Entre nosotros la mayoría de los políticos son en verdad oficinistas obedientes.
Una de sus mayores cualidades es haber hecho la fila tras su jefe de filas. De
modo que comienzan como almacenistas en un municipio medio o como secretarios
de un notario o como toderos en una corporación dizque autónoma, y van
mostrando la cara ante la clientela de siempre en tarimas de pueblo y barrio.
Ese es su trabajo de fin de semana. La primera elección es casi siempre una
especie de endoso que les entrega su padrino. “Hacerse contar” es la expresión
solemne que repiten en esos días los primerizos. Y el carro blindado es su
peculiar diploma de graduación.
Tres de los principales partidos en Antioquia exhiben para las elecciones
de octubre próximo una singular orfandad. Tienen clientela, cargaladrillos, jefes
supremos, supernumerarios y hasta electores que todavía votan a conciencia,
pero no encuentran un candidato. Se empeñaron tanto en hacer de la política un
ejercicio simple de mecánica, un trabajo de medianía para llenar planillas y
reclutar familias, como si fueran vendedores puerta a puerta, que de un momento
a otro descubrieron que tienen organigrama pero no hay a quién “exhibir” en la
baraja del tarjetón. Si los comparáramos con las iglesias habría que decir que
el aparataje para recoger diezmos hizo desaparecer al pastor y su sermón. Se
dirían que están empeñados en hacer crecer el voto en blanco, los tarjetones no
marcados y los votos nulos. Hace cuatro años un tercio de los votos a la asamblea
en Antioquia quedó entre esas tres categorías.
Por vías distintas han llegado a esos extremos de candidatos inviables o
invisibles. El Centro Democrático es el partido de una “sola sombra larga”. Tras
Uribe todos son dependientes, mecanógrafos, cajeros, dactilógrafos, pasantes.
Uribe ya usó su nombre para la elección de marzo pasado y el partido quedó en
la inopia. Sacó el 20% de los votos para la Cámara de Representantes en
Antioquia e hizo que los godos y la U perdieran la mitad de sus curules en esa
corporación. Tiene un santo patrono que se ha convertido en estampa electoral,
pero no tiene candidato a la gobernación. Tiene además a Fabio Valencia y a
Luis Alfredo Ramos, especialistas en acarrear votantes, pero le dio pudor tomarle
la foto a Liliana Rendón, y a sus 81 años Juan Gómez ya se marea en el
helicóptero oficial, y Darío Montoya no saca votos ni en el Sena, y no hay más
a quién decirle.
Los godos y sus cinco falanges han llegado al mismo punto por la vía
extraña del ocultismo como estrategia electoral. Las grandes electoras son Olga
Suárez Mira y Nidia Marcela Osorio, antiguas concejales de Bello e Itagüí,
silenciosas por conveniencia u obligación que terminaron con el 10% de los votos
conservadores en el país. Ellas dos decidieron que Eva Inés Sánchez sería la
candidata a la gobernación. Doña Eva marca su hoja de vida con haber sido
contralora de Bello, un trabajo que se parece mucho al de los guardaespaldas,
pero no con armas sino con papelería. Hasta donde sé Eva es debutante en el
paraíso de la política electoral.
El partido de la U es en realidad una cofradía tan variopinta, atada por
la cinta de la burocracia, que entre sus miembros no hay ambiciones distintas a
mantener la nómina. No saben si apoyar a Luis Pérez o a la despechada Liliana
Rendón. Eso lo decidirán calculadora en mano.
Los partidos se duelen de que no se pueda, como en otras ocasiones, poner
la equis sobre el simple logo. Los candidatos visibles son escasos… y estorban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario