martes, 22 de mayo de 2018

Sufragio regional







Los sobresaltos electorales del 2018 en América Latina comenzaron en la apacible Costa Rica. Un cantante de evangelios logró que la religión fuera la gran protagonista de la campaña. Todos los atriles tuvieron que convertirse en púlpitos. El matrimonio de parejas homosexuales y una cátedra de sexualidad para adolescentes fueron los grandes temas de campaña. “Nos oponemos al Estado laico, porque quienes lo promueven en realidad buscan un Estado ateo”, repetía el candidato Fabricio Alvarado desde su ministerio cristiano llamado Metamorfosis y su movimiento político llamado Restauración Nacional. Desamparados se llama el barrio popular donde creció al sur de San José. Los nombres de su barrio, su iglesia y su partido sirvieron como parábola del candidato que en noviembre del 2017 marcaba el 3% en las encuestas y en febrero de este año ganó la primera vuelta con el 25%. Para quienes la política se ha vuelto un zumbido insignificante y los políticos moscardones insoportables, la iglesia es un refugio para todas sus preocupaciones. Cada vez más el diezmo y el voto van a la misma ranura. En segunda vuelta Fabricio Alvarado perdió ante el temor de los jóvenes y la clase media urbana de un regreso al mundo de sus abuelos.
Venezuela acaba de marcar la segunda elección de latinoamericana con una farsa que ha dejado atrás las encendidas batallas electorales que caracterizaron el Chavismo durante quince años. Lo más importante para los electores que se animaron a salir fue la posibilidad de asegurar una bolsa CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción), un cinismo involuntario hace que miles de bolsas entregadas por el gobierno según sus siglas de hambre suenen como una lluvia de aplausos. El voto puede asegurar un tesoro: cuatro paquetes de harina de maíz, uno de harina de trigo, dos de arroz, dos de granos, una botella de aceite, kilo y medio de pasta, dos bolsas de leche en polvo, una salsa de tomate y otra de mayonesa. La participación cayó 25% puntos si le creemos a las cuentas oficiales y fue reelegido un presidente con una desaprobación del 72%. El hambre, la coacción oficial y el miedo a los “puntos rojos” que vigilaban los puestos de votación marcaron el proceso que desde afuera solo aprobó José Luis Rodríguez Zapatero.
Brasil tiene en octubre una cita con el gran favorito como ausente. Lula en la cárcel condenado a doce años por corrupción. Un reo que no dejará de hacer política y logrará que la campaña gire en torno a los jueces y los militares.  “Yo no voy a parar porque ya no soy un ser humano. Yo soy una idea. Una idea mezclada con las ideas de ustedes”, dijo al momento de entregarse y evocar las detenciones de los años ochenta a manos de los militares. El jefe de las fuerzas armadas, Eduardo Villas Boas, respondió apelando a la coincidencia de los militares y los “buenos ciudadanos contra la impunidad”, y a favor de la paz social y la democracia. La sombra de la dictadura volvió a asomar encarnada en Jair Bolsonaro, un ex policía sin reatos, orgulloso de su racismo, su homofobia y su misoginia. Dedicó su voto contra Dilma Rousseff a un militar golpista y no tuvo problema en soltarle a una ministra una frase de presidiario en pleno congreso: “No mereces ni que te viole”. Bolsonaro, según las encuestas, tiene buenas opciones de segunda ronda.
En México en el último debate los candidatos se llamaron “cínico”, “farsante”, “hipócrita”, “demagogo” y ladrón. También se habla de extremos y se mete miedo con la opción de López Obrador quien asegura la tercera será vencida. Entre nosotros los primeros lugares los disputan un heredero y un elegido. Qué tal que el gran cambio en la región se haya dado en Cuba, con el señalamiento del heredero de los Castro.


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