChatGPT como interlocutores de Inteligencia Artificial. El coautor humano se hizo pasar por traductor al italiano y el libro comenzó a llenarse de verdad: “Xun devela los mecanismos mediante los cuales el poder moldea nuestra percepción de la realidad”, “el libro del año”, “el filósofo del momento”… El libro fue uno de los más vendidos en Italia durante la primera quincena de marzo y al mismo tiempo fue pasto apetecido en medios y espacios académicos.
No se parece a engaños anteriores como el Affaire Sokal que en los noventa pretendió desenmascarar una jerga posmoderna que se legitimaba a sí misma a partir de la ilegibilidad, ni tampoco a su más cercano pariente, invento de tres jóvenes estudiantes de MIT quienes crearon hace veinte años un software, un rudimento de la AI, que creaba artículos y ponencias para presentar a revistas y congresos. Más de la mitad de los trabajos pasaban el filtro sin problema aunque eran solo un puzle de términos y teorías que obedecía a una orden humana. Esos dos experimentos eras simples zancadillas.
Ahora, según el filósofo italiano que lideró el experimento, se trata de una “creación colaborativa” surgida de la tensión entre la inteligencia humana y otras inteligencias. “No hay aquí nada falso”, ha dicho Colamedici. Simplemente se dedicó a alimentar sus herramientas con teorías sobre sus textos, libros de autores que cuestionaban o compartían sus ideas, y fue poniendo en cuestión las respuestas de las AI hasta hacerlas dudar y retroceder. “Ingeniería ontológica”, llama el filósofo de carne y hueso a su performance. No quería solo teorizar sobre la construcción de la realidad: “El proyecto Xun representa una forma de teoría encarnada: no solo habla de la hipnocracia, sino que la pone en escena...En cierto sentido, el hecho de que estas ideas provengan de una entidad híbrida humano-algoritmo, en lugar de un autor tradicional, las hace aún más relevantes.”
Hace años la “desilusión” de los lectores llegaba cuando se caía la máscara de un simple seudónimo. La aparición de un autor o autora inesperados hacía cambiar los finales felices entre el autor y la obra. Jianwei Xun nos dice que los autores serán cada vez más difusos, que las firmas serán menos confiables sin importar que los discursos sean más profundos ¿Debemos creerles a esas inteligencias? ¿Nos retan, nos enseñan, nos manipulan? El ajedrez fue uno de los grandes tableros experimentales de la AI, ahora el juego está en todas partes y Xun sugiere que es el momento de dejar de pensar en triunfos o derrotas.
Los robots de Asimov se preguntaban por su origen y desafiaban a sus creadores, obedecían al tiempo que creían contradecir a los humanos, salvaban a los tripulantes de las naves que se creían más inteligentes que esos “espantajos electrificados”. “¿Quién va a discutir con un robot? Es vejatorio…” Dicen los personajes humanos de Asimov mientras intentan convencer a Cutie de su inferioridad de aluminio y cables. Llegó la hora de emprender esa conversación, de aceptar que también podemos ser la herramienta.