miércoles, 28 de septiembre de 2022

Veinte minutos de fama

Petro se declara en la ONU como el gran capo defensor de la cocaína”: las  reacciones del país político a su discurso en las Naciones Unidas - Infobae

 

Ningún discurso pronunciado desde el atril de la Asamblea General de Naciones Unidas puede sacudir el mundo. Ni siquiera mover intereses menores más allá de los aplausos de quienes ocupan algunos de los 1800 asientos del salón de la justicia. Casi nunca hay lleno completo. El reciente mensaje grabado de Volodymyr Zelensky en la Asamblea no fue una noticia importante. Los medios internacionales le dedicaron poco espacio. Los aplausos de solidaridad del pleno fueron más importantes que las palabras. La emoción fue la noticia.

En Colombia el discurso de Petro también generó emociones. Para algunos fue una pieza magistral en lo literario y en lo político, una pieza ruda en el fondo de los señalamientos y frondosa en el tono de “belleza ensangrentada”. Pero el aleteo de las mariposas amarillas de Petro no causará un terremoto en ninguna parte. Solo palpitaciones entre sus seguidores más fieles y entre algunos espectadores con apegos a la retórica de la victimización. Pero no se discuten los gustos del el oído y los aplausos a esa versión recortada de La venas abiertas de América Latina.

Lo que sí puede discutirse es una de las premisas centrales del discurso y uno de los argumentos de sus más entusiastas espectadores. El presidente forzó una relación directa y sustancial entre la guerra contra las drogas y el cambio climático, específicamente entre la erradicación de la coca y la deforestación de la amazonia: “Destruid la planta que mata gritan desde el norte, pero la planta no es sino una planta más de las millones que perecen cuando desatan el fuego sobre la selva.” El discurso es efectista y une dos pilares del gobierno, defensa del medio ambiente y necesidad urgente de un cambio en la lucha contra las drogas.

Pero el reciente estudio de la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito), publicado hace tres meses, deja el discurso de Petro lejos de la realidad. Uno de los capítulos está dedicado al impacto ambiental de las drogas ilícitas y un aparte a la deforestación y los cultivos de coca. Para 2020 apenas el 7.5% de la tierra deforestada en el país se asocia directamente al cultivo de coca. Y cuando se miran dos regiones claves, Catatumbo y Amazonia, y se evalúa el periodo entre 2005 y 2014, los porcentajes son del 4 y 2 por ciento respectivamente. Bien en retórica, mal en realidad. Lo que bien podría ser una de las grandes debilidades del gobierno que inicia.

También choca contra los hechos la opinión de un parte del petrismo y afines según la cual nunca un presidente colombiano le había cantado la tabla al norte respecto a las consecuencias de la guerra contra las drogas. Barco en septiembre de 1989, recién asesinado Galán, leyó un discurso largamente aplaudido donde les pedía a los países consumidores definir de qué lado estaban. Luego Gaviria, recién posesionado y desde el mismo atril, habló con claridad: “Mientras en el mundo desarrollado no disminuya la demanda por las drogas, habrá siempre más laboratorios y las mafias del narcotráfico serán cada vez más ricas, así las erradiquemos de Colombia” Y Santos leyó en 2018 palabras iguales a las iguales a las de Petro: “Quiero reiterar mi llamado urgente al mundo para que abramos los ojos. Que reconozcamos que si seguimos haciendo lo mismo, seguiremos teniendo los mismos resultados: más presos, más muertos, mafias más fuertes”. Hay justicia y verdad en todos esos discursos, pero vale saber que Petro no hizo historia, solo continuó un reclamo legítimo. Es importante recordarlo para tener claro lo difíciles que son los cambios en ese ámbito, lo débil que puede ser nuestra voz. Y para no confundir la oratoria con la victoria.

 

 

 

 

 

 

miércoles, 21 de septiembre de 2022

¿La paz fatal?

