martes, 28 de diciembre de 2010

Recorderis





Entre nosotros será siempre una exageración hablar de terremotos políticos. Es mejor llamar caprichos, coincidencias, oportunismos, fatalidades, remordimientos o arrebatos de cordura a los sucesos que rodean a nuestros modestos palacios presidenciales. Me refiero a América Latina y sus presidentes duros y leves al mismo tiempo, a su opinión pública un poco más enamoradiza y más vengativa de lo normal, a sus partidos artríticos, a sus movimientos esperanzadores vistos desde arriba y peligrosos vistos desde abajo. Pero el año que termina tiene sin duda una marca especial. Seguro estará como principio o fin en los periodos que proponen los especialistas. El 2010 ha dejado algunos puntos finales, otros suspensivos, muchos signos de interrogación y no pocos de admiración, que pueden ser provocados por el miedo, la repugnancia, el dolor o… la admiración. Esta columna, como es obligación por las resacas de fin de año, intentará una pequeña lista de sucesos políticos.
Terminaron su mandato los tres presidentes más populares de Suramérica. Todos en medio de actitudes distintas. El de Colombia solo se dio cuenta de lo inconveniente de cambiar la Constitución para alargar su periodo luego de cuatro meses de abandonar la casa prestada: “Puede ser que la historia diga que esa fue una de mis equivocaciones”, dijo el ex presidente Uribe para sorpresa de todos, incluido Luis Guillermo Giraldo. Salió obligado por la Corte Constitucional y no por su convicción democrática. Será un año inolvidable para Álvaro Uribe: perdió el poder y el juicio, me refiero a la cordura no a ningún pleito judicial. En Chile Michelle Bachelet dejó su cargo con un 81% de popularidad y en medio de acusaciones de la oposición de usar la maquinaria estatal para entregar la presidencia a Eduardo Frei. La primera derrota desde 1988 de los partidos de la concertación honra a la presidenta chilena. Dijo e hizo lo que era inevitable en política pero no abusó de su posición para evitar el triunfo de Piñera. Y Chile mostró una extraña madurez democrática que para muchos puede ser sencilla inconsistencia. Una lección para los inventores del estado de opinión, quienes desprecian la alternancia apoyados en las encuestas. El pobre Piñera debutó en el vaivén de la política con dos episodios extravagantes: un accidente de minería como trampolín y la elección del técnico de fútbol de la selección nacional como problema de fondo.
Lula también se fue luego de ocho años de aplausos e indicadores favorables. Dejó a Brasil en una órbita distinta e hizo algo más que Bachelet para que ganara su pupila. Los brasileros no querían que se fuera pero Lula dejó todo en manos de la superstición: “Espiritistas intentan que el alma de Lula se incorpore al cuerpo de Dilma”. Según parece el cuerpo de la señora Rousseff ya está ocupado por un alma. Algo parecido a lo que pasó por aquí con el señor Santos.
Pero no fue solo eso. Chávez perdió el dominio absoluto de la Asamblea Nacional. En las recientes elecciones legislativas la oposición igualó los votos de su partido y demostró que la marea electoral está de su lado y no del de los rojos, rojitos: votaron el triple de ciudadanos que en las anteriores de congreso en la que solo se presentaron candidatos oficialistas. Pero Chávez ya le dio un manotazo al asunto con la ayuda de cuatro aguaceros. Ecuador demostró que sigue siendo tan frágil que hasta la policía antimotines puede tumbar al presidente con un motín. Correa se dio cuenta que la arrogancia y las arengas no funcionan jugando de local. En el sur Argentina perdió su presidente y por fin se vio obligada a elegir a Cristina, mientras las temperaturas de 36 grados incendian a Buenos Aires con pedreas y campamentos de los sin techo en parques y bienes privados. Y a Fernando Lugo se le diagnosticó un cáncer que seguro disminuirá sus fuerzas para gobernar y su apetito sexual. Raúl Castro por su parte dijo que si Cuba no cambia se hunde, una muestra admirable de autocrítica. Y Evo le disputó el puesto con sus declaraciones a Alicia Machado, y Alan García demostró que sin importar el tamaño se puede pasar desapercibido. Cuando Dios hizo el edén pensó en América.



