martes, 21 de julio de 2015

Partidos decapitados





Entre nosotros la mayoría de los políticos son en verdad oficinistas obedientes. Una de sus mayores cualidades es haber hecho la fila tras su jefe de filas. De modo que comienzan como almacenistas en un municipio medio o como secretarios de un notario o como toderos en una corporación dizque autónoma, y van mostrando la cara ante la clientela de siempre en tarimas de pueblo y barrio. Ese es su trabajo de fin de semana. La primera elección es casi siempre una especie de endoso que les entrega su padrino. “Hacerse contar” es la expresión solemne que repiten en esos días los primerizos. Y el carro blindado es su peculiar diploma de graduación.
Tres de los principales partidos en Antioquia exhiben para las elecciones de octubre próximo una singular orfandad. Tienen clientela, cargaladrillos, jefes supremos, supernumerarios y hasta electores que todavía votan a conciencia, pero no encuentran un candidato. Se empeñaron tanto en hacer de la política un ejercicio simple de mecánica, un trabajo de medianía para llenar planillas y reclutar familias, como si fueran vendedores puerta a puerta, que de un momento a otro descubrieron que tienen organigrama pero no hay a quién “exhibir” en la baraja del tarjetón. Si los comparáramos con las iglesias habría que decir que el aparataje para recoger diezmos hizo desaparecer al pastor y su sermón. Se dirían que están empeñados en hacer crecer el voto en blanco, los tarjetones no marcados y los votos nulos. Hace cuatro años un tercio de los votos a la asamblea en Antioquia quedó entre esas tres categorías.
Por vías distintas han llegado a esos extremos de candidatos inviables o invisibles. El Centro Democrático es el partido de una “sola sombra larga”. Tras Uribe todos son dependientes, mecanógrafos, cajeros, dactilógrafos, pasantes. Uribe ya usó su nombre para la elección de marzo pasado y el partido quedó en la inopia. Sacó el 20% de los votos para la Cámara de Representantes en Antioquia e hizo que los godos y la U perdieran la mitad de sus curules en esa corporación. Tiene un santo patrono que se ha convertido en estampa electoral, pero no tiene candidato a la gobernación. Tiene además a Fabio Valencia y a Luis Alfredo Ramos, especialistas en acarrear votantes, pero le dio pudor tomarle la foto a Liliana Rendón, y a sus 81 años Juan Gómez ya se marea en el helicóptero oficial, y Darío Montoya no saca votos ni en el Sena, y no hay más a quién decirle.
Los godos y sus cinco falanges han llegado al mismo punto por la vía extraña del ocultismo como estrategia electoral. Las grandes electoras son Olga Suárez Mira y Nidia Marcela Osorio, antiguas concejales de Bello e Itagüí, silenciosas por conveniencia u obligación que terminaron con el 10% de los votos conservadores en el país. Ellas dos decidieron que Eva Inés Sánchez sería la candidata a la gobernación. Doña Eva marca su hoja de vida con haber sido contralora de Bello, un trabajo que se parece mucho al de los guardaespaldas, pero no con armas sino con papelería. Hasta donde sé Eva es debutante en el paraíso de la política electoral.
El partido de la U es en realidad una cofradía tan variopinta, atada por la cinta de la burocracia, que entre sus miembros no hay ambiciones distintas a mantener la nómina. No saben si apoyar a Luis Pérez o a la despechada Liliana Rendón. Eso lo decidirán calculadora en mano.
Los partidos se duelen de que no se pueda, como en otras ocasiones, poner la equis sobre el simple logo. Los candidatos visibles son escasos… y estorban.



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