De repente
todo ha ganado unos cuantos años. La realidad está un escalón más abajo en el
tiempo, luce más curtida, más cerca del olvido y la nostalgia. La muerte tiene
secretos inesperados. La ausencia del padre ha logrado envejecer el mundo. Los
espacios en los que vivió hacen ahora parte de una mitología familiar, sus
libros son cofres para encontrar un papel perdido, un mínimo subrayado; para un
sobrino, su firma, algo deleznable y rutinario, es ahora una huella. Y la risa
fácil es un milagro que suplicamos a la memoria.
En la
clínica fue capaz de exhibir su humor negro, su capacidad de señalar riesgos
propios y tomarse con algo de sorna los asuntos más definitivos. Toda la vida
le huyó a la solemnidad. En la habitación, como un comentario suelto, mencionó
un letrero macabro visto en un ascensor de servicio. “Solo cadáveres y material
quirúrgico”. Un ascensor que solo apuntaba hacia abajo. Lo dijo con una sonrisa
temerosa, no como un anuncio, no como una premonición, solo como una posibilidad.
No era bueno para mencionar la muerte ni para ubicarse en el bando de los
hipocondríacos.
No fue
nunca un guía incisivo, obstinado, prolífico en consejos o reconvenciones.
Tenía eso sí últimas palabras, órdenes que no admitían muchas discusiones. Era
la última instancia. Recuerdo su actitud cuando en la infancia me negaba a
bajarme del carro para ir al colegio. Mi mamá me llevaba hasta su trabajo y sin
decir una palabra quedaban claras mis obligaciones y mis pasos hasta el salón.
Pero en la tarde ya era de nuevo el compinche, el que podía azuzar ciertos
desafíos adolescentes. Un amigo me dijo, unos días después de su muerte, que
siempre lo había visto como un hermano más de sus hijos. No le faltó razón.
Eran
pocas la distancias que marcaba con quienes conocía. No se subía a un peldaño
para hablar con nadie, no ponía su mano para guardar un margen con quien
hablaba por primera vez. Siempre jugaba de tú a tú. Recuerdo que en una finca
de clima frío, que bautizó La montaña mágica con algo de pretensión, hizo varias
veces de agricultor en un acuerdo con el mayordomo. Iban 50-50 en un cultivo de
papa que casi siempre terminó comido por el mojojoy o vendido al peor precio
del año. Nunca regateó nada, ni charlas ni conversaciones.
Sus
manos demostraron siempre pocas destrezas motrices, servían para abanicar sus
argumentos, para contemplar con un golpe suave sobre la espalda o la cabeza,
para sostener el cigarrillo que lo acompañó casi cincuenta años. Pero no creo
que haya sido capaz de enhebrar una aguja ni lograr una mínima hazaña con un
destornillador. Como excepción a esa ineptitud, recuerdo que hacía unos sutiles
aviones de papel y ejercía una mecanografía rápida y enérgica en exceso. Así
mismo hablaba, sin delicadezas ni rodeos. Nunca conoció la prudencia, era igual
de crudo para el elogio y para la burla.
Siempre
apreció el valor de lo inútil. Eso lo hizo una rara avis entre ingenieros o economistas. Recuerdo su alegría
cuando podía estar entre artistas. Intentaba comprenderlos desde una tranquila
admiración. Siendo alcalde de Medellín se empeñó en un parque de esculturas en
el Cerro Nutibara, el antónimo de un pueblito paisa.
Solo
tuvo obediencias para su compañera de más de sesenta años. Era el momento de
sus docilidades, de su aptitud para aceptar caprichos, del asentimiento como
una de las formas del amor. Por algo gozaba refiriéndose a mi mamá como ‘La
Patrona’.
Nada
nos salva de la tristeza. No hay paliativos en el tiempo o la falla de la
memoria. La falta del dolor es solo la aceptación de la distancia. Lo leí de
Savater citando a Cesare Pavese, “no hay dolor más atroz que saber que el dolor
pasará”.
Familia Gaviria, felicitaciones, que privilegio han tenido. Buen viaje Sr Gaviria mayor
ResponderEliminarSentī un dolor muy profundo con la partida de tu padre, pero una emoción esperanzadora de que mi padre recibió una visita que tardó màs de 20 años.
ResponderEliminarQue en Paz Descanse Juan Felipe.
Una bella elegía a toda una vida. Cómo Cóemore la vida la marcan los hitos de lo cotidiano y el amor que como hilo de oro entreteje lo definitivo, lo escencial y lo bello....a dónde irá todo esto?...por eso resulta un bálsamo pensar en el infinito de las almas...joven un cielo estático...sino en la dinámica de la eternidad del Amor y su fuerza como motor de esta burbuja del espacio-tiempo.Mis sentimientos de solidaridad para con usted y su bella familia.
ResponderEliminarHermosa columna, lo retrata como lo que parecía, saludos a todos incluído Matías,días sin verlo, abrazo.
ResponderEliminarEn alguna parte oí o alguien me dijo o leí, incluso se lo dije a un amigo cuando su mamá murió: Vive en vos. Pero no estaba convencida. Muchos años después de la muerte de mi propia madre estoy convencida de que es verdad, es así. Pedazos de ellos perviven en nosotros, y no es solo evidente cuando nos miramos al espejo. Un abrazo.
ResponderEliminarExcelente columna Pascual. Pa delante, sigan aportando al pais como lo han hecho con su hermano Alejandro.
ResponderEliminarQue bellas palabras para un papá como su padre...seguro en su familia y en la de todos los descendientes de su padre "no entrarán nunca los ejércitos del olvido". Me quito el sombrero Pascual.
ResponderEliminarPascual, un abrazo grande. Bella semblanza.
ResponderEliminarY si todos hubiéramos tenido un papá como el tuyo,,, seríamos una Colombia hermosa, educada, tolerante, amigable que envidia ser hijo de su papa
ResponderEliminar