martes, 21 de diciembre de 2010

Cadáver exquisito




En El guardián del muerto, un cuento negro y burlón escrito por Ambrose Bierce, unos médicos jugadores deciden apostar sobre la posibilidad de que un hombre resista toda una noche en la sola compañía de un cadáver. Le entregan una vela y lo encierran en un cuarto con barrotes para que vele un falso muerto. Cuando el cuerpo empieza a moverse, para burlar al guardia y a la muerte, el aterrado custodio no puede más que matarlo de verdad, para invocar la ayuda de las larvas definitivas. Hacía unos minutos el conejillo y guardián había pensado, alumbrando el cuerpo rígido, que nadie puede discutir “el derecho de los muertos de descansar en paz, exentos de cualquier violencia”; pero cuando el supuesto cadáver movió su pecho no pudo más que asfixiarlo.
Son los peligros de hacer una apuesta sobre la camilla de un cadáver. Ahora mismo el gobierno y la justicia colombiana libran su juego con el cuerpo refrigerado de Víctor Julio Suárez Rojas. Ayer durante una audiencia una juez de control de garantías le dijo al hermano medio de Jojoy, un campesino silencioso que empuña un bastón, que le entregarían el cuerpo pero con la condición de que sea enterrado en Bogotá y no en el municipio de Cabrera, como quiere su familia. La juez y el gobierno alegan que de ser enterrado en el pueblo se corre el riesgo de un ataque de las Farc, para recuperar la calavera y las dos tibias y erigirlas como blasón de guerra.
Cuando murió Luis Edgar Devia el gobierno también jugó sus cartas. Siguiendo la vieja lógica según la cual el vencedor es el dueño de los despojos mortales del vencido, escondió a Reyes detrás de la firma de su ex-mujer y logró que su último paradero fuera un misterio. Uno entiende que Bolivia haya ocultado los huesos de El Che durante 30 años. La superstición del momento hacía temer que un cadáver pudiera esparcir los alborotos comunistas. El Che era un ídolo y la venganza suponía que era mejor un santuario apócrifo. Ahora está en las banderas de todos los equipos de fútbol del continente. Pero quién además de su familia y algunos guerrilleros querrán venerar las tumbas de Reyes y Jojoy. Qué devoción tiene alguien en Colombia por los esqueletos de dos guerrilleros corrompidos y arrogantes. El Estado no debe temer al fantasma de Jojoy, si puede resguardar el cuartel de policía en Cabrera, si puede responder por su alcaldía pues debe hacer lo mismo con su cementerio ¿La seguridad del pueblo depende de la presencia de los huesos de Jojoy? En Medellín la tumba de Pablo Escobar es el santuario menor de algunos supersticiosos, algunos viciosos y algunos despistados. Cada quien invoca según sus tristes necesidades y angustias. Igual los muertos son duros de oído.
Una sentencia de la Corte Constitucional dictada en 1994 parece darle la razón a la familia de Jojoy. Según la Corte existe una “cuasi-posesión” de los familiares sobre el cuerpo del difunto, un derecho que implica “la custodia, la conservación del cadáver y el sitio de su inhumación”. De la sentencia parece derivarse que solo una amenaza sanitaria avalada por el ministerio de salud podría justificar órdenes para la disposición de cadáveres por encima de la voluntad de los familiares.
Es inevitable que se exhiba el cuerpo de los delincuentes abatidos, un ritual macabro que se han ido ganando con años de violencia y escondites. Pero pasar de la exhibición pública al ocultamiento a los familiares parece un precio desmedido. Recuerden que tenemos un ave carroñera en el escudo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

En la boca del globo




Poco a poco algunos maniáticos de la seguridad, almas aprensivas dedicadas a cultivar el tedio e instalar bocinas de alarmas, nos han ido vendiendo la idea de que tirar un globo es un crimen. Odian esa manía de los faroles de papel de ser leves briznas al viento y al azar, no resisten que no tengan timón ni rienda ni itinerario y que puedan elegir para su aterrizaje, por simple curiosidad, la bendita claraboya de una bodega. Pero los globos siguen siendo las más entrañables estrellas de fin de año, y la gente sigue acariciando su papel luminoso y tibio antes de soltarlos entre aplausos y gritos. Frente a un decreto de 1920 que prohibía elevarlos reclamó Luis Tejada entre humos de pipa y añoranzas: "esplendor extraño de luces vivas, de colores radiantes, de fogatas encendidas en el patio, de papel de seda iluminado, de faroles rojos, de grato olor de alcohol y bencina, de algarabía de muchachos acumulados que ven subir sobre las tejas la bomba de papel, hinchada, lenta y policroma".
Brasil es uno los países donde elevar globos es una ciencia, un arte, un vicio, una tradición y un crimen. Los portugueses les dejaron la afición que se extendió según la desmesura de un país acostumbrado a decir: o mais grande do mundo. Tres años de cárcel puede llevarse un globero con buena mecha en Brasil. Con buena bucha, para decirlo en el lenguaje de los iniciados. Es por eso que un cuento de Rubem Fonseca, El globo fantasma, comienza así: “Un globo gigantesco, el más grande del mundo, dijo el informante.
¿Dónde?, pregunté.
Todo lo que sé es que ya compraron diez toneladas de papel de seda.”
El detective está encargado de impedir los lanzamientos en el mes de junio, en las fiestas dedicadas a San Juan y San Pedro, los santos coheteros. Pero la prohibición ha logrado sofisticar las aficiones globeras. Algunos lanzadores de ocasión se han ido contentando con seguir os baloes ajenos y señalarlos con nostalgia. Pero en cambio ha surgido una pequeña legión de especialistas que defienden su costumbre con celo religioso, con la paciencia de las tejedoras y el alboroto de los juerguistas decembrinos, con los números del científico autodidacta y las ambiciones del inventor. Sus grupos se llaman turmas y están dedicados a elevar globos inimaginables para que los demás mortales miremos hacia arriba con la boca abierta.