 

 

 

 Abrazos, no balazos. - Home | Facebook

 Gobierno Petro radicó “mensaje de urgencia” para el trámite del proyecto de  paz total en el Congreso - Infobae

 

México puede ser un gran referente de advertencias respecto a algunas de las políticas que anuncia el gobierno de Gustavo Petro. Los presidentes de Morena y el Pacto Histórico tienen similitudes en su gusto por el discurso, en sus ambiciones de cambio muchas veces etéreas, en los anuncios prematuros. A comienzos de 2019, en su fogueo diario de las mañanas ante los medios, López Obrador soltó una frase tan sentenciosa como esperanzadora: “Oficialmente ya no hay guerra. Nosotros queremos la paz”. Fue la respuesta a un periodista que le preguntó por el número de los capos de la mafia detenidos durante su gobierno. Para concluir dejó claras sus prioridades: “No se han detenido a capos, porque no es esa nuestra función principal. La función principal del gobierno es bajar el número de homicidios, bajar el número de robos, el que no haya secuestros.”

La declaración era el desarrollo de una política, en forma de eslogan, anunciada al comienzo de su mandato: “Abrazos, no balazos”. Desde la campaña AMLO habló de la necesidad de “pacificar” el país y buscar escenarios de sometimiento de los carteles a cambio de no extradición y amnistías. A finales de 2018 algunos funcionarios de la Secretaría de Gobernación y candidatos estatales del partido Morena mostraban como pruebas de éxito las fotografías con capos como ‘El Mayo’ Zambada. Ahora el partido de gobierno tiene los gobernadores en los diez estados con mayor presencia de los grandes carteles, pero la pacificación no ha llegado. La percepción de estar en manos de los criminales ha crecido en muchas de las ciudades y los homicidios han ido al alza en esos estados durante los últimos dos años. Los carteles han ampliado sus poderes y el desplazamiento forzado comienza a ser una de las pesadillas mexicanas.

Los anuncios de Gustavo Petro sobre la “paz total” hacen pensar en las proclamas de López Obrador recién llegado al gobierno. Invitaciones generales a los actores armados a sumarse a una concordia nacional o control de la violencia homicida a cambio de salidas legales. Los leguajes concuerdan, López Obrador ha hablado de la necesidad de combatir problemas estructurales como la pobreza, la corrupción, las injusticias, las desigualdades. Lo mismo dijo Petro al anunciar el inicio de los diálogos regionales: “Transformar Colombia en un país de paz total no es una tarea exclusiva del Gobierno ni de unos pocos. La paz total es una tarea de todos y todas. Colombia no será una sociedad pasiva frente a la injusticia histórica…”

En las tareas de la inteligencia también se ven algunas similitudes. Durante la posesión del director del Departamento Nacional de Inteligencia Petro dejó claro que “el objetivo de la comunidad de Inteligencia del Estado, es la de perseguir la corrupción”. Lo mismo que en su momento dijo AMLO en el proceso de disolver la Policía Federal para crear una fuerza incorruptible. El resultado fue la reducción a la mitad de la institución de investigación policial.

La invitación general de Petro a bandas, disidencias guerrilleras de todos los colores y tamaños y ELN a una paz total, sin un marco jurídico claro, puede alentar la violencia. Grupos menores ahora empeñados en mostrar poder, luchas internas por los liderazgos criminales, presión sobre gobiernos locales. No parece posible que quienes manejan rentas millonarias, controlan territorios y tienen peso político y armado dejen sus dominios para entrar por la puerta de la cárcel que ofrece el gobierno ¿Se trata de simple pacificación para hacer oficial algo similar a la llamada “Donbernabilidad”? Ese improvisado discurso conciliador se vende bien en las ciudades y en las campañas, veremos si es aplicable en Tibú y en los municipios del pacífico. Siempre está el riesgo de que esas amplias invitaciones a una fiesta, terminen en velorios colectivos.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

¿Zelensky puede reír?

