Muchas veces la política
se convierte en un motivo para celebrar la muerte. Los bandos políticos suelen
ser ajenos al remordimiento y al respeto que merecen las historias de terror. Los
debates electorales lo hacen todo más frívolo, más tajante, más cruel. Desde
las posiciones ideológicas y los afanes partidistas los hechos son simplemente
un estorbo. En nuestra democracia los argumentos pueden convertirse en una
sencilla nemotecnia para olvidar las historias más complejas y más dolorosas.
Tres o cuatro frases rotundas pueden servir como estrategia de negación frente
acciones como la Operación Orión en la Comuna 13 de Medellín.
La semana pasada se
cumplieron 13 años de esa incursión militar. Me sorprendió leer y oír a una
cantidad de gente celebrando las “gestas” del Estado en las laderas del
occidente de Medellín. La Operación Orión fue solo el más grande operativo
militar de los 17 que se realizaron en 2002 en la Comuna 13. Incluso no fue el
más cruento, la Operación Mariscal que se realizó 5 meses antes dejó 9 muertos,
entre los que se contaron 4 menores de edad y 2 amas de casa. Orión se hizo a
escondidas, con capuchas negras y 4 días de veda a los medios de comunicación. Se
hizo con el cuidado de los asesinos sigilosos para no manchar mucho los
noticieros. Solo se registró un muerto, se privilegiaron las desapariciones, se
denunciaron 8 desapariciones. De los 355 capturados durante la operación apenas
2 terminaron condenados. Desde la Unidad Intermedia de San Javier se condujo el
operativo militar y la población civil no tuvo más recurso que usar las sábanas
como banderas de clemencia y talegos para sacar a los heridos. Jefes y mandos
medios de los paramilitares han contado cómo se ideó y ejecutó ese operativo “conjunto”.
Una vez más el Estado elegía un bando ilegal para hacer frente a otro: encumbrar
a los paras para desalojar a los milicianos.
Es imposible negar el control
armado de las diversas milicias en la zona desde los años noventa. Comandos
Armados del Pueblo, Farc, Milicias Populares del Pueblo y Eln intimidaban a los
habitantes y cometían todo tipo de delitos. Los combos menos interesados en el
discurso comenzaron a enfrentar a los milicianos en las partes altas y el
Estado terminó inclinando la balanza. Don Berna ha contado cómo el Bloque
Cacique Nutibara ejerció dominio luego de la operación, y ha confesado incluso
el paradero de algunos desaparecidos. Las cifras no son del todo claras pero
los cálculos más juiciosos hablan de 94 desaparecidos entre noviembre de 2002 y
febrero de 2005.
Los habitantes de la
Comuna 13, sobre todo los más jóvenes, han encontrado en los grupos culturales
y los colectivos artísticos una manera de enfrentar la memoria, la zozobra que
no falta y los nuevos vientos. Las canciones, los muros, las emisoras comunitarias,
los libros dan cuenta de lo qué ha pasado en los barrios en los últimos 20
años. Ahí puede leerse una especie de crónica sin temor y sin odio, una versión
más compleja, y paradójicamente, menos rabiosa a la que se construye desde la
política. Después de las “celebraciones” de la semana pasada queda muy claro
que la política entrega la peor de las versiones sobre nuestra historia y nuestra
realidad. Hay que darle preferencia a otras voces si queremos entender un poco las
“novelas negras”, y al mismo tiempo, huir para siempre de la pugnacidad más
inútil y más barata.
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