Lisandro Mesa es el jefe de la turma más importante que lanza sus globos desde este valle. Digo jefe por ponerlo un escalón por encima de sus compañeros pero podría decir profesor, pionero o líder. En Brasil llaman dentista al globero que dirige la operación de lanzamiento metido en la boca del globo, lidiando con la bucha y sus secretos de parafina, dirigiéndolo todo con una antorcha desde la candileja que Fernando Vallejo llama el corazón del globo. Digamos entonces que Lisandro Mesa es el dentista del movimiento de globeros que ha crecido en los últimos cinco años en Medellín y sobre todo en sus alrededores.
Hablo con él para ir al lanzamiento de una estrella de más de 2000 pliegos en un potrero de Envigado. En la página oficial de la Turma Tradición prohibida he leído cosas como estas: “Recibe el nombre de sólido de revolución, el sólido generado al girar alrededor del eje X, la región limitada por la gráfica de y = f (x), el eje X y la gráficas de "x = a" y "x =b". El eje X es un eje de simetría de dicho sólido y una sección recta perpendicular al eje X es un circulo.” Pero Lisandro usa también algunos lenguajes más cercanos a lo que siempre hemos asociado con el tumulto alrededor de un globo. Cuando lo llamo para cuadrar el encuentro su celular me suelta esta melodía: “Mostráme tu apachurrao que lo quiero conocer, para cuando yo me case por ahí darle a mi mujer, dele por ai, por ai es mejor; dele por ai, por ai es mejor…”
Llegamos al potrero rayando las siete de la mañana de un domingo. El ambiente y la concurrencia, unas 500 personas, confirman esa combinación de científicos teguas y amanecidos de diciembre. La guasca tronando en algunos carros, las garrafas de aguardiente embarradas en el potrero, dos sopletes alimentados por pipetas que inflarán el monstruo y una conversación sobre la tensión que soportan algunos vértices de la estrella. El globo está extendido sobre un plástico y los grillos, las arañas, las mariposas se mueven sobre los pliegos verdes, morados, blancos, amarillos. “Dele por ai, por ai es mejor”.
Los creadores de la gran estrella de Belén de cinco puntas son en realidad de Envigado. Jóvenes que han hablado de su creación desde febrero y que seguro han arrinconado a su familia durante meses para armar su experimento geométrico. Y echarlo a volar.
El globo comienza a levantarse, muy lentamente va alzando sus pliegos elevado por el buen consejo de los dos sopletes. Cinco personas se encargan de la candileja, veinte auxiliares sostienen las puntas y un revoloteo de cinco cinteros va haciendo los remiendos de última hora. La bucha es una especie de hornilla de aluminio con seis rollos de papel cocina cubiertos de parafina. Cuando el monstruo ha logrado estabilidad se le instala su corazón de fuego con un pequeño artificio de tornillos. Todo es gritería alrededor, una especie de operación urgente llevada a cabo por jóvenes amanecidos los unos, extasiados los otros, preocupados todos. “Relajaos, relajaos, relajaos”, es el grito de batalla durante los veinte minutos que dura el protocolo de lanzamiento. Siguiendo el lenguaje doble de estos aeromodelistas con inclinaciones al anís, también se le podría llamar el despelote de la tirada.
Se ha prendido la bucha, se ha gritado lo inimaginable, se han sacado los sopletes y el “suelten, suelten” le da la despedida al monstruo entre gritos, abrazos y voladores. Todos los fieles de esa ceremonia de domingo estamos de cara al cielo bendiciendo a la estrella. Pero antes de que se pueda levantar de nuevo el cáliz de las garrafas, cuando van apenas veinte segundos de vuelo, la bucha se recuesta sobre un costado del globo que se quema en silencio y deja caer su armazón ardiendo como un baldado de agua fría. Una exclamación común lo acompaña el estruendo. Dos de los artífices de la estrella fugaz quedan llorando su amargura sobre un plástico en medio del potrero. “Dele por ai, por ai es mejor”.





No quise quedar marcado por la mala estrella del lanzamiento en Envigado. Así que el domingo siguiente, también en la mañana para aprovechar el cielo sereno de vientos, me fui a ver el primer concurso de globos en el municipio de Caldas. Último refugio donde los globeros no son vistos como una plaga indolente. Hace un año un evento similar en Envigado terminó con mil personas enfrentadas a la policía, el ESMAD y el ejército. Fuerzas de choque contra el más deleznable de los materiales.
Las camisetas de los integrantes de las distintas turmas demuestran como la ilegalidad los ha empujado al activismo y al panfleto de papel globo: “Arte clandestina”, “Globero hasta la muerte”, “Yo amo a mi globero”, “Diga sí a los globos”. Cuando llegó están inflando el tercer ejemplar de la mañana. Es un globo de molde, construido según la ecuación que se leyó más arriba, dibujado por su creador. Muy distinto a los clásicos globos de corte recto: la caja, el cojín, el trompo. Estos globos que se deben inventar cada vez parecen bombones alargados o empuñaduras de bastón o gotas delicadas. “Son la perfección hecha papel”, me dice Lisandro Mesa que hoy hace las veces de juez y me ofrece una copa…de guaro.
Ya están inflando el bombón blanco con el gato Silvestre y el coyote dibujados con papel sobre papel. Una algarabía más ordenada rodea la boca del globo y las cuerdas que cuelgan de la candileja. Llevará un lastre de balso, una especie de viga de unos 8 metros que sostiene un dibujo adicional como una sábana ondeante. Ya la bucha está ardiendo y el globo se eleva contenido por los guías que lo sostienen con cuerdas amarradas a su candileja. A medida que sube, ya sin ataduras, va descubriendo otra versión del coyote en gran formato. El círculo de gallinazos celebra en lo alto y el tumulto de muchachos carga y sacude al artífice en tierra. Había quemado tres de tres de sus grandes creaciones. Le quitan la sal a palmadas y el se ríe con el gesto de los goleadores. Aprovecho y me sacudo mi cuota de sal por el fracaso del domingo anterior.
Los globos corrientes, cajitas y cojines clásicos, salen desapercibidos desde las orillas de la cancha que sirve de plataforma de lanzamiento. Serán uno más en las planillas de los apuntadores que patrullan los techos de las empresas del sur destinados a la estadística y la advertencia. Para ellos todos los globos son iguales. El pasado 8 de diciembre contaron 300 globos recorriendo el cielo cercano con su flama amenazante. Los globeros hablan de los avistadores con una sonrisa comprensiva, y hasta los llaman para averiguar por las últimas cifras. O para avisarles la próxima tanda.
Esa mañana salieron más de 20 globos de buen tamaño: isocaedros que parecen erizos de 20 púas, taxis, un bombón con Homero Simpson multiplicado por cuatro, extrañas tuercas, cruces enigmáticas, flechas, un cajón con una boca inmensa en la que se metieron más de 30 personas para verlo partir desde sus entrañas: bocudo, lo llaman en Brasil, y para mí fue el campeón de la jornada, por su vuelo larguísimo, casi tan largo como el de su constructor. Las hermosas coronas de los Molina, la familia globera que oficiaba de local, encallaron todas en tierra. Sus espinas fueron para fabricantes y asistentes.
El campeón según el jurado calificador fue el bombón de Homero. Construido con la maña del orfebre por Juan Diego Bolívar, otro de los socios fundadores de esta logia. El armazón para sostener la bucha parecía un banco antiguo con sus corroscos en las patas. En la parte baja de la circunferencia había dos hileras de orificios delicados para que el aire caliente se renueve. Subió risueño con la mueca insolente de Homero y una canastilla de pólvora que parecía una jaula de canarios. El último estallido dejó caer una lluvia de aleluyas para el júbilo de la concurrencia. Subió derecho, casi sin desviarse, y unas horas después estaba doblado en poder de una feliz pareja de motonetos. Juan Diego se asomó a mirar su hijo ya tiznado y ajeno: “Ese ya es de ellos”, dijo pensando en lo que sigue para el 25.
Los globeros de este valle son pupilos aventajados de los brasileros. Aprendieron su jerga, miran sus páginas, comparten sus diseños y sus maneras de pegar. Y hablan con la suficiencia de los iniciados. “Nosotros no somos iguales al borracho que tira su globo de media noche con una toalla higiénica y petróleo”, me dice Lisandro. Lo miro risueño, con la alegría de oír sus palabras coincidir con las Diogo Cao, el detective globero del cuento de Rubem Fonseca: “Diogo sabe todo sobre el globo. Me dijo que los incendios son causados por los globos pequeños. Los globos grandes son hechos por especialistas y se apagan cuando aún están en el cielo”. Volviendo de Caldas, por la autopista, todavía hay 4 globos reluciendo contra un sol que es un brasero. Que digan lo que quieran. Pero no hay placer igual al de perseguir globos…con la mirada.

