viernes, 21 de febrero de 2025

Una elegancia despiadada

 Locos por publicar | Babelia | EL PAÍS


Mucho se ha repetido la idea según la cual la poesía debe escribirse con un estilete, debe herir si es posible, dejar huella. No es muy común ese lugar y la gran mayoría de los intentos poéticos suelen terminar en la caligrafía, la mecanografía o la más peligrosa grafomanía. Los poetas primerizos o fallidos nunca agradecerán los antídotos contra los peligros del sentimentalismo, los arrebatos de genialidad o la incontinencia verbal. La poesía es una trampa que expone a muchas víctimas. Una jaula para el escarnio. Pero el papel, la tinta y los ojos de posibles lectores sí aprecian una selección natural que impida una epidemia de poetas impunes.

El mejor medicamento contra esa posible proliferación lo escribió Wislawa Szymborska, poeta polaca que recibió el Nobel de literatura. La colección de respuestas a sus corresponsales y posibles colaboradores que enviaban sus manuscritos al semanario Vida Literaria, que se publicó desde finales de los cincuenta por cerca de veinte años, son el mejor ejemplo de que es posible una cruel sabiduría. Szymborska hacía parte del consejo de redacción y era la encargada de la sección llamada Correo Literario. La “correspondencia”, reunida en un libro, es catálogo de principios poéticos y una lección de humor, sinceridad y rigor. Esos rechazos sí tienen de verdad el filo que se dice obligatorio para el poema. Cartas abiertas escritas con el cortaplumas. Intentaré aquí una pequeña colección que atice la risa y la curiosidad.

Es claro de qué hablamos cuando la revista describe de los destinatarios como condenados y las réplicas como ejecuciones. No hay ningún temor a herir a los poetas a pesar de sus posibles tendencias al drama: “no somos partidarios de la cría en invernaderos de retoños literarios”. Se comienza por descalificar la caligrafía ilegible que llegaba a la redacción: “Ninguno de nosotros fue capaz de descifrar sus manuscritos, que al principio tomamos por poemas. Tan solo en la farmacia consiguieron hacerlo. Los medicamentos se pueden recoger en la secretaría de la redacción”. La ortografía también tiene su paredón de fusilamiento: “Su poema, de momento, carece de actualidad. Seguimos escribiendo: jinete, hormiga, hallé. Si en la ortografía se producen cambios beneficiosos para usted, se lo comunicaremos, sin falta, personalmente”.

Las lecciones de fondo llegan cuando los prospectos intentan ser poéticos a toda costa, “porque lo poético es aburrido y secundario” y la poesía debe nutrirse de las vivencias propias y los pensamientos autónomos. En el remate viene el golpe: “Usted tiene 24 años y 30 millones de compatriotas que esperan saber, con el corazón en un puño, qué puede contarles de sí mismo”. Para los que escriben versos de otros siglos, los intoxicados por alguna novela del siglo XVIII, entregan el consuelo de un posible empleo: “Si tuviéramos un castillo y las posesiones aledañas, desempeñaría usted el cargo de poetisa de la corte...” A un enamorado de su vecina y de la rima le hace el Correo Literario una escueta recomendación: “¡Intente usted enamorarse en prosa!”. La primavera traía siempre esas duras cosechas, tiempo en que “crueles muchachas dejan a unos poetas por otros.”

Muchas veces la revista apuesta por el futuro de los poetas sin futuro, “preocúpate también de conseguir un oficio de provecho, al margen de la protección de las musas. Según tenemos noticia, son una histéricas y las histéricas no son de fiar”. El poeta soñador debe desabrocharse las alas, el melancólico esculcar un día feliz en el calendario, el innovador recordar que la poesía es un juego con reglas, al grandilocuente buscar palabras de menor denominación…

Al final queda una lección sencilla, “el talento no es un fenómeno de masas…”

 

 

miércoles, 12 de febrero de 2025

La hora de la discordia

Las tripas del gobierno Petro al aire: claves del consejo de ministros - La  Silla Vacía

 

Hace un año el presidente Petro adelantó la campaña presidencial de 2026. En un discurso en el municipio de San Pablo, en Nariño, defendió su proyecto hacia el futuro: “En el 2026 tenemos que volver a ganar”, dijo. Era la respuesta a las marchas en su contra que se habían convocado unos días antes. A dos años y medio del fin de su gobierno el presidente le hablaba a los futuros electores: “Ahí llega la fuerza progresista a profundizar la democratización de Colombia. Ahí no podemos retroceder ni un paso”. Las declaraciones parecían un poco prematuras pero nada fuera de lo normal. Petro se siente más cómodo en la confrontación pública que en la concertación privada con su equipo de trabajo. El llamado a las calles lo había retado y aceptaba con gusto. Además, la percepción de que las reformas del cambio no avanzaban imponía la necesidad de pensar en el mediano plazo. Era hora de gobernar pensando en las elecciones y no en las ejecuciones. La adrenalina contra el tedio de Palacio: “¡Pues claro que voy a salir del Palacio de Nariño! Si no me gusta ni cinco.”

Esa apuesta parece haber jugado en contra del presidente. Es un lugar común que Petro puede ser terco y desordenado en la administración, que el discurso lo arrastra lejos de las metas de gobierno, que la ideología lo aísla del “trabajo menor” de la oficina; al mismo tiempo, analistas, rivales y periodistas han dicho siempre que es un adelantado de la estrategia política y tiene una visión periférica del juego electoral. Temeridad e intuición son dos de las palabras que lo definen a menudo. Pero la semana pasada el presidente sufrió una derrota en su propios terrenos, perdió en los cálculos políticos y jugando de local.