 

Home (of each artwork can be made originals on canvas on request) - Harry  Greb Design

 

Mijaíl Gorbachov murió una semana antes de que aparecieran las peores noticias para Rusia luego de doscientos días de operación no tan especial en Ucrania. Un ave de mal agüero, Gorbachov siempre como preludio a los desastres de la Rusia imperial, del malogrado poder soviético. Un aguafiestas, una mancha en la frente altiva de Rusia. Y de algún modo un traidor. Dimitri Peskov, portavoz del Kremlin, habló de la dulce y equivocada visión que tenía Gorbachov frente a la amenaza de Occidente: “Esas expectativas románticas no se materializaron. La naturaleza sedienta de sangre de nuestros oponentes ha salido a la luz y es bueno que nos hayamos dado cuenta a tiempo”. Putin no lo señaló directamente pero sí lo asoció a la caída de la U.R.S.S., “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”.

De algún modo, la invasión a Ucrania emprendida por Putin es un intento por corregir los desastres que Gorbachov inició sin las “precauciones” que imponía la paranoia soviética. Una muy buena parte de la sociedad rusa de hoy desprecia al padre de la Perestroika y rinde homenajes espontáneos al creador del Gulag. En una entrevista reciente, la premio Nobel bielorrusa Svetlana Alexiévich, se dolía de la ingenuidad de los partidarios de la democracia cuando la Unión Soviética se despedazó: “Me sorprendí viajando por Bielorrusia descubriendo lo importante que sigue siendo Stalin para la población. Hoy en día no es Putin, sino el propio pueblo el que inaugura monumentos y museos dedicados a Stalin. Esto no viene desde arriba, esto es una iniciativa del pueblo (…) Éramos ingenuos en los años noventa cuando gritábamos ‘libertad, libertad’.”

El ejército ruso ha comenzado a retroceder en el Este de Ucrania y la sorpresa viene acompañada de muchas preguntas para el júbilo de Occidente y los ucranianos. La misma Svetlana Alexiévich advertía al comienzo de la invasión sobre los riesgos del fracaso de Putin: “Putin no es de los que aceptan una rendición. Antes que capitular, aprieta el botón nuclear.” Ir por una reivindicación de grandeza y volver con un botín de electrodomésticos, joyas menores y “dinero rancio” tomado de los bolsillos de los civiles muertos no es una hazaña para mostrar en Moscú. Es la diferencia entre las ínfulas de la propaganda y las pequeñas codicias de los soldados que buscan otras recompensas. En todo caso, Putin tendría que saltar una buena fila de hombres para tomar una decisión semejante.

El actual líder ruso bien puede estar viviendo algo similar a lo que nos cuenta Martin Amis vivió Stalin en el primer momento del ataque de Hitler. En su libro Koba el Temible, Amis describe la sorpresa y el desespero del líder soviético en 1941. Stalin había recibido 84 advertencias sobre el inminente ataque de los alemanes, pero sus errores de cálculo lo dejaron paralizado. La noche antes del inicio de los bombardeos dijo tener un terrible “sabor a ajenjo en la boca”. Se refugió durante una semana en las afueras de Moscú y solo aparecía en los Consejos de Defensa para soltar algunos insultos. Su frase más famosa en ese momento lo dice todo: “Todo lo que creó Lenin lo hemos perdido”.

Amis describe a Stalin con algunas palabras que podrían calzarle muy bien a Putin: “Estaba enzarzado en una batalla contra la realidad”, “como el rey Lear, creía que el trueno se amansaría cuando él lo desease”, sufría una “hipnosis autoinducida”. La Unión Soviética terminó venciendo a los alemanes y Stalin se levantó del vacío que vivió durante meses. La realidad volvió a obedecerle. Ahora Putin está en un punto similar, solo que no hay aliados y no le quedan más que las banderas, las ansias imperiales y los jóvenes reclutas y el temible botón nuclear.