martes, 14 de diciembre de 2010

Lecciones de Villatina





El 27 de septiembre de 1987, en la tarde de un domingo soleado en Medellín, una ladera del Cerro Pan de Azúcar rodó sobre cien casas en el barrio Villatina y dejó más de 500 muertos y 2400 damnificados. El barrio nunca había sido señalado como zona de riesgo aunque sus habitantes sabían de la existencia de pequeños deslizamientos y grietas cerca del sector donde se desprendieron los 30.000 metros cúbicos de tierra. Según los registros de Empresas Públicas hasta el 2007 ese septiembre había sido el octavo mes más lluvioso en Medellín desde 1908. Era un día de fútbol y desde la tribuna occidental se podía ver el rasgón de tierra roja que apareció en la montaña. Una medida de catástrofes urbanas creada por la Universidad de Lovaina considera a Villatina como uno de los 10 desastres más grandes ocurridos en ciudades.
Villatina albergaba milicias del M-19 y tenía altos índices de violencia. Muchos sobrevivientes siguen sosteniendo que la causa del deslizamiento fue la explosión de una caleta de los guerrilleros. Para ellos la violencia se superpone a las causas naturales. La montaña comenzó a poblarse en los 40 con las migraciones campesinas que fueron "invitadas" a vivir bajo ese pico que muchos consideraban un volcán. Problemas de violencia y disturbios acompañaron los días siguientes a la tragedia. Y claro, la respectiva avalancha emocional de solidaridad. La lectura de un estudio realizado por tres profesores de la Universidad Nacional al cumplirse 20 años de la mortandad, puede servir para identificar errores para lo que viene en La Gabriela y evaluar si luego de 23 años nuestras instituciones han avanzado en algo.
El concepto de zona de riesgo apenas se había inaugurado hacía dos años con un decreto municipal. Las filtraciones de una acequia ordenada por Corvide, entidad pública encargada de desarrollo social, se señalan como determinantes en lo ocurrido en Villatina. El Estado no solo no logró prevenir sino que puso su gotica para el desastre. Entidades oficiales y privadas se encargaron de la reubicación. La memoria de los habitantes habla, con algún sesgo contra lo que huella a políticos, de mayor satisfacción por quienes fueron atendidos por ONGs. Los campamentos provisionales estuvieron un año en pie y las soluciones de vivienda más lentas llegaron después de cuatro años. Eran las correspondientes a las soluciones ofrecidas por el sector público. Como en todas nuestras filas, así haya que acreditar lágrimas y muertos, hubo colados.
Pero no todo fue en vano. Según Jorge Orlando Melo, quien trabajó en los noventa en la Consejería Presidencial para Medellín, la ciudad logró aprender lecciones luego del cimbronazo de Villatina. Entre 1993 y 1999 se desarrolló un plan de mejoramiento de viviendas subnormales que puede explicar cómo ha sorteado con relativo éxito el invierno bíblico. Un análisis detallado de algunas zonas de riesgo permitió estabilizar sectores mediante reforestación, canalizaciones, taludes y muros de contención. De esta forma el municipio pudo llegar con recursos de mejoramiento de vivienda a zonas que antes estaban vedadas para la ayuda oficial. La normalización de los barrios ha continuado en los últimos años con las inversiones en espacio público y vías, al igual que con el programa Viviendas con corazón que tomó las enseñanzas de la década anterior.
Pero las laderas necesitan el ojo permanente, ese trabajo de vigilancia que no se nota, que no es de mostrar. Hoy en día viven en el camposanto de Villatina, declarado zona de riesgo no recuperable, más de 2000 personas. La mitad no sabe que debajo de sus casas están los fundadores del barrio.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La favela 13





