La cultura política en pueblos y ciudades muestra casi siempre polos
magnéticos trocados. A medida que se alejan de los centros urbanos los votantes
se hacen más pragmáticos y más obedientes. “Todos esos políticos son iguales”,
es la frase que se repite en los parques de pueblos y ciudades. Pero en
aquellos es más sencillo enlazar a los vecinos, convencer a las señoras y
empujar a los viejos. Los citadinos resultan un poco más insolentes y las
dificultades logísticas terminan por “protegerlos” del clientelismo. Nos hemos acostumbrado a medir la calidad de
la democracia por la cantidad de tarjetones en las urnas. Bajo esa premisa
Medellín, por ejemplo, sería uno de los municipios con mayores vacíos
democráticos en el departamento de Antioquia. En la ciudad de la educación y la
innovación solo votaron el 49% de las personas habilitadas para hacerlo. Un
porcentaje muy cercano al de los municipios limítrofes: Itaguí, Bello, Envigado.
Si descontamos a Ituango, que ha tenido grandes problemas con el conflicto
armado y donde solo votaron el 37% de los posibles electores, el Área
Metropolitana es de sobra la zona con más baja participación en Antioquia. Y
eso que Bello e Itaguí tienen unas de las mejores máquinas electoreras del
país.
Basta con acercarse a los primeros peajes en las carreteras de salida de
la ciudad, en Caldas, La Estrella, Sabaneta, Copacabana, Girardota, Barbosa,
para ver un aumento cercano al 5% en las votaciones. Y para ver muy claras
mayorías de los partidos que en el centro metropolitano han acumulado derrotas
en las últimas décadas. En Antioquia fue fácil ver esas diferencias. El
escenario electoral para la gobernación era sencillo para agrupar a la
clientela de los partidos tradicionales (Liberal, Conservador, La U y Cambio
Radical) al lado de Luis Pérez. Sus contendores eran el Uribismo encarnado en
Andrés Guerra y la continuidad del Fajardismo en Federico Restrepo. Luis Pérez,
un candidato quemado en ejecutorias y elecciones en Medellín, no logró más del
30% de los votos en la ciudad que gobernó durante tres años. Fue segundo detrás
del candidato del expresidente Uribe. Pero bajo el cetro de los Suárez Mira y
la egida de los godos que manejan a Itagüí como su finca, ya su votación pasó
del 35%. La clientela comienza a funcionar y nadie escarmienta en cuerpo ajeno.
Cuando se abandona la protección del Área Metropolitana los números de
Pérez y la rebatiña de cuatro partidos huérfanos por años comienza a crecer. En
la zona norte con gran presencia guerrillera la votación del gobernador electo
deja algunas preguntas: 80% en Anorí, 66% en Campamento, 66% en Angostura, 71%
en Cáceres, 58% en Zaragoza. Mientras más presencia de la criminalidad mayor
votación para los partidos de la llamada Unidad Nacional y su dudoso candidato.
Lo mismo pasa cuando se llega al Bajo Cauca, fortín de la minería ilegal
y las bandas criminales. De modo que los partidos que dicen apoyar la
postconflicto parecen muy cómodos con el conflicto. Sea liderado por las Farc o
por las Bacrim. Luis Pérez logró el 58% de los votos en Caucasia y el 69% en
Tarazá. En Urabá, donde Otoniel todavía tiene lo suyo, fue ganador en todos los
municipios, con una amplia ventaja del 64% en Turbo, donde más problemas hay, y
un margen estrecho en Apartadó, donde la ilegalidad la tienen cada vez más
difícil. Está bien que Luis Pérez piense en grande, pero en Medellín muchos
seguiremos mal pensando.