Decisiones sobre su equipo crearon una pugna más allá de sus predicciones y su control. La presencia de Benedetti en el Consejo de Ministros como una especie de ogro silencioso e indescifrable, reemplazo de Sarabia en la puerta del jefe, dejó a sus más cercanos desconcertados y sentidos. Petro los retó con las cámaras y perdió. Francia Márquez abrió la puerta de la sinceridad y se vino la seguidilla de guardados. Si la política entre rivales puede ser no apta para menores de edad, la política cruda entre compañeros de gabinete resultó ser pornográfica. Reclamos, señalamientos, amenazas, réplicas en medio de una disparatada lección de historia. Lo peor de una clase de escuela y una pelea de recreo.

Ahora el presidente culpa a los ministros de abandonar el gobierno por emprender una “lucha por los votos del pueblo”. Les recuerda además que “hay un tiempo para cada cosa” y los alecciona contra el “tribalismo” político y el “ego sectario”. Petro subestimó a su gabinete, la idea desmesurada de su ascendencia y poder lo hizo inmune a los riesgos. Ahora parece más solo que nunca en ese palacio que detesta. El llamado a un frente amplio ha debilitado su base más leal sin asegurar la maquinaria de los partidos tradicionales que mirarán la ruleta unos meses más para poner sus fichas.

Siempre se dijo que ante las dificultades, de resultados concretos y avance de reformas, Petro cerraría su círculo y se radicalizaría. Los más cercanos serían su muro de contención. Al parecer habría decidido romper el muro –“el presidente no se deja encerrar”–y buscar un centro con pericia política y habilidad politiquera. Ese es el Petro de todos los colores de la última semana, un camaleón que el Pacto Histórico ha visto como un lagarto. Ha pasado el tiempo de la épica, de los grandes proyectos del cambio y las ambiciones universales para enfrentar la realidad pedestre de la mesa política. En ese juego de intrigas y traiciones, Benedetti y Sarabia ya probaron finura, veremos si aguantan el segundo round.

 

 

 

 

 

 

viernes, 7 de febrero de 2025

La estrategia del cazador

Trump Hunter With Michelob Ultra Beer Shirt

 

Perseguir es una estrategia sencilla. Se compra el disfraz, se carga el rifle y se enseña una cara amenazante. No es necesario el sigilo, no se trata de cazar, solo de dar la impresión, de alardear, de pisar duro. Es lo que ha comenzado a hacer el presidente Donald Trump, es el inicio de una maniobra más política que migratoria. Sabe que es uno de los temas –el control de drogas es el otro– en el que su base política puede crecer. Un poco más del 50% apoya al presidente recién posesionado y algo más del 60% ve con buenos ojos sus anuncios implacables contra la migración irregular y contra los migrantes en general.

Los datos del primer gobierno Trump muestran que los resultados (si por resultados entendemos solo deportaciones) estuvieron por debajo de las cifras de los gobiernos de Obama y en el mismo punto de las del gobierno Biden. Obama deportó a casi cinco millones de migrantes irregulares en sus ocho años de gobierno y Biden mandó fuera el mismo millón y medio que su antecesor. Pero Trump hizo más ruido, mintió más, propagó más odio y ganó de sobra frente a la opinión pública en uno de los temas más relevantes para los electores gringos. Un cazador mediocre que dispara mucho más. Por ejemplo, haciendo redadas en lugares de trabajo que tenían únicamente el objetivo de crear pánico y ganar aplausos.

Siendo candidato en 2016, dijo que deportaría muy rápidamente a dos o tres millones de migrantes que tenían antecedentes criminales, eran miembros de pandillas y traficantes de drogas. De una vez, convertía en criminales al 25% de los migrantes irregulares en Estados Unidos. Con los demás, dijo, ya se verá qué hacemos. En la campaña reciente la fórmula Trump-Vance habló de un millón de deportados cada año. Ya los expertos han dicho que llegar a esa cifra será imposible por razones logísticas, legales y de falta de cooperación de algunos estados y ciudades. En su último año Biden deportó a 270.000, la cifra más alta en una década. Desde hace veinte años el número de migrantes ilegales en Estados Unidos, alrededor de once millones de personas, ha permanecido más o menos estables. Bien sea con Obama y sus cifras record, con Bush y sus dos millones de deportados o con las cifras parejas de Trump y Biden.

Las amenazas de Trump tampoco han tenido éxito para disuadir a los migrantes. Lo que demuestra que el disfraz del cazador solo entrega éxito político y electoral, solo es una puerta en escena para los espectadores. Entre 2017 y 2019 el número de capturas en la frontera con México pasaron de 300.000 a 800.000. Al parecer la mueca del primer año tuvo algún efecto pero luego los hechos demostraron que las cosas no habían cambiado en las posibilidades de ingreso.

Lo que sí cambió fue el maltrato. A falta de resultados el cazador debe mostrarse despiadado. Por eso durante la primera administración Trump separaron a las familias, usaron centros provisionales de detención que no eran otra cosa que grandes galpones, se abusó de los tiempos de detención y se aplicaron deportaciones extrajudiciales. “Si no les gusta como los tratamos, entonces no vengan”, fue la respuesta de Trump.

Entre 1901 y 1914 entraron a Estados Unidos tres millones de italianos, un millón y medio de judíos y cuatro millones de eslavos. Las alarmas se prendieron y la discriminación fue la norma. Los políticos lo entendieron y aprobaron en 1924 una dura ley antiinmigración que imponía cuotas máximas por país, hacía test de alfabetismo a la llegada y prohibía el ingreso de orientales. La frontera y la bandera son dos símbolos claves para los nacionalistas y los populistas. El temor y el orgullo que juegan tanto en la política. Es posible que Trump no sepa la historia de hace cien años, pero sabe muy bien lo que quieren las mayorías.