Los reporteros gráficos que persiguen batallas con un chaleco de agencia de prensa tuvieron hace unos días un trabajo inmejorable. Un ejército de fusiles, tanques, helicópteros contra un bando de desarrapados con el mismo poder de fuego, motos de asalto, túneles secretos y la seguridad de estar defendiendo un territorio independiente. Todo acompañado del color local que entrega un barrio popular en Río de Janeiro, una de las favelas que los periodistas han definido como una corona de espinas sobre la cidade maravillosa. Una guerra pintoresca entre callejones a solo 15 minutos de Ipanema, qué más se puede pedir.
Es increíble el parecido de esas imágenes con las escenas conocidas de la operación Orión o la operación Mariscal en la comuna 13 de Medellín. El escenario es exactamente igual, laderas que exhiben una geografía desordenada y desafiante de ventanas, cerros coronados por la cruz inmensa de un teleférico; el casting es calcado, las señoras desencajadas al pie de las puertas de lata de sus casas en las favelas del Complexo Alemao bien podrían estar en Juan XXIII o en El Pesebre; y la trama no tiene grandes diferencias: mafias locales que se han tomado los barrios a punta de fierro y advertencias y han adquirido la fuerza para retar o sobornar al Estado. Los resultados de la batalla también son muy parecidos, unos kilos de cocaína decomisados, el hallazgo de fusiles en los armarios cojos, algunos muertos y un control provisional con visita del presidente.
Las operaciones que toda Río siguió por televisión y que hoy generan aplausos en la gran mayoría de sus habitantes, tanto en los encumbrados barrios bajos como en los deprimidos barrios altos, están inspiradas en una visita del gobernador Sergio Cabral a Medellín en el 2008. La fórmula habla de fuerte presencia policial y una reforma urbana que cambie hábitos y genere derechos. Los corresponsales extranjeros hablan de una operación inédita en las ciudades brasileras, lo mismo que se dijo luego del asalto a la comuna 13 en Medellín. Aquí hubo toque de queda y un retén militar en la puerta de la comuna durante algunos meses. El gobernador de Río habla de 2000 policías (Unidad de Policía Pacificadora) durante siete meses en el Complexo Alemao. También las advertencias de las voces críticas en Río se escucharon en Medellín en octubre de 2002: “las cosas van a cambiar solo si la favela deja de ser un territorio puramente militarizado… No hay salud, debe haber una mejora radical de la educación y de la red de asistencia social”.
Nos hemos acostumbrado a hacer diagnósticos específicos para Medellín, a explicar sus desangres con algunas teorías históricas o sociológicas que la enmarcan como una anomalía. Parece que esa singularidad se ha extinguido, somos parte de una patología corriente. Ahora vemos que muchas ciudades del continente sufren males idénticos. Tal vez las mejores explicaciones, sin demasiadas vueltas, las haya dado hace unos meses un capo de barrio capturado en Sao Pablo: “Nosotros somos hombres-bombas. En las villas miseria hay cien mil hombres-bombas. Ya somos una nueva "especie", ya somos otros bichos, diferentes a ustedes. No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Es eso. Es otra lengua.” Hemos pasado, en favelas, comunas, villas miseria, del incipiente No futuro de Rodrigo D., al futuro imperfecto de Sebastián, Valenciano o Marcola.



martes, 30 de noviembre de 2010

Enemigo interno





Hace unos días el presidente Santos dijo en una entrevista que estaba decepcionado con “la ineficiencia del aparato del Estado”. Se refería a la maraña legal que enloquece a los administradores voluntariosos y a la suspicacia extrema que convierte toda autorización en un suplicio. Por algo los sellos simbolizan la mayor lacra burocrática. Pero el diagnóstico de Santos, creador de la Fundación Buen Gobierno, se queda corto. Lo más grave es que muchas veces las trabas administrativas obedecen más a los celos políticos y a los prejuicios regionales que a la inercia normal de los supernumerarios.
Lo que ha pasado en las oficinas públicas del gobierno central y de la gobernación de Antioquia con dos importantes proyectos en Medellín, demuestra lo difícil que es pelear contra las zancadillas políticas con barniz técnico. El primer caso tiene que ver con un préstamo por 250 millones de dólares que el gobierno francés le ha concedido, bajo condiciones financieras inmejorables, a la ciudad de Medellín para construir un tranvía hacia el barrio Buenos Aires. Ese tranvía no solo es un sueño de los habitantes del sector sino de la ciudad entera que busca revivir un antiguo ícono local: una manera de avanzar recuperando modelos desechados por alguna estupidez pasajera.
Luego de analizar las finanzas de la ciudad el gobierno francés otorgó el crédito sin la necesidad del aval de la Nación. Entre los proyectos de movilidad que los franceses examinaron para apoyar en América Latina el tranvía de Medellín fue el mejor calificado. Será operado por el Metro que lleva 15 años demostrando capacidad administrativa. Parecía un proyecto sin tacha. La nación solo debía entregar un visto bueno, un chulo de no objeción. Planeación Nacional soltó su garabato, pero para decepción del presidente Santos y de los habitantes de Medellín apareció el Ministerio de Hacienda. En vista de que no encontró ningún pero en los aspectos financieros, los únicos que debía revisar, le dio por remitir los papeles al Ministerio de Transporte para que examinara lo que ya examinó la administración municipal, el Concejo, los expertos franceses y el Metro de Medellín. Pero la “diligencia” no es gratuita: el Ministerio utiliza su firma como una forma de chantaje con respecto a decisiones pendientes en el tema de Metroplús. Los tecnócratas también juegan póker.
El segundo caso tiene que ver con patologías electorales y con la camándula que por aquí todavía ahorca. El director del Servicio Seccional de Salud de Antioquia negó la posibilidad de que Medellín construya la llamada Clínica de la mujer. Sin ningún criterio y pasando por encima del organismo técnico que debía tomar la decisión el funcionario sepultó un proyecto que tenía más de 10 años de discusiones en la ciudad. No importó la aprobación del Concejo, ni el plan de desarrollo ni el programa de gobierno del alcalde Salazar. La idea está en sintonía con las políticas que recomienda la Organización Mundial de la Salud en sus programas sobre mujeres. La violencia de género y el embarazo adolescente serían razones suficientes para un tratamiento y un esfuerzo especial. No sorprende que Carlos Mario Rivera, el hombre de la negativa, haya sido gerente del Hospital General durante la administración de Luis Pérez. Esa cofradía está acostumbrada al entuerto haciendo o no dejando hacer.
La presión centralista y la venganza política impiden por lo pronto que dos proyectos innovadores de la ciudad, pensados durante años y financiados con recursos propios, puedan avanzar. El Estado tendrá siempre a los gorgojos como enemigo interno.

martes, 23 de noviembre de 2010

Películas de género







El 7 de agosto del 2002 las activistas de la igualdad de género y algunas mujeres de civil celebraron con palmas la presencia de seis féminas, todas vestidas de sastre, en el gabinete de Álvaro Uribe. El presidente cumplía con creces la ley de cuotas que desde el 2000 exige que al menos el 30% de los cargos directivos de libre nombramiento y remoción sean ocupados por mujeres. Pastrana llevaba dos años con apenas tres ministras bajo el argumento de que Martha Lucía Ramírez valía por cuatro.
Mientras avanzaba el gobierno algo hizo que el acento femenino del gabinete Uribe se fuera reduciendo hasta terminar en agosto pasado con las 3 ministras de rigor, entre ellas las obligatorias de cultura y comunicaciones. Más abajo de la pirámide burocrática los estudios han demostrado que el 80% de los departamentos incumplen la norma y que en las alcaldías pasa algo similar.
Pero parece que no todo ha sido en vano en esa lucha por conquistar un lugar en los pasillos de los edificios públicos. Es posible que las mujeres sean menos según los números de la nómina estatal y que los hombres sigan detrás de los escritorios más apetecidos. En últimas el lenguaje coloquial todavía habla de conseguir una corbata. Sin embargo las mujeres tienen una extraña capacidad para protagonizar los dramas más sonados de las oficinas públicas, para convertir sus rutinas en tormentas políticas y hacer temblar a jefes de todos los calibres. Desde hace unos años han demostrado ser el alma y nervio de la política nacional.
Desde una nómina paralela la Monita Retrechera fue una de las figuras rutilantes del gobierno de temblores y equilibrismo de Ernesto Samper. De simple amiga de un edecán de Palacio paso a ser de la entraña de Ernestico, diminutivo con el que trata al ex presidente en una ya famosa conversación telefónica. Sin ánimo de molestar a Jacquin Strouss se puede decir que fue la primera dama del gobierno de su esposo. Dado el talante democrático de Uribe la participación de las mujeres terribles en su gobierno fue mucho más amplia. Todo comenzó con Yidis Medina quien saltó desde la suplencia de Iván Díaz Mateus hasta la titularidad inamovible en la Casa de Nariño. Yidis, propietaria de una fábrica de velas, logró que el gobierno Uribe le prendiera todas las ofrendas a su voto en la comisión primera sobre la reelección. No cualquiera logra bautizar con su nombre un escándalo que compromete la libertad del Ministro de Gobierno y la continuidad del Presidente de la República. Para que no queden dudas de su importancia digamos que luego de dos portadas de Semana terminó empelota en la revista Soho.
Parecía que nadie lograría superar a Yidis. Pero el gobierno Uribe nos tenía una sorpresa con nuevas protagonistas de novelas. Ahora María del Pilar Hurtado y todo su reparto en el DAS dejan claro que la inteligencia era cosa de mujeres. Martha Inés Leal como subdirectora de operaciones pone el toque profesional con su rigurosa cara de palo. Alba Luz Flórez hace las veces de La femme Nikita para colar una grabadora en la Corte Suprema, suena para Soho, y Janet Maldonado es el enlace con bandeja y delantal para llegar donde otros no llegan. Todo parece indicar que desde arriba las empujaba un hombre a punta de palmaditas en la espalda.
Pero ahí no acaba el protagonismo femenino. El legislativo también ha sido su feudo. Para el referendo reelectoral apareció Liliana Rendón y su correspondencia erótico-política con el Ministro de agricultura. Otra monita. Y Nancy Patricia y Piedad Córdoba son actualmente la pareja más perseguida por las cámaras y la fiscalía. Ingrid, con su capacidad de hacer que el país parezca bipolar entre amores y odios, es el moño rosa de la política colombiana.






martes, 16 de noviembre de 2010

Apelación a los infiernos





El Partido Conservador es sin duda el más triste huérfano del gobierno Uribe. Durante ocho años el ex presidente y los azules se fueron acercando hasta fundirse ayudados por la firme soldadura de la burocracia y las sinceras coincidencias ideológicas. Como una especie de voto simbólico de fidelidad, Álvaro Uribe pasó las vísperas de la Semana Santa entre 2003 y 2010 en Popayán, abrigado por el manto azul de la virgen. La misma que se le apareció a los godos con las presidencias sucesivas del singular político liberal.
No es raro entonces que los líderes conservadores hayan intentado mantenerlo en su redil con oraciones y halagos. O que incluso hayan soltado alguna blasfemia contra quien fue tomando el báculo del partido hasta convertirlos en rebaño. Efraín Cepeda dijo hace un tiempo con tono lírico que las ideas conservadoras se reflejaban en el gobierno de Uribe; Enrique Gómez dijo con desenfado que “para godo, Uribe”; Fabio Valencia repitió hace poco que Uribe gobernó bajo los principios de su partido, y hasta Andrés Pastrana soltó una frase hosca según la cual Uribe era el mayor representante del ala derecha de los azules.
Hace solo unos días casi lloraron cuando se insinuó que el ex mandamás podría ser el presidente del partido de la U. La romería de Representantes a la Cámara por el conservatismo se arrimó ante sillón del adalid con un coro muy sugestivo: “Usted es un líder nacional y no el jefe de un partido”. Fabio Valencia, el dragón de acomodo de la burocracia conservadora, decidió ir un paso más allá y soltó una frase digna de placa para elogiar a su nuevo patrono: “La orientación del Presidente Uribe, los consejos del Presidente Uribe y sus pronunciamientos políticos van a ser de primer orden en Colombia y en el mundo”. El Colombiano publicó el chiste con su habitual gesto severo. Uribe los tranquilizó con una palmadita en la espalda y una bendición Urbe et orbi.
Es lógico que los conservadores quieran poner a su Marianito en primera fila. Es lo único que tienen para tapar lo que les dejó la última campaña presidencial. Una garrotera de padre y señor mío entre el humor perturbado e involuntario de Noemí Sanín y el arribismo político con tachaduras en la contabilidad de Andrés Felipe Arias. No tienen mucho de donde escoger: les queda imposible apelar al carisma de Fabio Valencia y no pueden mostrar a su hombre más prestigioso, Juan Camilo Restrepo, porque han terminado por graduarlo de agitador de colonos y desterrados.
Ahora que el ex presidente está dedicado a barajar sus encrucijadas personales, los godos han vuelto a languidecer. El Procurador es su única figura visible y su guía espiritual. Para saber el nombre del nuevo presidente del partido es necesario acudir a Google, del anterior por lo menos se sabía que era un ex secuestrado. Pero el recién nombrado jefe azul ha decidido entrar pisando duro y propone echar para atrás la sentencia de la Corte Constitucional sobre el aborto. La coalición de gobierno se mostró sorprendida y miró para otro lado. De nada sirvió el reciente espaldarazo del Procurador: “Una sociedad que justifica el aborto puede justificar cualquier otro delito, porque eso es el desprecio absoluto por la vida del más inocente de los inocentes.” Pobre José Darío Salazar, así se llama el presidente de los conservadores, no le quedó más que apoyarse en su maquinaria más importante: la conferencia episcopal. Benditos godos, quieren recuperar el poder perdido apelando al altoparlante en los campanarios.

martes, 9 de noviembre de 2010

Perder años





La paradoja entraña tragedias en cada uno de sus extremos. Por un lado el inventario de violencia contra los menores que entregan las noticias de todos los días. Queda la indignación, el ánimo para el linchamiento y las apelaciones al código penal. Por el otro un régimen soterrado de monarquía adolescente que se ha ido tomando los colegios. Queda el salón como una urna que hace cada día más tontos y más intocables a los alumnos, y queda el profesor como un sencillo vigilante con un silbato. Eso sí, no puede soplar muy fuerte porque maltrata el tímpano de sus “discípulos”.
Hace algo más de 15 años la comisión de sabios convocada por el presidente Cesar Gaviria entregó un documento que prometía una revolución educativa en Colombia. El diagnóstico hablaba de las altas tasas de deserción y repitencia, de la necesidad de creación de colegios hasta noveno grado sin interrupciones ni requisitos de conocimientos específicos para la aprobación de los cursos, de la insatisfacción de los jóvenes con la educación secundaria y su percepción de la autoridad escolar como agresiva e injusta. Vinieron entonces los manuales de convivencia, las clases de cívica que convirtieron a padres e hijos en rábulas eficientes, la participación de los estudiantes en el gobierno escolar y la promoción automática como estocada definitiva.
En el año 2002 un decreto firmado por el ex-ministro Germán Bula estableció que solo el 5% de los estudiantes tenían derecho a perder el año. Desde quinto elemental los alumnos fueron aprendiendo una lógica elemental: para graduarse como bachiller solo es necesario amarrarse los cordones y ponerse el uniforme. Los alumnos perversos no necesitan aprender absolutamente nada, los alumnos regulares rápidamente se enteran de que el esfuerzo no entrega recompensas adicionales y los alumnos buenos bajan el tono para no desafinar.
Supuestamente este año terminaba el círculo vicioso de la promoción automática. Pero parece que no es fácil pelear contra la inercia de esa rueda afinada por los números de cobertura y desbocada por la realidad en los salones. En Medellín, la más educada, la secretaría le ha pedido a los rectores seguir con la política del 5% y de nuevo los profesores se devanan los sesos eligiendo a los pésimos entre la larga lista de los malos. Los profesores de primaria, donde pierden menos alumnos, le regalan cupos a los de bachillerato para ampliar su 5% y lograr que sea posible reprobar al menos a los que no saben ni su número en la lista. Mientras los alumnos han logrado que rehusar a los exámenes sea un derecho fundamental, los profesores son sepultados por formularios, evaluaciones y proyectos de oenegeros, convertidos en cátedras extra currículo, sobre ecología, participación, educación sexual, convivencia democrática y otras artes.
Eso en lo que tiene que ver con lo académico. Lo disciplinario es un pequeño simulacro del trabajo en el CTI. La ley de infancia y adolescencia y el amparo de la tutela convirtieron las sanciones escolares en una imposibilidad. Un ejemplo corriente. Un profesor recibe una amenaza de parte de un alumno envalentonado. Va donde el rector, comunica el problema y recibe una advertencia: “Acuérdese que todo eso necesita pruebas, cuidado con las acusaciones temerarias, es la palabra suya contra la del muchacho”. Los profesores tienen un único consuelo. En todo caso ganará su año y será verdugo de un colega en enero próximo. Es lógico que sean los maestros quienes tienen el más alto índice de consultas psiquiátricas. Y no es raro que pasen sus vacaciones en el mental.

martes, 2 de noviembre de 2010

Las soledades americanas




En julio de 1831 Alexis de Tocqueville y Gustave de Beaumont, su colega y compañero de aventuras, estaban en plena cabalgata por los desolados bosques cercanos a los Grandes Lagos en Estados Unidos. El par de Quijotes franceses, que mencionan los descuidos de Sancho en medio de sus jornadas, van en busca de la vida salvaje, del mundo recién creado, de las estampas de la naturaleza en estado puro. Su mirada sobre los escasos hombres blancos que pueblan esas lejanías es menos delicada que la que le entregan a los grandes árboles, a los indios y a la silueta esquiva de los animales. Los emigrantes son parte de un experimento que los viajeros miran con algo de curiosidad y admiración, con una lupa compasiva y unas pinzas con su toque de crueldad. Lo más importante es ver “la cuna todavía vacía de una gran nación”.
Quince días en las soledades americanas es un pequeño libro de viaje, un anecdotario si se quiere. No tiene la carga de reflexiones de La democracia en América y está escrito desde el deslumbramiento más que desde el pensamiento. Sin embargo, para Tocqueville es imposible no hacer algunos apuntes sobre la manera de actuar de los rudos colonizadores con sus casas hechas de troncos recién cortados, todavía luciendo retoños en las ventanas. Viendo el alboroto extremista del que se ha hablado últimamente en la política norteamericana, es imposible no pensar que las multitudes que protestan hoy desde la variopinta franquicia del Tea Party, tienen algo de los habitantes de las soledades de Búfalo, Detroit, Boston en la primera mitad del Siglo XIX.
En esas cabañas, en ese “país del demonio en el que usan osos como perros guardianes”, la religiosidad aparece como una obligación desmesurada. Con el verano llegan los pastores metodistas y los colonos se reúnen al aire libre en misas campales de tres días: “Es digno de ver con qué ardor se dedican estos hombres a la oración, con qué recogimiento escuchan la solemne palabra del predicador. En el desierto uno se torna hambriento de religiosidad”. Son las palabras de uno de los hospederos de Tocqueville. Las actitudes de los variados fanáticos religiosos que gritan por estos días confirman que muchos descendientes de los pioneros quisieran mantener un oso en la puerta de sus garajes para alejar a los impíos.
En otra conversación se puede advertir la diferencia entre los habitantes de las grandes ciudades en las costas y quienes se arriesgaron a internarse en los destierros del interior. Tocqueville se extraña de no haberse topado con un solo europeo en su travesía y pregunta dónde están los hombres que supuestamente se encargan de poblar a América. Su interlocutor le responde con una mezcla de desprecio y orgullo: “Solo los americanos tienen el coraje de arrostrar tales miserias y pagar semejante precio para alcanzar la prosperidad. El emigrante europeo se queda en las grandes ciudades de la costa o en los distritos cercanos. Allí se convierte en artesano, gañán o criado. Solo al americano le corresponde la tierra. Es a él a quien la ha sido concedido el adueñarse de las tierras del Nuevo Mundo, someterlas al hombre y crearse así un inmenso porvenir.”
Ese inmenso porvenir es el que ven amenazado muchos de los ultramontanos gringos por parte de un Estado que supuestamente quiere enseñarles costumbres ajenas con dinero ajeno. Sienten que construyeron su mundo lejos del Estado central y que no es momento para entregarlo. “Nación de conquistadores que solo aprecia de la civilización y de las luces su utilidad para alcanzar el bienestar…gente que como todos los grandes pueblos, persigue una sola idea y avanza hacia la adquisición de la riqueza, único fin de sus fatigas…”

martes, 26 de octubre de 2010

Marihuana Golden…Gate





En 1996 una ley estatal en California legalizó el uso de marihuana con fines médicos. Fue el primer Estado norteamericano en permitir que algunos pacientes llegaran con su escarapela de fumadores recetados hasta las farmacias. Un alivio para enfermos de cáncer, esclerosis, glaucoma, artritis y otras dolencias para las que el humo de un barillo resulta reparador. Hasta hoy otros 13 estados han seguido el ejemplo de California. Y los pacientes “homeopáticos” se han multiplicado en medio de la risa de algunos médicos y la histeria de burócratas, amas de casa y evangelizadores de TV.
Poco a poco la mayoría de los usuarios de ganja en California descubrieron que ellos también estaban enfermos de tener que recurrir a las mafias de distribución y que preferían comprar su medicina con la tranquilidad de quien busca un antiácido. Así que buscaron un médico sin demasiados prejuicios, le explicaron sus problemas de migraña o insomnio o pérdida de apetito o depresión y obtuvieron su pasaporte al mundo de la marihuana legal. Hace unos meses un amigo me enseñaba su carnet de enfermo con una risa rozagante y contagiosa.
Las recetas médicas lograron entonces que muchos de los consumidores de marihuana, se dice que una tercera parte de quienes fuman habitualmente en California tienen su patente de corso, adquirieran el aire tranquilo y digno de respeto de los pacientes crónicos. En menos de 15 años se logró apaciguar un poco el viejo estigma de la marihuana surgido a comienzos del siglo XX en los estados cercanos a la frontera con México. Los oficiales de policía de la época hablaban de la “sed de sangre” que despertaba la yerba y “la fuerza sobrehumana” que otorgaba su consumo. Esa ficción es ahora una anécdota, pero aún se conserva la idea de que es necesaria la fuerza de los policías y la severidad de los jueces para que no se propague una epidemia de drogadicción y violencia alrededor del consumo.
Una comparación entre dos Estados gringos con muchas cosas en común y una política opuesta en el tema de la marihuana puede desmentir el grito de los alarmistas. California y Florida representan dos extremos en su visión y su legislación sobre el consumo de marihuana. Florida tienen las penas más altas del país, hasta 5 años de cárcel por tener menos onza de hierba en el bolsillo, y California acaba de convertir el porte de menos de una onza en una contravención menor que se tramita por fuera de los tribunales. Hace unos días una revista de Miami decía con sorna: “Florida es el Estado con las penas más altas, pero en la calle todo el mundo parece tocado.” El porcentaje de consumidores de marihuana en California y Florida es muy similar y se ha mantenido estable en los últimos cinco años. Una comparación entre los consumidores en Estados Unidos y Holanda también resulta diciente. Según un estudio de 2001 el 5.4% de los estadounidenses dijo haber consumido marihuana en el último mes, contra apenas un 3% de los holandeses que la consiguen sin exponerse a un arresto.
Si California se convirtiera en una gran Ámsterdam en el interior de Estados Unidos, tiene 36 millones de habitantes, es posible que su ejemplo diera una interesante lección al fundamentalismo antidrogas. Tal vez la sociedad norteamericana entienda mejor por medio de una experiencia exitosa de regulación, impuestos y orden administrativo que mirando con horror las noticias de Tijuana. Al fin y al cabo, siempre resulta más revelador un buen plon que dos pitazos paranoicos.